PEREZ17102022

Sinaloa, el eclipse de una narrativa
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Vaya bronca mediática en la que se metió Rubén Rocha, gobernador del estado de Sinaloa, cuando posteó en X que los 8 de los 66 levantados el 22 de marzo habían regresado a sus hogares y estaban “sanos y salvos”. Que ese asunto quedaba saldado y ya la fiscalía del Estado informaría con más detalle de su regreso a casa.

Así lo dijo el gobernador: “Los encontramos ayer (los últimos 8) y hemos comprobado casa por casa dónde están los que no estaban, los que habían desaparecido, y están en sus casas, tengo los nombres, los cuales no podemos darlos, eso solamente lo haría la autoridad investigadora en el caso de que presenten denuncia. No se han presentado denuncias”.

Esta afirmación escaló hasta la misma conferencia mañanera del pasado lunes, que se celebró en Mazatlán, y el presidente repitió con gozo lo dicho por Rocha Moya. A la vista de la audiencia presente era un éxito de las fuerzas de seguridad del Estado. Una buena noticia cuando todo mundo estaba atento a lo que sucedía en Mazatlán con motivo del eclipse de sol; y es que, seguramente, muchos de los visitantes al puerto llegaron con los temores normales de viajar por el país.

Pero esta nota tranquilizó a muchos que disfrutaban de los días frescos y la oferta cultural del puerto; y es que Edgar González, el alcalde de la llamada Perla del Pacífico, echó la casa por la ventana con una serie de espectáculos que fueron del gozó de los visitantes llegados de lugares remotos para ser testigos in situ de tan significativo evento de los astros.

Sin embargo, pasada la algarabía eclíptica, el estado y el puerto paulatinamente volvieron a la normalidad. Los visitantes fueron regresando a sus lugares de origen. Y las noticias locales buenas o malas volvieron a aparecer como todos los días. Y una de ellas fue que los 8 desaparecidos siempre no habían regresado como había asegurado el gobernador –y de paso el presidente López Obrador–, que seguían en paradero desconocido.

Y no lo decía la oposición para buscar raja política electoral. Lo decían los familiares que estaban sorprendidos de la afirmación concluyente del presidente y el gobernador.

Hay razones de peso para pensar que fue una estrategia mediática para evitar que en el marco del eclipse los periodistas visitantes trasmitieran noticias del tema que eclipsaran la mejor propaganda gratis que haya tenido Mazatlán. Que afirmara la “marca” de la casa, la marca Sinaloa.

Y si ese era el objetivo se logró, pues los periodistas visitantes estaban centrados en el motivo del eclipse y el puerto se vendió bien como destino turístico en paz, festivo y hospitalario. Ni siquiera la desaparición y muerte de Larry Allen, un motociclista norteamericano llamó la atención de la prensa. El balance, repito, es positivo con un 100 por ciento de ocupación.

Mazatlán por buenas razones estuvo en el centro de la conversación internacional. Ahora viene el control de daños hacia adentro. El secretario de seguridad pública salió a decir que la información que el gobernador y el presidente hicieron pública fue recogida de los propios familiares de las víctimas.

Me pregunto con asombro: ¿qué interés puede tener un familiar en mentir diciendo que su padre, madre, hijo o hija estaban de nuevo en casa si no era cierto? A la vista ninguna, racionalmente. Igual no se menciona al familiar informante o la información recogida casa por cas, como dice el gobernador Rocha Moya.

Por eso, hoy a las familias de las víctimas se les revictimiza, señalándolos como culpables de lo expresado a los medios nacionales e internacionales por el gobernador y el presidente de la República.

Y eso es una infamia contra estas familias que ahora dudan que la autoridad esté buscándolos; y los ocho –que, ahora dice la Comisión Estatal de Búsqueda, y las propias autoridades que son once, entre ellos un menor de solo dos años– se sumen a la lista larga de desaparecidos sinaloenses.

Si el autor intelectual del levantamiento de las 66 personas buscaba ir más allá de su lucha contra el robo de casas habitación, los vehículos robados o las extorsiones, mandar otro tipo de mensajes a las autoridades están vigentes, y probablemente sería el motivo por el que siguen retenidos desde hace tres semanas y no han sido liberados.

Ya se habla entre los familiares de las víctimas que a estas no se les busca, porque a decir por el propio gobernador “no han presentado denuncias”. O sea, en término leguleyos, no se actúa de oficio. Caramba. Son once y la mayoría son jóvenes y el menor de solo dos años. ¿Acaso el gobierno estatal tiene información que la mayoría de los sinaloenses desconocemos? Y que podría significar que estas víctimas nunca regresen a casa.

No sabemos las razones del porqué las víctimas no han regresado, ni tampoco cuándo volverán. Y mientras son peras o son manzanas, la incertidumbre consume a las familias, a los hijos pequeños que preguntan por la madre o por el padre, obteniendo mentiras piadosas. Que están de viaje y que pronto volverán. Que no coman ansias. Mientras pasan los días y las noches.

Y el gobierno del estado está pasmado metido en un problema de imagen por sus declaraciones fuera de lugar, porque los y las once sinaloenses siguen desaparecidos. Esperando ser rescatados para efectivamente regresar a sus casas.

En definitiva, el tema de los 66 sinaloenses levantados y en particular los once que no han aparecido, aunque hayan dicho que sí, que están en sus casas, muestra que para el gobernador el tema de la verdad no es un problema. Dirá que son cosas que pasan y hay que aprender a vivir con ellas. El problema es que los familiares de las víctimas no relativizan la verdad. Los quieren de nuevo en casa.