GOMEZ12102020

TIRO DE ESCOPETA
Violeta compró un revólver
Ismael Vidales Delgado

Monterrey.- Quien conoció muy de cerca a la extraordinaria cantautora Violeta Parra asegura que en Chile compró la pistola con la que se quitó la vida, porque no pudo soportar su separación del suizo Gilbert Favre, con quien vivió un romance casi patológico. Violeta era 18 años mayor que Gilbert, vivieron una etapa muy romántica, pero un día su amado simplemente salió de Chile para radicarse en La Paz, negándose a volver con Violeta.

     Violeta estuvo casada en 1938 con un ferrocarrilero de nombre Luis Cereceda Arenas, con quien procreó a Isabel Violeta y a Luis Ángel; en 1950 se casó con Luis Arce y procreó a Carmen Luisa y Rosita Clara; en 1956 vivió un romance idílico con el español Paco Ruz; en 1958 algo similar con el pintor Julio Escámez; y en 1960 conoció a Gilbert.

     Violeta desesperada por la negativa de Gilbert de contestar sus cartas, decidió en 1966 hacer el viaje a La Paz para hablar con su amado frente a frente. Gilbert se instaló en La Paz y vivía embelesado con la música boliviana, que empezó a estudiar muy a fondo, porque la consideró como un gran tesoro musical. Se sabe que ya instalado, volvió a Chile una vez para despedirse de manera definitiva de Violeta e iniciar una nueva vida en Bolivia.

     Violeta le compuso una desgarradora canción que tituló “Run Run se fue pal’ norte” cuya letra es un vivo testimonio de su sufrimiento luego de que “su amor”, con el que tuvo una relación de más de cinco años, se fuera para no volver. Dicen los que los conocieron que Gilbert amaba a Violeta “musicalmente” pero no como su mujer, su pareja, en cambio Violeta lo amaba locamente como su hombre.

     Violeta decidida a retener a su hombre decidió viajar por tierra hasta La Paz con el fin de concretar un reencuentro con su amado Run Run. Cuando llegó, se fue directa a la famosa Galería de Arte Naira, luego transformada en la Peña Naira por idea del propio Gilbert. Ahí, desaseada y con mucha hambre tras el largo viaje, fue recibida amablemente por el dueño del lugar, para encontrarse luego con “su amor”, que ya había formado un conjunto musical llamado “Los Jairas” que actuaban en una estación de radio muy escuchada.

     Violeta se instaló en una pequeña pieza que había habitado Gilbert y estableció un pequeño hogar temporal mientras, con temor esperaba el día en que otra mujer llegara al lugar, puesto que “el Gringo” (como apodaban a Gilbert) tenía mucho éxito con las damas. Violeta se fue y regresó un par de veces, se quedaba unas semanas y se iba. Se ocupaba haciendo exposiciones, maravillosas exposiciones con cartulinas pintadas con marcadores. También hizo presentaciones como cantante, pero a los bolivianos no les gustaba y tampoco la conocían mucho como en otras partes del mundo.

     Violeta, llevó a Chile varias veces al grupo con el que tocaba “su amor” pero todo estaba consumado, la última vez que estuvo en La Paz confirmó que ella y Gilbert habían terminado. En el hospedaje conoció a dos hombres que tenían antecedentes criminales y le vendieron una pistola, regresó a Chile donde daba funciones en la carpa “La Reina” como lo había hecho en su niñez y allí se pegó un tiro el 5 de febrero de 1967. Dicen los integrantes de su grupo que cuando “el gringo” supo que Violeta se había suicidado, lloró mucho. Sufrió y se aisló, le costó superar esa pérdida. Aunque ya no estaban juntos, fue su amor y eso le fue muy doloroso, aunque tal vez siempre amó a la artista y no a la mujer que transpiraba fuego y pasión en su carne y en su verbo.