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Ha iniciado el IV Encuentro Mundial de las Familias (EMF), y las expectativas de muchas y muchos caen, al tratarse de un evento que se niega a responder a las cotidianas necesidades, angustias y esperanzas de la mayoría de las y los creyentes católicos. Planeado de origen como un evento exclusivo, el protagonismo de las más directamente involucradas está ausente: pocas familias participantes (en su mayoría hay clero y vida religiosa), y pocas mujeres y familias entre las conferencistas, que ha corrido a cargo, en su mayoría, de la alta jerarquía católica.
Si bien los discursos inaugurales pusieron sobre la mesa una amplia agenda de temas prioritarios, hasta ahora ha primado una visión pesimista y condenatoria de la realidad, y una renuencia a reconocer que en la crisis institucional y social de las familias, la iglesia ha sido más factor de agudización (por acción u omisión), que de solución, y que su jerarquía no posee la calidad ni calidez moral para erigirse en jueces de la humanidad.
El evento dio comienzo con un entusiasta recibimiento a Felipe Calderón, quien en su discurso inaugural, junto con el de los prelados católicos Card. Ennio Antonielli, Card. Norberto Rivera Carrera y Mons. Carlos Aguiar Retes, plantearon los temas que consideraron de más relevancia tanto para el catolicismo como para la sociedad mexicana.
El presidente del Pontifico Consejo para la Familia, Ennio Cardenal Antonelli, señaló en su intervención que la presencia de Felipe Calderón y su esposa en el EMF era testimonio de lo importancia que tenía en México la familia e hizo un recuento de lo que para Benedicto XVI significa la familia, siguiendo sus discursos y lo dicho por la V Conferencia de Aparecida, afirmando que la familia es el centro de los valores humanos y cristianos, en una sociedad enferma de individualismo y relativismo.
De igual manera expresó que los valores cambian y que los dogmas, no son imposición, sino que al interiorizarlos, se transforman en virtudes. Finalmente dijo que la familia es un don de Dios, un bien en sí para la sociedad y la persona; que el pecado de los hombres la deforma pero la gracia de la vida la renueva, entonces se hace necesario un evangelio de la familia.
Por su parte, el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Carlos Aguiar Retes, tras saludar a las autoridades eclesiásticas y políticas presentes, dar la bienvenida a las y los asistentes y congratularse con la presencia de fieles de todas las diócesis del país y de muchas del extranjero, hizo un llamado claro al gobierno mexicano a tratar el tema de la familia desde la políticas públicas, teniendo especial cuidado en combatir aquellas que promueven el aborto legal, y pidió al Estado que asuma su responsabilidad en salvaguardar los valores de la familia.
Cuando llegó el turno a Felipe Calderón, sin pudor ofreció a las y los asistentes un discurso de doble carácter, religioso y político, con una implícita invitación a Benedicto XVI para que visite el país. Acto seguido, dio una amplia descripción del significado de la familia para la sociedad, de su importancia para la unidad, la formación en valores y el bien común; presentó a la familia como base de la identidad, los principios y los valores de la persona; y como el lugar privilegiado donde se aprende la solidaridad. También llamó a reconocer la diversidad de la familia, y la importancia del papel de las mujeres, cada vez más frecuente cabezas de familia; hizo asimismo un llamado a no ignorar el fenómeno de diversificación de los modelos familiares y a la realidad de desintegración familiar, debido sobre todo a la migración y la pobreza, e invitó a atender responsablemente a estas situaciones familiares.
Cabe señalar, que en su intervención, Felipe Calderón inició, se desarrolló y concluyó con un discurso abiertamente religioso, donde no quedaba claro dónde empezaba el ciudadano, seguía el creyente y concluía el político. Mediante una clara legitimación religiosa de su investidura política, dedicó la mayor parte de su discurso a hacer un recuento de los supuestos logros de su gobierno, entre citas de Paulo VI y Juan Pablo II, así como saludos personales a instituciones educativas y congregaciones religiosas, a quienes agradeció por la formación recibida.
No es la primera vez que vemos cómo Calderón Hinojosa recurre a frases religiosas, específicamente cristianas, para justificar sus políticas gubernamentales, haciéndolas coincidir con los principios cristianos. Desde esta perspectiva habló de la seguridad pública, la economía, la salud, la educación; tomando el tema y encuentro de las familias como el pretexto para resaltar las “bondades” de su gestión y hacer nuevas promesas a pocas semanas de iniciarse la contienda electoral del 2009.
Con esta vulneración del Estado laico, por parte del titular del ejecutivo y de las altas autoridades eclesiásticas, al incluir en un evento privado de carácter confesional católico un mensaje público de carácter político electoral, se está igualmente golpeando los principios fundamentales de la diversidad religiosa, de la igualdad de todas las confesiones religiosas ante la ley, y se abona al clima de intolerancia religiosa cuyo saldo del 2008 en el país no era nada alentador, toda vez que no sólo se da una legitimación religiosa de una determinada postura política, sino también una legitimación política de una determinada moral y confesión religiosa que, como es bien sabido, se ha caracterizado por ser intolerante con las otras confesiones, además de conservadora en sus principios fundamentales.
En un auditorio casi lleno, donde contrastaba la clara separación entre el común de fieles asistentes y las personalidades eclesiásticas y políticas en lugares reservados, se echó de menos en la agenda del EMF, la mención de temas importantes como: la mujer, la equidad de género, la iglesia de los pobres (mayoritaria) y las comunidades eclesiales de base.
El primer día del Encuentro giró en torno a la iluminación teológica de la familia y la presentación de los principales organismos católicos que atienden a la familia, resaltando aquellos que están dirigidos a una elite católica minoritaria, en realidad a quien representan la mayoría de las y los asistentes.
Aunque los temas más importantes están aún por abordarse (los que tienen que ver con las problemáticas sociales y de políticas públicas de las familias), podemos decir que hasta ahora poco se ha dicho que dé esperanza y respuesta a la realidad cotidiana de la mayoría de las familias católicas, cuales son las millones empobrecidas por los sistemas políticos y económicos vigentes en nuestro continente.
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