El auditorio del Edificio E de San Lázaro estaba lleno a reventar. El mismo auditorio que se construyó para que fuera la sede del Senado, pero que el Senado despreció para irse a construir un edificio de mil 600 millones de pesos. Era la segunda sesión del Foro “México ante la crisis”, donde académicos y políticos intercambiaban puntos de vista, bajo la moderación de Rolando Cordera. Abrió la sesión el rector de la UNAM, José Narro Robles, ante la mirada atenta de los líderes parlamentarios del PRI, del PAN, del PRD, de Convergencia. Ausentes, los líderes del PT, quienes dijeron que nada se gana con eventos de este tipo.

El rector de la UNAM recogió las tesis en boga, esas que dos años atrás eran satanizadas y ahora son posiciones respetables. El Estado no puede ceder su papel histórico al mercado, pues éste no puede regularse ni resolver los problemas de fondo de la sociedad. Más aún, dijo el Rector, el mercado puede ser depredador de sí mismo. En lo que pudiera ser una crítica severa al gobierno federal, apuntó: “Es irónico que la información no sirva para resolver los problemas económicos”.  Los trabajadores hoy están desprotegidos ante una crisis económica que se venía anunciando de tiempo atrás y que nadie quiso ver. No se trata, abundó, de una crisis de liquidez. Es una crisis provocada por la avaricia, la especulación, la falta de prudencia y la mala regulación.  Es producto de un sistema que no responde a las necesidades de las mayorías.

Preciso y rotundo, pronunció una frase que debe haber resonado en los oídos de Ernesto Zedillo, el más dogmático de los neoliberales que nos han gobernado: “El fin último de la economía es el bienestar social. El fin último de la economía no son las variables macroeconómicas”. Crítica certera a un Zedillo que, empeñado en hacer méritos al revés ante sus compatriotas, dice que el rescate de los bancos mexicanos resultó más caro, en proporción, que el rescate de los bancos de los Estados Unidos. Rescate que se pagó, claro, con cargo al dinero que pagamos entre todos vía impuestos.

Pero es difícil que Zedillo y su compañero de mesa, Felipe Calderón, se den por aludidos. Calderón, al menos, ha olvidado escuchar. Cuando llamaba a no dar mensajes negativos sobre la economía, el Fondo Monetario Internacional dio una noticia que es todo, menos positiva. El FMI dio a conocer que la crisis actual es la peor de los últimos 60 años. Pobre Calderón, empeñado en dar mensajes positivos y la maldita realidad económica que no entiende razones.

GOBIERNO Y LEGISLADORES, EMPLEADOS DE INTERESES ATRINCHERADOS
Hay que preguntarnos quién manda en México, si PEMEX o el líder sindical Romero Deschamps; si manda la Comisión Federal de Competencia, o Carlos Slim; si manda la Secretaría de Comunicaciones, o Unefon; si manda la Secretaría de Educación, o Elba Esther Gordillo; si la Comisión Nacional Bancaria, o los bancos. Así dijo Denise Dresser, ante un auditorio compuesto por líderes sindicales, por el presidente de los banqueros, por el gobernador de Nuevo León y por los líderes de senadores y diputados de la mayoría de los partidos. Y aprovechando el viaje, les dijo: “Muchos de los legisladores que están sentados aquí se han convertido en empleados de intereses atrincherados”.

Su discurso, bronco y directo, le ganó una ovación de pie, la más entusiasta del día. Le aplaudieron los líderes del senado y de los diputados. Excepción hecha, claro está, de los líderes del PAN, que parecieron sentirse obligados a ponerse el saco.

En su intervención, alertó que muchos miembros del gabinete presidencial hablan del crecimiento, pero sólo buscan el grado de avance suficiente para mantener la paz social como condición para mantener el modelo existente, un modelo que crea monstruos en forma de monopolios y de sindicatos rapaces que ya no pueden ser controlados.

Sólo así se explica, dijo, que el gobierno de Fox haya devuelto 550 millones de dólares en impuestos a Ricardo Salinas Pliego, un día antes de que se acabara el sexenio. Tenemos, dijo, un gobierno que en vez de controlar a los monstruos que ha creado, vive dominado por ellos. Así se entiende que la Secretaría de Comunicaciones celebre la alianza entre Televisa y Telemundo, cuando lo que eso significa es una derrota de la intención de crear una tercer cadena de televisión que enfrente a los monopolios actuales.

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