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- En Suiza se reúnen quienes no conocen la pobreza y el hambre
- En Belem, se encuentran quienes piensa que otro mundo es posible
Ayer jueves en la brasileña Belem do Pará, se agregaron al Foro Social Mundial, inaugurado el martes, Rafael Correa, de Ecuador; Fernando Lugo, de Paraguay; Hugo Chávez, de Venezuela; Lula da Silva, de Brasil, y Evo Morales, de Bolivia, para reforzar, y dar testimonio de que el poder real pertenece al ciudadano y que la crisis económico-financiera mundial es la gran oportunidad para poner en la mesa del debate las alternativas para la transformación del sistema de vida actual, en el que lo que se impone es aquello de "Estados Unidos es sinónimo de dinero, sólo dinero" y conseguirlo a costa de lo que sea, incluso masacrando, aplastando cráneos, manos, pies y asesinando.
En el Foro Social Mundial se realizan asambleas de convergencia de propuestas entre quienes quieren “decidir sobre qué hacer de acá adelante”. Se reúnen para presentar una alternativa, o varias, ante las alternativas inoperantes de los genios de Davos, que sirven para maldita sea la cosa, unos cuatro mil movimientos sociales de 150 naciones. El encuentro se organiza desde 2001, como una contracara del Foro Económico Mundial, y coincide con la cumbre que se realiza en la ciudad suiza de Davos, que este año padece por la ausencia de importantes figuras de la política y las finanzas internacionales.
El Foro Social Mundial fue concebido, precisamente para decirle a los potentados que asisten a Davos, que con la crisis no estuvo este año tan lujurioso como en años anteriores, que los ciudadanos comunes, los activistas de organizaciones no gubernamentales de todo el mundo tienen también propuestas, éstas sí realistas, pragmáticas, pero llenas de contenido social. Curioso, pero a Davos asisten por los países más influyentes de América Latina sólo Álvaro Uribe, de Colombia, y Felipe Calderón, de México, quién sabe si con la conciencia de que ese Foro no dará las respuestas que está necesitando en estos momentos el mundo en crisis, en recesión, en desempleo, en aumento de la enfermedad de la pobreza y con hambre. El resto de los presidentes, salvo Cristina Kirchner, de Argentina, han ido a Belem, donde se cocinan respuestas verdaderas, y útiles, no sólo para el mundo en desarrollo, para los países pobres, sino inclusive para los países ricos que están en graves problemas financieros, y si leyeran a Belem sus gobernantes y sus ideólogos, Belem podría abrirles puertas de solución a esta Grandísima Depresión en que se encuentran por la irresponsabilidad, el abuso, la sevicia, la ligereza, la lujuria de los potentados del Imperio.
Los asistentes a la reunión en Suiza lo que buscan es una salida a la actual crisis financiera, que los afecta, pero no están pensando en los demás, sólo en que sus instituciones financieras no sean nacionalizadas o expropiadas y sigan expoliando a su clientela y al mundo de los pobres, los trabajadores y los hombres del campo, así como a los medianos y pequeños empresarios, que requieren de financiamientos para crecer y que ahora no pueden hacerlo porque no hay créditos bancarios y, si los hay, valen las perlas de la virgen.
Los asistentes a Belem se han enfocado a los asuntos de la destrucción de las condiciones ambientales, a la destrucción de las selvas y los bosques. No en balde, el Foro Social Mundial es celebrado en Belem, una de las puertas de la Amazonia, que está siendo depredada por las empresas trasnacionales, como lo fue y lo sigue siendo la Selva Lacandona. En Belem se han reunido 120 mil individuos que alzan su voz contra la guerra, el armamentismo, el fracasado neoliberalismo y el calentamiento global, serias amenazas para la supervivencia humana y esta advertencia no es poesía. Es una gravísima realidad que pocos entienden y comprenden, porque no han sufrido en carne viva lo que han sufrido los habitantes de la franja de Gaza, de Irak, y están padeciendo los pobres de Afganistán. 120 mil personas se han reunido en la ciudad brasileña, en la búsqueda de nuevas reglas para la inmisericorde globalización económica, que a lo más que ha llegado es a globalizar la expoliación, la explotación de los trabajadores (como en China, en donde los obreros tienen que conformarse con salarios miserables con tal de tener un mínimo ingreso, pero que están enriqueciendo a las trasnacionales de origen estadounidense que tienen sus maquiladoras en territorio chino).
El Foro Social Mundial, que según al que asisten unas 120,000 personas, de todo el mundo también alza su voz contra la guerra, y comenzó con una multitudinaria marcha contra el armamentismo, el neoliberalismo y el calentamiento global. Uno de sus principales impulsores fue Lula da Silva, el presidente de Brasil, cuando aún era líder de los trabajadores, por lo cual sufrió cárcel impuesta por los gorilatos que detuvieron el poder por muchos años en ese gran territorio de América del Sur. Según el analista internacional brasileño, William Gonçalves, la decisión de Lula de asistir este año a la cumbre social y no a Davos, es una muestra de su compromiso con la integración regional, de cara a la crisis económica. Brasil se presenta como una muestra más del liderazgo regional de Lula, y según el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal Fluminense, es un nuevo intento del mandatario de fomentar la unidad continental.
El miércoles se inauguró en Davos el Foro Económico Mundial, que se centra en el manejo de la actual crisis financiera y los pasos a seguir cuando ésta haya terminado. Dijeron sus organizadores, antes de la inauguración, que por la recesión económica, Davos 2009 podría ser uno de los más importantes en los casi 40 años de historia del foro. La significación de la reunión es tal que más de 40 jefes de Estado y de Gobierno confirmaron su participación en Davos-Klosters, a donde asisten principalmente líderes empresariales, representantes de organizaciones no gubernamentales y sindicatos, así como expertos en una amplia gama de campos.
Pero Davos es un foro de ricos, de potentados. Sólo asisten unos 2,500 participantes de 96 países, que son ejecutivos de las principales compañías mundiales. Belem es las contracara. El grito, el clamor de los pobres, que sube hasta el cielo. Los asistentes a Davos no miran más allá del vértice de sus narices. No ven más allá y no tienen ni idea de que están destruyendo al mundo con sus máquinas, con sus emisiones de gases tóxicos, con los magros salarios que pagan a sus trabajadores. Dos visiones, que confirman que la lucha de clases no es un mito, como lo intentaron presentar los ideólogos del capitalismo.
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