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EL MANEJO DE LA CRISIS
José Luis Calva
Durante 2009 la economía mexicana experimentó la peor caída de su producto interno bruto desde la Gran Depresión. Aunque esta recesión tuvo epicentro en Estados Unidos, la profundidad de la contracción mexicana resultó mucho mayor que la estadounidense. Según las más recientes cifras del FMI, la caída del PIB durante 2009 se estima en 7.3% para México y en 2.7% para EU. ¿Por qué?
La clave radica en nuestros componentes internos de la demanda agregada. Según las más recientes cifras del INEGI, el consumo privado que representó en 2008 69.7% del PIB a precios de 2003 cayó 7.8% en los tres primeros trimestres de 2009 respecto a igual período del año previo, cifra similar a la caída del PIB de 8.1% en el mismo lapso. Además, la inversión privada —17.7% del PIB en 2008— registró una caída de 19% en el mismo periodo.
Ciertamente, las exportaciones de bienes y servicios se desplomaron 21.5% los tres primeros trimestres de 2009 respecto de igual período de 2008; pero dicha caída fue contrarrestada con creces por la reducción de las importaciones de bienes y servicios, que cayeron 23.8% en el mismo lapso, en gran parte por el elevado contenido importado de las exportaciones. ¿Pudo haberse moderado la caída de los componentes internos de la demanda? Sí. De haber reconocido a tiempo la gravedad de la recesión en vez de negarla con la ilusión de “la economía blindada”, del “catarrito”, y haber aplicado enérgicas políticas contracíclicas.
Pero mientras en EU —desde el inicio de su desaceleración— la Reserva Federal (Fed) realizó fuertes acciones de política monetaria contracíclica (iniciadas en septiembre de 2007, cuando bajó su tasa de interés objetivo 5.25% a 4.5%, realizando dos rebajas más en 2007 y siete 2008, hasta fijar su tasa objetivo en una franja de 0.25% a 0% desde diciembre de 2008 hasta el presente), en México no hubo acciones paralelas. Al contrario —no obstante que nuestra desaceleración comenzó también en 2007—, Banxico aumentó su tasa objetivo de fondeo bancario cuatro veces desde el 26 de octubre de 2007, con un alza agregada desde 7.25% hasta 8.25% a partir del 15 de agosto de 2008. Hasta el 17 de enero de 2009 Banxico comenzó a reducir su tasa de fondeo, bajándola otras seis veces hasta 4.5% el 17 de julio de 2009, sin cambio hasta ahora.
El problema de la tardanza en la rebaja de las tasas —y el problema aún mayor de las alzas de tasas en 2007 y 2008— consiste en que las acciones de política monetaria suelen actuar con rezago sobre la economía real, requiriendo de 2 a 4 meses para que comiencen a sentirse sus primeros efectos y de 12 a 18 meses para que se transmitan en su totalidad.
Diferencias similares se observan las políticas fiscales. En Estados Unidos las acciones fiscales contracíclicas comenzaron en febrero de 2008 con un paquete de estímulo de 157 mil millones de dólares, seguido por otro paquete de 150 mil mdd (en deducciones fiscales) aprobado en octubre de 2008 junto con 700 mil mdd para el rescate del sistema financiero; y culminó en febrero de 2009 con la Ley de Recuperación y Reconversión, que comprometió estímulos fiscales por 787 mil mdd, 5.7% del PIB.
En contraste, las acciones fiscales de México fueron mezquinas y contradictorias. Comenzaron en 2008 con el Programa de Apoyo a la Economía y el Programa Alimentario Vive Mejor, pero los gastos fiscales realmente ejercidos por ambos programas fueron menores a 0.3% del PIB; además, la minirreforma fiscal que entró en vigor en 2008 comprendió un nuevo impuesto (el IETU) y cambios en la estructura del ISR que aumentaron los impuestos por las clases medias, afectando ingresos netos y consumo privado. Para 2009 se acordaron tres paquetes fiscales: el Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo; el Acuerdo Nacional en Favor de la Economía Familiar y el Empleo; y el Apoyo Económico Emergente para Enfrentar el Brote de Influenza, pero las erogaciones fiscales agregadas —sin considerar financiamientos ni reasignaciones presupuestales— fueron menores del 1% del PIB, además de que su efecto contracíclico fue casi anulado por los posteriores recortes al gasto público presupuestal equivalentes al 0.7% del PIB.
En suma: la ausencia de enérgicas y oportunas políticas macroeconómicas contracíclicas explica por qué, aunque Estados Unidos fue el epicentro de la crisis, la recesión en México fue más profunda.
Investigador del IIEc de la UNAM
El Universal
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