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CENTRO HISTÉRICO
Jacobo Zabludovzky
Un médico decide operar a un hombre sano. Le entregaron los análisis, las radiografías, los ultrasonidos, las resonancias magnéticas, las endoscopías, las biopsias, los exámenes dermatológicos, las inspecciones de todos los orificios, el tipo de sangre y su historia clínica. No cabe la menor duda: el hombre está sano. No necesita operación. No la necesita, pero el cirujano decide operarlo y lo opera.
La decisión del doctor sólo puede ser producto de una de dos causas. La primera, un diagnóstico equivocado. La segunda, el deseo de cobrar honorarios y distribuir beneficios entre enfermeras, anestesista, laboratorios, quirófano, hospital, rehabilitación y cuidados postoperatorios.
El doctor Marcelo Ebrard ha decidido despanzurrar el Centro Histórico, organismo sano, con el pretexto de un tranvía totalmente innecesario.
En el sexenio pasado, el Centro Histórico de la ciudad de México pasó de barrio descuidado, sucio, inseguro, a lo que es hoy: Patrimonio de la Humanidad, orgullo de los mexicanos, principal atractivo turístico del país. Se le acaba de reemplazar la tubería de más de un siglo por una nueva y completa red subterránea de suministro de agua potable, drenaje y alcantarillado, ductos de gas natural, sistema de distribución eléctrica, fibra óptica, complejo de control del Metro.
Desapareció la telaraña de cables que ensombrecía las calles, se estrenaron postes de luz, papeleras y bancas y se plantaron árboles, se aumentó la vigilancia, se recobraron viejas casas, se iluminaron las fachadas más bellas, se modernizaron los servicios para atender a un promedio diario de un millón de visitantes. Se le hizo hasta cirugía estética, por si algo faltara. Se cubrieron las calles con adoquín similar al de las de Roma, porque después de estudios y comparaciones se consideró el más adecuado para nuestro centro, por primera vez en la historia se nivelaron todas las banquetas. Un Centro Histórico sano.
El doctor Ebrard ha decidido despanzurrarlo para instalarle un tranvía de 26 mil millones de pesos que todos los mexicanos pagaremos con intereses durante 30 años. Entrega a particulares, como si fueran suyas, 11 kilómetros de calles y 20 mil metros cuadrados de terrenos adicionales. Lleva de la pobreza a la miseria a comerciantes, profesionistas y vecinos que durante los dos años de destrucción (que pueden ser cuatro, como Uruguay o Regina) tendrán que cerrar sus fondas, consultorios o viviendas.
El meollo del asunto es que el Centro no necesita el tranvía. No nos distraigamos con minucias anecdóticas, no nos perdamos en los vericuetos de la Base de Licitación que, debiendo ofrecerse libremente a quien se interese, se puso a la venta (me costó 9 mil 500 pesos pagados por adelantado en el banco HSBC) del 21 de diciembre al 5 de enero, cuando todo mundo está de vacaciones, en plenas fiestas de Navidad y Año Nuevo, dejando escasos 10 días hábiles para adquirirla.
El procedimiento y las dos semanas tan escogidas revelan un estilo tenebroso de dificultarle al público el conocimiento de la agresión alevosa y premeditada contra el lugar urbano más valioso de los mexicanos.
El Centro Histórico está sano. No hay razón para abrirlo en canal con el pretexto de un transporte inútil. No hay una sola estación del proyectado tranvía, ni una, ni agregando sus dos terminales, que no tenga ahí mismo o muy cercana una parada del Metro que avanza al triple de velocidad, cobra la tercera parte de lo que cobrará el tranvía y está funcionando. Funciona el metro, los autobuses de pasajeros, el trolebús, el turibús, los taxis, los bicitaxis. Todo el Centro Histórico tiene la comunicación que ofrece el plan tranviario sin necesidad de joder más a los jodidos.
El problema único del tranvía es que no se necesita.
Doctor Marcelo Ebrard: estás a tiempo. No te equivoques de diagnóstico y ahora me refiero al que la historia hará de ti.
Puedes acudir al párrafo nueve de la Base de la Licitación titulado “Suspensión temporal o definitiva del procedimiento de la licitación”, donde encuentras una solución digna para salir de la trama. Afirma en su párrafo b): “Por razones de interés público o general”. Actúa con serenidad y prudencia y no por sentimientos que podrían ser producto de la histeria, definida por el diccionario como “comportamiento irracional de un grupo, producto de una excitación”. En la segunda mitad de los sexenios políticos, trienios de Hidalgo, se multiplican los casos conocidos de este mal.
El tranvía en el Centro Histórico no es necesario. Es una verdad equivalente a razón de interés público, a razón de interés general. Cancela.
Aunque sólo sea para que quienes votamos por ti para jefe de Gobierno no nos sintamos traicionados.
El Universal
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