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4 de marzo de 2010
15diario.com  


 

TRANSICIONES

Los gobernadores                                                            

Víctor Alejandro Espinoza

La alternancia política en México tuvo diversas consecuencias; una de ellas fue el acotamiento de las facultades metaconstitucionales del poder presidencial. Al menos esa es una de las interpretaciones más consistentes. Claro, también se afirma que el poder presidencial había comenzado a declinar por una suerte de coincidencia temporal: por un lado, la voluntad expresa de Ernesto Zedillo, quien puso en boga la llamada “sana distancia” con su partido; y por el otro, debido a que en 1997 por primera ocasión en la historia política a nivel federal, el partido en el poder no logró la mayoría absoluta (la mitad más uno) de los escaños en la Cámara de Diputados. Lo cierto es que el último presidente con amplios e ilimitados poderes fue Carlos Salinas de Gortari. Como todo presidencialismo autoritario, el poder devenía del cargo; no sólo por lo establecido en el marco constitucional, sino por las facultades acumuladas derivadas de la  subordinación de los Poderes Legislativo y Judicial y de los poderes locales. Nada se decidía sin la autorización del presidente; ningún cargo importante era otorgado al margen de la decisión del Ejecutivo.

          El sistema político mexicano contaba con un “mecanismo” de corrección ante los gobernantes corruptos o cuestionados por los ciudadanos o simplemente por conflictos al interior del grupo gobernante. El presidente les otorgaba una representación diplomática o les pedía la renuncia y ellos lo hacían “por motivos de salud”. Salinas de Gortari removió por esa vía a 17 gobernadores durante su mandato. La prueba más evidente del cambio en el sistema presidencial es que los dos últimos presidentes no han podido remover a ninguno.

          Para discutir sobre estos temas, pero sobre todo para entender la relación entre los poderes locales y el poder central, así como reconstruir las trayectorias de los gobernadores en nuestro país en el último siglo, un grupo de académicos fuimos convocados por la Universidad Autónoma de Aguascalientes al Seminario Gobernadores en México. La cita fue en la ciudad de Aguascalientes los días 25 y 26 de febrero. De esa reunión habrá de resultar un libro gracias al esfuerzo del entusiasta organizador y mejor amigo, Dr. Andrés Reyes Rodríguez, miembro del Cuerpo Académico de Historia Regional de Aguascalientes y autor de un libro fundamental para comprender el papel de los gobernadores en la historia nacional: “Nudos del poder. Liderazgo político en Aguascalientes. Principio y fin de un ciclo, 1920-1998”, editado por la UAA y el CONCICULTA en 2004.

          En dicho seminario, Carlos Martínez Assad, investigador de la UNAM, planteó que “ante la declinación del poder presidencial, los gobernadores han ganado espacios e independencia”, en otras palabras han redimensionado su poder. La teoría clásica nos dice que los espacios de poder rápidamente son llenados; en este caso muchos gobernadores se han convertido en amos y señores del territorio en el que gobiernan. Por eso no pocos de ellos aspiran a convertirse en presidentes de la República. Cada vez es más común escuchar en los círculos periodísticos y académicos que los gobernadores se han convertido en verdaderos “virreyes”, merced al control absoluto de que disponen y a la subordinación de los poderes Legislativo y Judicial en las entidades. El sistema político no cuenta con ningún mecanismo de delimitación del poder local, ni siquiera de obligatoriedad legal en materia de rendición de cuentas. La revocación de mandato no existe en nuestra legislación como tampoco el juicio político es factible; la única posibilidad de cambio es la conclusión del periodo sexenal: rogar a dios que transcurra rápido el tiempo. Los nombres de gobernadores autoritarios y corruptos todos los conocen. A propósito como no traer a la memoria a Gonzalo N. Santos, el famoso “Alazán Tostado”, gobernador de San Luis Potosí de 1943 a 1946 y su ya clásico apotegma: “La moral es un árbol que da moras o sirve para pura chingada”.

          Al final del seminario me dice un ilustre investigador: “Creo que me equivoqué. Siempre reivindiqué la autonomía y el poder local, pero salió peor el remedio que la enfermedad”. ¿Será?

Investigador de El Colegio de la Frontera  Norte. Correo electrónico: victorae@colef.mx

 

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