540 18 de mayo de 2010 |
La impunidad como forma de vida Héctor Franco Sáenz A pesar de la existencia de múltiples organismos que tienen como función el castigar o reprender a quienes violan las normas de convivencia en cualquiera de sus grados, o los parámetros establecidos, la realidad en forma tajante desmiente el cumplimiento de las tareas a su cargo.
La impunidad, que quiere decir la falta de castigo o sanción por la comisión de algún delito, campea por doquier a nuestro alrededor, ya sea por omisión o desconocimiento, el hecho es que la violación a las normas se ha convertido en toda una forma de vida, en lo que se incurre, con suma naturalidad.
En nuestro entorno inmediato, el incumplimiento de las normas se aprecia por doquier en un sinnúmero de hechos que reflejan la falta de voluntad, de las autoridades encargadas de hacer que lo establecido en la ley se respete por el bien de la sociedad, la cual para existir y desarrollarse requiere del orden conforme a los parámetros jurídicos.
Expresiones de la subversión de las normas y la impunidad con que se comete, son algunas como las siguientes: -Los camiones repartidores se detienen en donde les place, sin recibir sanción a cambio, y en muchas ocasiones, frente a los mismos agentes del orden. -Es frecuente por los diferentes rumbos de la ciudad, apreciar vehículos que circulan sin las placas requeridas. -Además, se pueden ver y hasta recibir los efectos negativos, de los vehículos materialistas que circulan sin la protección debida, esparciendo el producto a su paso. -Ríos y arroyos se encuentran, por todas partes, llenos de basura de todo tipo sin que se aprecie la labor de la autoridad municipal para el caso. -La construcción de casas-habitación sin ton ni son, formando fraccionamientos, en zonas reservadas como se aprecia en el Cañón del Huajuco por la Carretera Nacional. Pero además en otras zonas, la construcción de edificios que nos están robando el horizonte. -La ocupación arbitraria de espacios públicos como son calles, avenidas y parques, como se aprecia en el centro de la ciudad, entre las calles de Colegio Civil y Cuauhtémoc y entre 5 y 15 de Mayo, pero también en Reforma y en la Alameda.
En fin, en toda esta ola de impunidad en la que nos vemos envueltos, y en la que, para colmo, no se le ve fin, la que sale perdiendo es la ciudad y su área metropolitana, de lo cual una muestra clara es lo sucedido con el Parque de la Pastora, del cual una parte significativa fue otorgada en forma gratuita, en comodato, a una empresa cervecera gracias al favor de los diputados que olvidaron su compromiso con la sociedad para asumir los intereses de la empresa.
Mientras, las grandes ciudades del mundo se distinguen por “seguir cerca de la naturaleza”, manteniendo y desarrollando grandes zonas arboladas, como es el Central Park en Nueva York, el Hyde Park en Londres, Los Jardines del Retiro y Casa de Campo en Madrid, la Ciudadella, el Paseo de Gracia y el Park Güell en Barcelona, en Monterrey, a consecuencias de la impunidad, habremos de conformarnos con el Parque Fundidora, donde las planchas de cemento siguen creciendo y los espacios arbolados no llegan a ser significativos.
El clima de impunidad en la que se vive encuentra muchas maneras de expresarse, resultando una de las más graves cuando la propia autoridad es la que promueve la violación de las normas, como es el caso de Guadalupe, cuya alcaldesa, que debiera ser ejemplo de civismo para los niños de ese municipio, hace pública su determinación de buscar otras vías que le permitan no acatar el fallo de los tribunales en un diferendo jurídico.
Muchas más formas de impunidad podríamos mencionar, como los bloqueos de calles y avenidas sin que intervenga autoridad alguna, mucho menos que se castigue a los responsables; las extorsiones, los secuestros, el pago “de piso” a la delincuencia organizada por dejar que se ejerza determinada actividad.
En fin, son muchas cosas que nos indican que muy lejos, aún de la función pública, se encuentra el espíritu y el paradigma de Benito Juárez, aquél de la “austeridad Republicana” y el que señalaba que “entre los hombres como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, por no hacerlo, estamos pagando las consecuencias, y más cosas que iremos a ver, porque la impunidad es hija legítima de la corrupción y fuente del crecimiento de la desigualdad social. Para compartir, enviar o imprimir este texto,pulse alguno de los siguientes iconos: ¿Desea dar su opinión?
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