545 26 de mayo de 2010 |
Amenazas desde el cielo Ricardo A. Martínez Espinosa En mi escrito pasado culpaba a los videojuegos de habernos hecho creativamente dependientes, aunque al final me desdecía afirmando que la culpa la teníamos todos. Buena respuesta, buena forma de evadir la cuestión. Cuando se culpa a todos, se culpa a nadie. Hoy quiero cambiar de parecer si me lo permiten, pues hay asuntos que nada más no están bien. Y conste que no hablaré de videojuegos, porque luego tendría que confesarles que tengo por lo menos seis meses que compré una consola de estas muy populares color blanco, y luego compré una de esas bandas de rock que me han tenido muy entretenido. También tendría que sincerarme y decirles que es para mí un orgullo presumirles que finalmente he llegado al nivel 70 del muy popular juego de las granjas. Y ni qué decir de la enorme cantidad de horas que pasé en mi infancia dándole duro al control del Supernintendo, o disparándole a patos frente a un perro gordo y burlón. Ni que durante mi maestría estuve jugando como loco al popular juego de fútbol también de una consola muy conocida color negra que un buen amigo llevaba a mi casa los domingos mientras nos engullíamos media pizza del Costco, cada uno con unos finos refrescos de cola y unos cacahuates garapiñados que vendían en el mercado frente a mi departamento. Mejor no entremos en esos temas.
Y les decía que cambio de parecer porque hay cosas en las que sí se puede señalar culpable, y no voy a señalar al programador de los videojuegos. Repito que ése es tema descartado. Hoy me preocupa mucho el poder que puede llegar a tener una voz sobre quienes escuchan por voluntad o por fuerza. Y podría nuevamente decir que sería culpa de cada una de los individuos que decidan escuchar y obedecer, pero hay voces que tienen más peso que otras, y esas voces deberían mostrar más prudencia. Cuando un obispo lanza al fuego un ejercicio estadístico que se hace en nuestro país para el bien de todos. Cuando un religioso llama a que la institución que hace el censo está obedeciendo a “no sé qué inconfesables intereses”, ahí es cuando comienzo a tejer mis sospechas de que a algunas personas el enclaustramiento espiritual no les ha dejado nada bueno.
El debate de responsabilidades nuevamente se abre ¿es culpa de la Iglesia como institución tener a esos voceros tan brutos?, ¿es culpa de los que cada domingo aportan algo para mantener esas agrupaciones y los que las administran? Aquí es cuando pongo en cuestionamiento mi argumento del escrito pasado, porque si señalo que todos somos culpables de los pésimos jerarcas que tenemos en la Iglesia Católica, entonces ya no hay hacia dónde señalar. Y bueno, con estos y otros incidentes que ha habido en esa asociación religiosa en los últimos meses ya debería comenzar a preocuparnos en quiénes estamos depositando nuestra fe.
No porque se hagan llamar “representantes de Dios” tienen el derecho a abrir la boca cuando y como se les dé la gana. De la misma manera que se les pide a los militares que sean juzgados por tribunales civiles cuando cometen un error muy a pesar de sus fueros, así también podríamos bajar a algunos funcionarios de la Iglesia Católica de sus tribunales celestiales y comenzarlos a juzgar aquí por las cosas que hacen y dicen. La reclasificación de las religiones dentro de la encuesta del Censo obedece a un cambio poblacional en México, que sí, definitivamente marca un declive en la preferencia por la opción “católica” que antes era la única que se marcaba con su etiqueta. Pero ¿es culpa del INEGI que la gente esté dejando de confiar en los jerarcas católicos romanos? Y ¿por ello tendríamos que obedecer cuando estos señores piden boicotear por no darles finas atenciones?
Aunque ahora salgan gobierno e iglesia dándose el abrazo de la paz ante los medios, la amenaza y sus posibles consecuencias a mí no se me olvidan. También podemos simplemente decir que se trata de la libre expresión de una sociedad democrática, donde un par de jerarcas se exaltaron y dijeron un par de imprudencias, y olvidarnos del asunto. Pero al menos de algunas voces deberíamos pedir más inteligencia, o para qué les confiamos tanto, como nuestra vida eterna, si van a salir con estas cosas.
http://lasillaquevuela.blogspot.com
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