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6 de agosto de 2010
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Derroche y excesos en el tercero de Ivonne

José Luis Sierra V. 

Si la mera realización de un informe sin Congreso y sin normas ya era un exceso; si la reiterada convocatoria a jaranear entre decenas de miles de parejas acarreadas ya resultaba reprobable; si el gasto de muchos millones, de decenas de millones de pesos en una campaña de Culto a la Personalidad era, jurídica y políticamente, inaceptable; el Tercer Informe Ciudadano rebasó las expectativas de tirios y troyanos debido a que la Ñora del Justam se despojó de cualquier rasgo de vergüenza para mostrarse tal cual es: arribista, mentirosa, autoritaria, corrupta.

 

Nada había en el escenario más que el estrado en el que se posaría Ella. Nadie apareció en el inmenso escenario, más que Ella. No hay otros Poderes en Yucatán; no hay Instituciones sino su voluntad y sus complejos; no hay nada ni nadie con quién compartir logros, con quién disputar méritos, a quién rendir cuentas: No, Sólo Ella. Un solo corazón: Ella es el corazón de todos, el único que vibra y hace vivir.

 

La leyenda del telón lo decía todo: Yucatán 3 años. Nada había antes de Ella y como se ven venir las cosas, nada quedará después de Ella.

 

El Tercer Informe Ciudadano ya no fue en el Congreso. Tampoco en el Teatro de los yucatecos. No, ahora se hizo en una sala de fiestas; fue un reality show que entretejió testimonios dramatizados con el llanto disimulado de Ella y con acordes al 6 x 8 de orquestas jaraneras como murmullos de fondo. “¡Qué exitazo!”, exclamó la siempre profunda y mesurada Adela Micha. “¡Qué envidia de escenario!”, comentó la cultísima Roxana Castellanos, al tiempo que intentaba sujetar la chuchú con el pedacito de tela que conformaba el escote.

 

Cuatro tarimas para igual número de orquestas; en una de ellas, la Sonora Santanera. Cena privada, bueenoo, ni tan privada si fue pagada con el dinero de todos y, además, arribaron más de mil comensales; la inmensa mayoría de esos comensales privados, servidores públicos gracias a Ella, al servicio personalísimo de Ella.

 

Miles de asistentes para ver, escuchar y ser parte –así fuera en calidad de escenario, junto a Enrique Peña Nieto (¡ojo, ya no estuvo Beltrones, ni Beatriz!)- de Los Monólogos de una Ladina. Cinco mil “acarreados de lujo” en la sala del performance. Allí se proyectaron historias engarzadas con las lágrimas de Ella y con la vida difícil de Esa mujer que no admite paralelismos. Hubo rifas y entrega de premios, quesque donados por empresas privadas (SIDASA y Promotora Residencial) a las que la Ñora del Justam les debe llevar sus cuentas de publicidad o, de perdis, sus portafolios de ventas para haberlas metido como parte de “su” informe.

 

Diez mil “acarreados de segunda”, cinco mil parejas traídas a la Gran Ciudá en calidá de bailadores: ¡eso es cultura de la buena, señores, lo demás son chingaderas!, se oyó gritar a un purux disfrazado de mestizo, mientras sonaban los acordes de La Danza del Cochino. “¡Esta Góber sí que sabe zapatear”, exclamó el coordinador de los bailadores de Hunucmá, el encargado de cobrar por los servicios de su gente, que incluían los floreos a la Seño de Dzemul.

 

La fiesta y los derroches no terminaron la noche del domingo, se continuaron el lunes, en la edición de Por Esto! (páginas y páginas, con decenas de fotografías de Ella, en todas las poses, con todos los personajes). ¿Cuánto dirán los malandrines que le pagaron a Marioerre por cada foto, por cada página, por cada elogio? Seguro te quedas corto. Y la fiesta seguiría la semana completa, con los equipos de analistas e informadores de la radio trasladados en pleno, atendidos a cuerpo de rey y con cargo al erario; con las presentadoras de programas de entretenimiento y su séquito completo, con todos los gastos pagados y más, mucho más… ¿cuánto? Lo necesario para que no dieran entrada a los grises y los negros que despuntan por doquier; lo suficiente para que se deshicieran en elogios hacia Ella, la única, la irrepetible, la mujer que, es cierto, no transformó a Yucatán, pero sí lo puso en movimiento. ¡Y vaya que sí! ¡Y a qué precio!

 

 

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