607 20 de agosto de 2010 |
El retorno de la Edad Media Luis Miguel Rionda
El pensamiento conservador suele ser unívoco. Es decir que sólo concibe la existencia de una verdad: la suya. Parte de convicciones absolutas y excluyentes que denomina “dogmas”. Sobre el término dice la Wikipedia: “Un dogma es una doctrina sostenida por una religión u otra organización de autoridad y que no admite réplica, es decir, es una creencia individual o colectiva no sujeta a prueba de veracidad, cuyo contenido puede ser religioso, filosófico, social, sexual, etc., impulsado por una utilidad práctica. La enseñanza de un dogma o de doctrinas, principios o creencias de carácter dogmático se conoce como adoctrinamiento.” Un dogma no se contradice: se obedece.
La reacción de los máximos jerarcas de la iglesia católica en contra de la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación -resolución que declaró válidos a nivel nacional los matrimonios homosexuales, así como su capacidad para adoptar niños-, pone en evidencia que el pensamiento dogmático, propio de la edad media y el oscurantismo, priva en las mentalidades de los potentados que gobiernan la organización eclesial más importante del país. El sombrío cardenal de Guadalajara escupió un odio nada cristiano al calumniar al máximo tribunal del país, así como al jefe de gobierno del DF. Sin prueba alguna, afirmó -y lo sostiene- que éste “maiceó” a los once ministros, es decir que los sobornó. Indignados, pero a su vez temerosos, los jueces máximos emitieron un tibio voto de censura a las declaraciones del lenguaraz patriarca católico.
El ministro Sergio Valls, quien elaboró el proyecto de resolución, defendió la separación entre la iglesia y el Estado como lo establece el artículo 130 constitucional. Pero no se atrevieron a más. Sólo el jefe de gobierno ha tomado acciones legales en contra del vocinglero jerarca. Ya antes el vocero del arzobispado de México, Hugo Valdemar, había tachado al PRD de partido fascista y de ser más peligroso que los narcotraficantes. Eso impulsó a ese partido a presentar queja formal ante el IFE, por esta flagrante violación a la Constitución y al Cofipe.
Falta ahora que la procuraduría y los jueces civiles, así como el Consejo General del IFE, se atrevan a castigar infracciones tan descaradas. La jerarquía de la Iglesia católica olvida que vive en un país de leyes, que se pretende democrático y por lo mismo abierto a la diversidad, a la tolerancia, a las libertades civiles y al predominio del pensamiento liberal y científico. Ya no se valen nuevas cristiadas. Es decir, que México en el siglo XXI no puede aceptar la imposición intolerante de las verdades absolutas e incuestionables, los dogmas, que son siempre defendidos con el único argumento de la autoridad: “lo digo yo, así que tú debes creer”.
La iglesia católica, en particular su élite, ha combatido desde la colonia todos los intentos de modernizar el país, así como de abrir las mentalidades de los católicos a la riqueza del pensamiento diferenciado, contrastante, divergente. Se condena la existencia de otros modelos de familia, cuando el actual modelo judeo-cristiano-occidental tiene apenas 800 años de existencia. Simplemente échenle un ojo al libro de Stephanie Coontz, “Historia del matrimonio. Cómo el amor conquistó el matrimonio” (Gedisa, Barcelona, 2006). Una cita: “La Iglesia en sus primeros siglos no estableció reglas elaboradas que hicieran un matrimonio legítimo. Un papa propuso que un matrimonio debía efectuarse en la iglesia para ser válido. Pero sus obispos señalaron que tal cambio convertiría a la mayoría de los niños de Europa en ilegítimos. Así que la Iglesia decidió que un hombre y una mujer estaban casados si habían intercambiado “palabras de consentimiento”, incluso si lo habían hecho junto al granero, sin ningún testigo ni en presencia de un sacerdote. No fue sino hasta 1215 que la Iglesia católica convirtió el matrimonio en un sacramento, y hasta 1563 que empezó a imponer reglas que obligaban a que se realizaran ciertas ceremonias para que un matrimonio fuera legítimo.”
Hoy día los homosexuales han visto restablecido su estatus de ciudadanos de pleno derecho. Uno de esos derechos es el de matrimoniarse libremente con la persona amada, sin importar el género. Otro derecho que se intentó enajenar es el de adoptar un niño en situación de abandono u orfandad. La ley y las normas mexicanas permiten la adopción sólo cuando se cumplen requisitos rigurosos, que aseguren el futuro del infante y que éste no pueda verse sometido a abusos, explotación o ataque a su integridad física y moral. Los matrimonios homosexuales deberán reunir los mismos requisitos que se demanda a los heterosexuales. Es posible incluso que le sea más fácil a una pareja gay ser altamente responsable, que a las familias straight, que con frecuencia son disfuncionales, violentas, irresponsables, discriminatorias y explotadoras.
Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com
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