610 25 de agosto de 2010 |
FRONTERA CRÓNICA El regreso a clases tras los daños del Huracán Alex nos enfrenta de nuevo con la realidad cotidiana. No la realidad de los tiroteos a cualquier hora del día, de los bloqueos para cubrir fugas o mostrar quién gobierna la ciudad, de las clandestinas tumbas masivas que le han brotado en los alrededores a la ciudad, de los levantones discriminados e indiscriminados, de los encuentros de cadáveres al aire libre como si fueran basura, sino la realidad cotidiana de la gente que no participa en la guerra entre gobierno y narco. Magisterio y alumnado, tan vapuleados por exámenes que sólo fijan su atención en los resultados y pasan por alto los procesos de enseñanza-aprendizaje, regresaron a las escuelas después de haber terminado el curso anterior con una especie de muerte súbita gracias a los daños provocados por las inundaciones. Y si antes del huracán pensábamos que la vialidad en Monterrey era un caos, tenemos que reconsiderar y reconocer que esto se volvió un caos casi cósmico. Un trayecto que normalmente requiere una hora, me ha exigido casi dos. A pesar de levantarme veinte minutos más temprano, a pesar de salir de casa quince minutos antes de lo acostumbrado, a pesar de no detenerme a comprar café y galletas, a pesar de haberme armado de paciencia, llegué tarde a trabajar y anduve toda la mañana con un hambre y un humor de los mil y un diablos. Y no es para menos, porque para cuando llegué a mi destino ya iba cansado, fastidiado, y sin siquiera haber iniciado las labores del día. Si antes nos desplazábamos a una velocidad promedio de cuarenta, ahora lo hacemos a menos de veinte kilómetros por hora. Al ver esto, digo: ¿dónde quedaron los beneficios del Foro Universal de las Culturas, dónde los del Paseo Santa Lucía? ¿Y todavía quieren agregar un escollo más: el estadio de futbol de los Rayados? Ahora es cuando notamos lo lamentable de no haber desarrollado más líneas del metro. Y lo peor de todo es oír a los reporteros diciendo que la vialidad está muy bien. Claro, vista desde un helicóptero. ¿Por qué no reportean desde un auto tratando de avanzar por Morones, Constitución o Nogalar? Y ni modo, las clases tienen que continuar. A pesar de las quejas en contra del profesorado, como si, para juzgar la educación, todos fuéramos pedagogos; como si cualquiera pudiera lidiar con arriba de cuarenta alumnos por grupo y no morir en el intento. Supongo que, en días como éstos, no ha de faltar quién se atreva a reclamar (igual que veinte años atrás mi hijo menor): ¡Yo no sé quién inventó la escuela! Como si el caos vial fuera culpa de maestras y maestros y no de las autoridades que tenemos. Bien merecidas, al parecer. http://fronteracronica.blogspot.com/
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