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24 septiembre 2010
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Hidalgo, dicharachero y divertido
Ricardo Morales Pinal

“Me explicó que en la lengua de sus padres
vudú quiere decir espíritu divino. Mi muñeca
representaba a Erzuli, loa del amor y la
maternidad. Madame Delphine me hacía
 rezarle a la Virgen María, una diosa que
no baila, sólo llora, porque le mataron
a su hijo y porque nunca conoció
el gusto de estar con un hombre.”
La isla bajo el mar, Isabel Allende

Cual futbolista de la selección mexicana, “el Miguelón” sabía divertirse en su Pequeña Francia ante la indignación de las almas pías de San Felipe Torres Mochas –lugar de su destierro de Valladolid donde había sido rector- y el recelo de las autoridades eclesiásticas y la non sancta Inquisición.

Hombre de grandes pasiones es el que nos ofrece Demián Bichir en su caracterización de Miguel Hidalgo, en esa “historia jamás contada” de Leo Mendoza y Antonio Serrano. Un cura ilustrado que ama la vida y se identifica con ese nuevo Cristo que anda, como dice la canción, “llaga en el pecho y cruz en la espalda”. Un hombre irascible y compulsivo que sabe odiar, no a su prójimo, sino a la hipocresía y a la doble moral. Pero que también sabe y puede amar, no a la verdad, sino a su prójimo sobre todo si éste es del sexo opuesto en donde sabe encontrar las delicias del amor y sus frutos. En fin, un hombre que transpira pasión por todos los poros. Por eso es llano y pecaminoso que sabe bailar los sones prohibidos de la época y que ama la libertad; al igual que la esclava Zarité –ese extraordinario personaje de La isla bajo el mar- que encontraba la felicidad “al moverse al son de los tambores”.

Un hombre, sobre todo un hombre, que solamente quiere ser feliz. Que no busca el poder sino que cuestiona al establecido que se basa en la explotación y el odio. Que entiende la igualdad del género humano en su esencia, más allá de lo convencional y lo aterriza en el contacto personal directo, es decir en el amor al prójimo y que goza y sufre con intensidad su propia vida que comparte con hermanos y amigos que lo acompañarán hasta el suplicio y la muerte en las lejanas tierras del norte.

Un hombre que será arrastrado por la vorágine de la revuelta con su secuela de odio y sangre y que a pesar del sufrimiento y el pavor que le provocan no se detendrá –o no podrá detenerse- en su lucha libertaria y que nunca sabrá en qué momento dejó de ser –dice de sí mismo- dicharachero y divertido.

“Hidalgo: la historia jamás contada”, es una película que usted, estimado lector, no debe perderse.

 

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