cabeza
Google
fechalere

portada70

 

onglogo

iconkult

barraploata

alerelogo

 

 

 

 

barraploata

index15

barraploata

indinda

barraploata

sanind

barraploata

vilind

barraploata

EN TORNO A LA AUTONOMÍA
UNIVERSITARIA
Ernesto Villarreal Landeros

alerelogoA cuarenta años de distancia, a riesgo de no recordar con claridad detalles y particularidades, intentaré hacer una revisión crítica y autocrítica de dicho proceso político en el que tuve una rica participación en mi condición de un joven maestro universitario (25 años de edad), integrante del Consejo Universitario y miembro activo y dirigente tanto del Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León como de la Célula “Ángel Martínez Villarreal”, del extinto Partido Comunista Mexicano (PCM), plenamente comprometido con la lucha por la democracia universitaria.

Para poder entender o interpretar adecuadamente el proceso político relativo a la Autonomía Universitaria en Nuevo León es preciso ubicar el contexto histórico en que se desenvolvió y para ello, distinguimos tres factores significativamente influyentes:

Un primer aspecto lo constituía el plano internacional que se nutría en ese entonces con la “guerra” de Vietnam, las luchas guerrilleras de Centro y Sudamérica, la todavía fresca y promisoria Revolución Cubana y sin duda la referencia emblemática del Che Guevara y su apostolado que se tradujo en un innegable espíritu de rebeldía no sólo en el Continente Americano sino en el mundo entero, contemporizando con las grandes movilizaciones universitarias de Japón, Francia, Estados Unidos y otros países, y las tesis revolucionarias de Heber Marcus, Jean Paul Sastre y Mao Tse Tung, entre otros.

En segundo lugar, es preciso destacar las luchas políticas libertarias en nuestro país que jugaron un papel relevante: la de los ferrocarrileros encabezados por Demetrio Vallejo y Valentín Campa aunadas a las luchas de los médicos, de los maestros con Othón Salazar a la cabeza, de los electricistas, de las luchas campesinas con Rubén Jaramillo al frente, la inmediata anterior represión del Movimiento Estudiantil Magisterial del 68 y por supuesto, la incipiente lucha guerrillera de nuestro país, también jugaron un importante papel en la motivación de la lucha autonómica.

En tercer término, la efervescencia estudiantil local de la que la mayoría de activistas y dirigentes provenían de la Juventud Comunista, del Grupo Espartaco, de los Jóvenes de la Masonería (Ajefistas) y algunos sectores de izquierda de propio PRI, en íntima vinculación con el entonces Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León, que mostraban su deseo de emanciparse del férreo control político del gobierno del Estado, reivindicando la lucha por más espacios democráticos y por una modificación a los planes de estudios, fue el detonante que sirvió para iniciar la chispa de la lucha universitaria de esa época.

Si algo hay que reivindicar de ese período es el binomio estudiantil-magisterial que tuvo como sustento atingente la dirigencia del Consejo Estudiantil, que entre otros alumnos recuerdo que lo integraban Eduardo González Ramírez de Economía, Héctor Cerda Serna de Preparatoria 3, Fermín Montes Cavazos de Agronomía y Héctor Camero Haro de Medicina y del Comité Ejecutivo del Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Nuevo León a cuyo frente se encontraba el compañero Carlos Ruiz Cabrera.

Desde una perspectiva histórica, es inevitable señalar que este aciago período de lucha universitaria ha sido la época en que la izquierda regiomontana con todos sus matices, dogmas escisiones y vanguardismo estuvo en el zenit merced a su significativa influencia que ejerció entre maestros, estudiantes, trabajadores universitarios y diversos sectores progresistas de la sociedad, que logró la única experiencia hasta ahora vivida de que el Consejo Universitario nombrara directamente al Rector de la Universidad, sin ingerencia alguna del gobierno del Estado, ni de los intereses oficialistas, ni de la iniciativa privada, ni del clero, ni de los medios de comunicación por muy influyentes que eran como lo son, ya que el doctor Oliverio Tijerina Torres, a la sazón Rector de la Universidad era una figura académica, progresista, con alto sentido de la proyección social de la Máxima Casa de Estudios y que por lo tanto no obedecía como no obedeció a los intereses de la plutocracia regiomontana y el poder público establecido.

Tengo la clara idea de que las fuerzas democráticas de aquella época, no obstante que contábamos con un importante número de intelectuales, académicos y artistas de primerísimo nivel no tuvimos la capacidad de conformar un proyecto universitario acabado que contemplara los aspectos de la academia, la investigación, la cultura, la salud, el deporte y la vinculación de la Universidad con el resto de la sociedad.

Sin embargo, justo es decir que hubo avances y mejoría en el ámbito académico, estudiantil y sindical al fortalecerse una apertura ideológica, una producción y formación de cuadros académicos, así como la edición de materiales didácticos que le daban una orientación pretendidamente vanguardista, particularmente en las escuelas preparatorias y no pocas facultades, con una rica transformación legislativa en el ámbito universitario que permitió una mayor participación política de los estudiantes en la toma de decisiones al incorporarlos en forma paritaria con los maestros tanto en las Juntas Directivas de las Preparatorias y Facultades como en el Consejo Universitario y la consecución de significativos incrementos en los salarios y prestaciones de los trabajadores universitarios.

Fueron las luchas intestinas entre los grupos de izquierda las que dieron al traste con el avance democrático de la vida universitaria aunadas al permanente acecho del gobierno del Estado por reprimir y coptar dirigentes y por otra parte, la traición de varios de éstos que se sometieron a los designios del gobierno en turno.

Recuerdo que fue en mi Despacho Particular ubicado en ese entonces en la calle Zaragoza 145 norte, en el mes de Marzo de 1971 en el que nos entrevistamos para discutir lo relativo a la vida política de la Universidad una representación del Ulisismo integrada por los ingenieros Ulises Leal Flores, Fabián Navarro Arras y Fernando Valerio, y por otra parte, los compañeros licenciados Tomás González de Luna, Juan Ángel Sánchez Palacios, el ingeniero Pablo Morales Pinal y el suscrito, en nuestro carácter de integrantes del Buró Político de la Célula “Ángel Martínez Villarreal” del extinto Partido Comunista Mexicano.

En dicha Sesión, que conforme transcurría el tiempo se hacía más tórrida y ríspida, finalmente se rompió la alianza política entre ambos grupos y a raíz de ello se desató una férrea confrontación intestina entre los grupos progresistas de la Universidad, debido fundamentalmente a que el grupo Ulisista que contaba con el apoyo de los Comunistas para impulsar el ingeniero Héctor Ulises Leal Flores como Rector de la Universidad se resistía y finalmente se negó a conceder la Secretaría General de la Universidad y otros cargos menores.

Es preciso señalar como antecedente que durante los primeros días de Enero de 1971 la fracción universitaria de comunistas en una de sus sesiones determinó apoyar y lanzar como candidato a la Secretaría General del Sindicato de la Universidad a un aliado político recayendo dicha designación a favor del ingeniero Fabián Navarro Arras quien encabezó un Comité Ejecutivo para el período 1971-1793. Dicho antecedente cobra importancia porque en dicha época todos los Secretarios Generales electos habían sido miembros del Partido Comunista Mexicano a excepción del primer Secretario General el doctor Ángel Martínez Maldonado designado por la Asamblea Constituyente.

En medio de dicha confrontación, los Ulisistas arrecian su ofensiva y empiezan a dictar medidas políticas, administrativas y sindicales encaminadas al aniquilamiento de los comunistas, que ante dicha agresión nos vimos obligados a aliarnos con los grupos de las Facultades de Contaduría Pública, Ingeniería Mecánica y Eléctrica y Medicina, participando en ésta última el incipiente grupo de la “Bata Blanca” integrado fundamentalmente por los doctores Luis E. Todd Pérez, Roberto Moreira Flores, Amador Flores Aréchiga y Alfredo Piñeyro López, como dirigentes, en una estrategia defensista para contrarrestar los embates de los Ulisistas que ya para entonces contaban con el apoyo del gobierno de Luis Echeverría Álvarez.

Sin embargo, la oposición a las medidas políticas autoritarias del ingeniero Héctor Ulises Leal Flores y sus aliados en contra de los grupos opositores provocó una lucha encarnizada y gradualmente el Ulisismo fue perdiendo fuerza y apoyo del gobierno federal al extremo de que éste último designó al Secretario de Educación Pública ingeniero Víctor Bravo Ahuja, para convocar a los Ex-Rectores a la elaboración de una nueva Ley Orgánica, misma que el entonces Gobernador Eduardo A. elizondo se negó a promulgar renunciando al cargo, designando el Congreso del Estado al licenciado Luis M. Farías como Gobernador Sustituto quien como primer acto de gobierno ordenó publicar dicho ordenamiento jurídico.

Como respuesta política a las agresiones de los Ulisistas los Comunistas nos vimos obligados a promover la destitución del ingeniero Fabián Navarro Arras como Secretario General del Sindicato de la Universidad en el mes de Enero de 1973, justo un mes antes de que terminara su período, nombrando un Comité Ejecutivo Provisional encabezado por Carlos Ruiz Cabrera con dos encomiendas específicas: la firma del Contrato Colectivo para el año 1972, que se hizo efectiva con el nuevo Rector doctor Lorenzo de Anda y Anda ya nombrado por la Junta de Gobierno, órgano contemplado en la nueva Ley Orgánica y convocar a elecciones el día 5 de Febrero de 1973 para renovar el Comité Ejecutivo y la Comisión de Honor y Justicia del Sindicato, proceso eleccionario que se efectuó en el Aula Magna de la Universidad en donde se eligió un Comité Ejecutivo encabezado por el suscrito.

No obstante ello, el Comité Ejecutivo Sindical depuesto encabezado por el ingeniero Fabián Navarro Arras también convoca a elecciones proceso que se lleva a cabo en la Escuela Industrial Álvaro Obregón.

Ante estos dos procesos eleccionarios el Tribunal de Arbitraje del Estado con base en los documentos consistentes en las miles de firmas de apoyo al Comité Ejecutivo encabezado por Ernesto Villarreal Landeros resuelve registrar al nuevo Comité Ejecutivo encabezado por dicho compañero.

En Agosto de 1973 antes de las renuncias del doctor de Anda y de Anda como Rector de la Universidad y el ingeniero Abelardo Perches Yturriaga, en su condición de Secretario General ocupa la Rectoría con el carácter de interino el licenciado Genaro Salinas Quiroga Ex-Director Jurídico de la Universidad, quien durará en su encargo dos meses aproximadamente nombrando posteriormente la Junta de Gobierno como Rector definitivo al doctor Luis Eugenio Todd Pérez, quien tuvo como una de sus iniciales tareas firmar el Contrato Colectivo de Trabajo de 1973 con el Comité Ejecutivo del Sindicato encabezado por el suscrito.

La llegada del doctor Todd Pérez a la Rectoría, que tuvo un desempeño equilibrado y conciliador, es el inicio de un largo período de control político por parte del grupo de la “Bata Blanca” hasta la llegada a la Rectoría del doctor Alfredo Piñeyro López.

Éste último, siniestro y pernicioso personaje universitario, rabioso anticomunista, fascista por convicción, de tendencias germanófilas y espíritu castrense y policiaco encuentra en su rectorado un extraordinario apoyo e impulso por parte del gobierno del Estado encabezado por el Gobernador Alfonso Martínez Domínguez, de infausta memoria, cuyo gobierno para complacer a la burguesía local se caracterizó por reprimir y perseguir no sólo a los militantes de izquierda y del campo democrático, sino todo signo de disidencia y oposición al interior de la Universidad, así como de la Escuela Normal Superior del Estado, de la Organización Tierra y Libertad y otros espacios democráticos.

Después vendrán los días aciagos e inócuos de los rectorados de Gregorio Farías, Manuel Silos, el porril Reyes Tamez Guerra y Luis Galán Wong, que se caracterizaron por llevar a la Universidad a planos lastimeros pues el nivel académico y la proyección cultural descendieron notablemente, se mantuvo la línea política del sometimiento a toda costa y por supuesto campeó el autoritarismo ramplón que evitó que muchas voces aportaran proyectos e iniciativas políticas y académicas para mejorar el nivel y la imagen de la Universidad.

Lo menos que podemos decir es que con nuestra escisión de las fuerzas democráticas, “la derecha” aprovechó el espacio y con el franco y decidido apoyo del gobierno del Estado, éste recuperó el control político de la Universidad, y por ende de los estudiantes y por otra parte del sindicato universitario.

Lo anterior trajo consigo que nuestra Universidad se vinculara más que nunca con los intereses empresariales, clericales y trasnacionales destruyendo todos los avances logrados en la época de la conquista de la autonomía universitaria, imprimiendo un ambiente impulsor de estudiantes despolitizados, egoístas, individualistas, pragmáticos, eficientistas, divorciados de la realidad social y más aún del humanismo que debe pernear en toda institución de educación superior.

Justo es señalar sin embargo que las actuales autoridades universitarias encabezadas por el Rector ingeniero José Antonio Treviño González han impreso un nuevo sello en la conducción de la Universidad y han logrado la consolidación de planes y proyectos académicos y científicos que le dan un dinamismo y un reconocimiento a nuestra Máxima Casa de Estudios, impulsando de manera extraordinaria la labor cultural y editorial, que permite que dicho Centro de Estudios Superiores recupere espacios de respetabilidad y credibilidad ausentes durante varios lustros.

Lo anterior, no obstante que el debate y la discusión política y académica han estado ausentes, con una lamentable desmovilización de los estudiantes incluso de los profesores, llegando al extremo de autocensurarse éstos últimos en su participación política ante el ambiente que prevalece.

Por ello, frente a los embates del neoliberalismo resulta imperativo impulsar una lucha universitaria no sólo contra la penetración cultural predominantemente anglosajona-estadounidense sino encaminada a recuperar el pluralismo ideológico, con estudiantes nutridos de conciencia social y formación humanista, encaminados de manera crítica y propositiva a contribuir a la transformación de las lacerantes condiciones socioeconómicas prevalecientes en nuestro entorno, particularmente en relación a los sectores sociales más desvalidos, por lo que las nuevas generaciones tienen la palabra.

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

uanlind

15h2

qh2

1
2