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CENTENARIOS
Y BILIMBIQUES*

Francisco Valdés Ugarte**

pltkNuestros festejos centenarios (bien ahorrados por 200 y 100 años, respectivamente) se convertirán en fiestas bilimbiques (nombre popular del inservible papel moneda que emitían los revolucionarios), en el año del bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución.
El secretario de Hacienda anunció en foro del Senado de la República que el año próximo será peor que el actual y que drásticos recortes al gasto son inminentes. Salvo que ocurriera una inesperada decisión contraria a nuestras tradiciones, el pronóstico es peor para lo que más importa: los proyectos de futuro depositados en el desarrollo local, el educativo, el científico y el tecnológico. También otros sectores sufrirán, pero pesarán más sobre éstos, cautivos e indefensos.
Como crónica de un desastre anunciado puede observarse la situación de los municipios, a la que EL UNIVERSAL dio amplia cobertura los primeros días de la semana que pasó (10 y 11/VIII/09). El municipio está en quiebra. Da vergüenza que la sencillez con la que el Constituyente de 1917 pensó la base económica de la vida comunitaria haya sido irrealizada por el autoritarismo y desconocida por la nueva democracia. En su texto original, el artículo 115 en su fracción segunda señalaba que “los municipios administrarán libremente su hacienda, la cual se formará de las contribuciones que señalen las legislaturas de los estados y que, en todo caso, serán las suficientes para atender a sus necesidades”.
La realidad corrió en sentido contrario. Nunca se estableció un sistema tributario que empezara del municipio hacia arriba, sino al contrario: a final de cuentas la recaudación terminó centralizada y el erario distribuido de arriba hacia abajo.
La obsesión de poder y el centralismo concomitante llevó a que aquel mandato constitucional se convirtiese en un esperpento ilegible, incumplible y regresivo que nadie se atreve a tocar y que opera como norma que transfigura la Federación en letra muerta y puja de poder interminable.
Los datos son elocuentes. La autonomía financiera de los municipios, medida como la razón entre ingresos propios e ingresos totales, es de sólo 23% a nivel nacional (EL UNIVERSAL 10/VIII/09, pág. A12, investigación de Evangelina Hernández e Ignacio Alvarado). Esto quiere decir que en promedio los recursos de los municipios son provistos en más de tres cuartas partes por fuentes externas a él. Solamente los municipios de un estado, Baja California Sur, superan en promedio la mitad (52%) de su total de ingresos con recursos propios. Los demás municipios de todas las entidades del país obtienen menos de la mitad de sus recursos por sí mismos.
La conclusión es inevitable: bajo estas circunstancias hacendarias el régimen municipal es insostenible. Es prácticamente una ficción desde el punto de vista de su consistencia como unidad política de la ciudadanía en su espacio territorial.
El nudo del problema no está únicamente en la cantidad de impuestos que el Estado mexicano recauda, sino en la distribución geográfica y la naturaleza de la misma. La “Federación”, que no es tal, sino el gobierno central, recauda más de 90% del total de los recursos fiscales de los que se nutre la nación para sus servicios públicos. Por eso los gobernadores, verdaderos señores feudales a pesar de la democracia, pelean con los dientes los recursos y manipulan la realidad política de sus entidades para conseguirlo.
Con las reglas constitucionales vigentes es imposible revertir esta situación pues son ellas mismas la causa de esta realidad conformada durante décadas. Mientras las legislaturas de los estados no reciban de vuelta las atribuciones que la Constitución de 1917 en su texto original les confería o, si no las mismas, un sistema de normas equivalente a aquéllas para la realidad actual, los municipios carecerán de vida propia y serán instituciones mendicantes de los recursos acumulados nacionalmente, fuente de irresponsabilidad política, de corrupción y de indiferencia ciudadana.
Con la enorme concentración de los recursos, el Estado mexicano es un gigante con pies de barro que se le diluyen progresivamente. El anuncio del secretario de Hacienda, señor Carstens, en el sentido de que los dineros programables serán del todo insuficientes para cubrir las necesidades del país en este y el próximo año, es aterrador. Por lo pronto, la caída en las participaciones federales a las entidades federativas, según la misma fuente, fue de 21% en el primer trimestre. Esta situación coloca en riesgo de quiebra a 95% de las alcaldías.
Llegaremos a 2010 y a los festejos centenarios en situación de quiebra fiscal, sin mucho que celebrar y acaso observando cómo la recuperación se inicia en otras latitudes mientras aquí se profundiza y prolonga la crisis económica.

* El Universal, 16 de agosto de 2009
** Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM
ugalde@unam.mx

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