Simplemente no la entienden
Claudio Tapia Salinas
Monterrey.- Los impostores de la representación simulan que son capaces de llevar a cabo la tarea legislativa. Pero no saben cómo. La mayoría de los diputados al Congreso del Estado de Nuevo León que se sienten legitimados por el voto que, ingenuamente, les seguimos dando (que están ahí por la decisión de la cúpula de sus partidos) son “legisladores” que no tienen idea de lo que es la técnica legislativa; menos aún de los más elementales principios de derecho administrativo y constitucional.
En el programa televisivo “Cambios”, los diputados Juan Carlos Ruiz, del PAN, y Francisco Cienfuegos, del PRI, al tratar de justificar las razones por las que las reformas constitucionales no fueron votadas para dar paso a la trillada Ley de Participación Ciudadana, exhibieron más de su ilegitimidad, su ignorancia e ineptitud.
Bueno, no podemos exigirles que sean todólogos, me dirán, pero resulta que para suplir las deficiencias provenientes de su improvisación, se les asigna una buena tajada presupuestal (de la que disponen libremente sin rendir cuentas a nadie) para contratar especialistas en derecho y ciencia política. Pero su voracidad y arrogancia no los deja asesorarse. Su soberbia les impide saber que no saben. Aunque sé que es inútil, me atrevo a sugerirle al par de legisladores fallidos, algunas meneadítas al cazo para que deje de hacérseles bolas el engrudo.
Las candidaturas independientes y la revocación de mandato, son materia electoral, por lo que esos asuntos deben incluirse en las urgentes reformas a la Ley Electoral del Estado, que, por supuesto, tampoco aprobarán. La razón es simple, si se obtiene la representación o el mandato por medio del voto, reducirlo, ampliarlo, ratificarlo o revocarlo, se debe hacer de igual manera, es decir, votando. Por tanto, esas figuras deben excluirse de la iniciativa de la Ley de Participación Ciudadana, no sólo porque les hace mucho ruido y les da miedo, sino por respeto a la más elemental técnica legislativa.
Ahora sí, en materia de participación ciudadana, tanto la doctrina como el derecho positivo suelen dividirla en dos grandes rubros. Por una parte, están los instrumentos de Participación Ciudadana: el plebiscito, el referéndum, la iniciativa popular, la consulta popular, la auditoría ciudadana, la colaboración comunitaria, la audiencia pública, las unidades de quejas y denuncias, la difusión pública y transparente de los actos de la administración, y cuestiones semejantes. Esto implica, en paralelo, una reforma a la Ley Electoral del Estado, en el capítulo relativo a la Comisión Estatal Electoral, quien sería la responsable de llevar a cabo la organización de buena parte de los instrumentos mencionados.
Por otra parte (que no es menos importante ni determinante) están las organizaciones de Participación Ciudadana, incluyentes y democráticas, tales como los Consejos Directivos y Consultivos de las diversas dependencias de la administración pública estatal y municipal, creadas para que pueda participar una pluralidad significativa de ciudadanos elegidos por ciudadanos (no sólo los invitados de siempre por el gobernante en turno). El órgano de representación ciudadana para participar en la asignación y destino del gasto público (presupuesto participativo), por ejemplo, sería uno más de estos organismos. Esto implica, adicionalmente, una reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública del Estado.
Fijar las reglas que regulen la participación en los asuntos públicos que atañen al ciudadano, crear espacios para que este exprese su interés y conozca lo que le toca hacer, y lograr que el poder público se ejerza con la legitimidad y con la autoridad moral que sólo la ciudanía puede otorgar con su participación, son los propósitos que animan a la iniciativa ciudadana que los legisladores debieran revisar, debatir y votar; es decir, legislar. Pero no lo harán porque no le entienden; pretextos para encubrir su mezquindad, ruindad y falta de voluntad política, no les faltarán.
Adenda: Seguir sentados en la fingida mesa de discusión y análisis de la iniciativa en la que los impostores de la representación hacen como que escuchan, es hacerle el juego a la simulación.
Para dejarlos solos en su monólogo, para exhibir su inutilidad e ilegitimidad, y para negarles el voto, no se necesita permiso de ley alguna.