Te leí, Eligio
Graciela Salazar Reyna
Monterrey.- Tengo la manía de guardar artículos y libros, para después, porque me tiene entretenida uno en particular o porque en ese momento no se me antoja tomar otro y hacer a un lado los que tengo en turno. Es el caso de tu colaboración Eligio Coronado [15diario, 24-FEB-2016] donde pretendes tratar de “El cuchillo y la Luna”, poesía reunida de Samuel Noyola, por Conarte y Ediciones El Tucán de Virginia.
Lo aparté entre mis lecturas pendientes, porque tuve la idea de que me encontraría con una reseña del mismo, oh, desilusión; Eligio, apenas unos versos de Loyola, puestos allí descontextualizados sin analizar ni ir a fondo.
Un comentario de que no se sabe dónde está el poeta y muchos lugares comunes como “la voz de cada poeta es única”. Cuando parece asomar una posibilidad de opinión en torno a matices e influencias o similitudes con otros poetas, nos dejas Elgio, con el solo e insuficiente argumento de que es “impensable atravesar el mar de la lectura sin consecuencias”, otro lugar común.
No obstante, más de una vez invitas a no menospreciar los hallazgos de los nuevos, jóvenes poetas, incluso terminas tu artículo insistiendo “otorguémosles el beneficio de nuestra credulidad mientras afinan la pluma y aprenden a sacudir conciencias...”; lo cual, nada tiene que ver con la producción del poeta en cuestión. Quien, dicho sea de paso, nunca estuvo en el sitio de precariedad literaria, por el contrario; sin contar con que su obra temprana fuera bien respaldada y con todo merecimiento, por supuesto.
Me pregunto si tu insistencia Eligio y tu paternalismo no son un acto de contrición de tu propia conducta y extrañamiento, en otro tiempo, justo hacia esos poetas “nuevos o jóvenes”. Desde luego, cabe siempre la reivindicación.
Lo cierto es que no existe una tradición de crítica literaria en nuestra localidad y tal vez deba empezarse a ejercitar, no para menospreciar ni ensalzar a nuevos creadores que sería poco inteligente sino por poner en práctica el análisis, hasta donde la objetividad y la honestidad permitan propiciar, precisamente, la creación con honradez y autocrítica que tanto se precisan en los actos creativos y en todos los espacios.