El celestino de las ilusiones perdidas
Roberto Guillén
Somos un juguete de nuestras propias vanidades.
Balzac
Monterrey.- Hace como unos 20 años era lector de tres articulistas que semana tras semana se lanzaban duro y a la cabeza contra el Padre de la Impunidad en México: Lorenzo Meyer, Adolfo Aguilar Zinzer y Jorge G. Castañeda. Con el tiempo, uno va teniendo acceso a otras lecturas y va perfilando sus preferencias.
En mi caso, Juan Rulfo y Juan José Arreola significaron un hallazgo que me abrió el universo por la belleza de la Palabra. Desde entonces fui perdiendo todo interés por los áridos articulistas que no me brindaban el placer de un texto literario.
Sin embargo, sigo abrigando una posición crítica contra los resortes del Sistema, como lo es el caso de Héctor Aguilar Camín, a quien considero un exquisito apologeta de la simulación política en México, no obstante las disfrutables florituras que nos extiende a través de sus obras.
El caso de Castañeda y sus Amarres perros –editorial Alfaguara– me brindan una excelente oportunidad de citar un parafraseo con sabor a Carlos Marx: El ego es la partera de la historia. El celestino de las ilusiones perdidas encuentra en su políglota ego parisino “la omnipotente embriaguez” para sostener un tete a tete con la potencia de nuestro tiempo. No cabe duda que la mexicanísima e histórica enchilada completa fue una dialéctica mentada de madre para los gringos. Bien por el güero Castañeda, bien.
Que dice Gracián que los hombres estamos hechos a remedios
Antes de chutarme las 632 páginas de los Amarres perros, me encontraba leyendo ¿Águila o Sol?, donde palabra por palabra el gran Octavio Paz nos deslumbra con su prosa poética. En el caso de Castañeda, lamentablemente su libro confirma la daga sarcástica de Monsiváis: Es literatura de volanteo. No obstante, nuestro Luciano de Rubempré simpáticamente escamotea su rutilante megalomanía entre las almohadas de los refranes: no hay mal que por bien no venga, ponle Jorge al niño, lo bailado ya nadie me lo quita, and so on.
Internarse en los vericuetos de Celestino Castañeda también espejea con los herederos de Octavio Paz –quien después de encandilarnos con su “pasión crítica” terminó dormitando en los brazos del Sistema– como es el caso de Christopher Domínguez Michel, un portentoso gólem de la erudición, pero actualmente convertido en un cátaro de cristal cortado, frente a un febril protagonista que le rompió el hímen a la partidocracia con la propuesta de las candidaturas independientes, que hoy son una palpitante realidad. Es decir, le propinó una patada en el trasero a lo que acertadamente llama el mexicanísimo rechazo ontológico al altercado.
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La síntesis del ego-manifiesto
Pero si usted no quiere, o no tiene dinero, o simplemente no quiere leer las 632 páginas que integran el frenético Ego-Manifiesto del Monsieur Engagé, a continuación le presento una serie de palabras claves que epidérmicamente salen expulsadas desde la psique de su “ego indómito”:
“La Perrada” ,”La Comentocracia”, “marxistas guadalupanos”,“ Ni modo”, “Sine qua non”, “las carcomidas huestes castrófilas”, “mi insaciable ambición”, “sensación de embriaguez omnipotente”, “encandilamiento pigmaleónico”, “bandazos imperdonables” “esquizofrenia analítica”, “tacañería descarada”, “capacidad infinita de arguendeo”, “mosaico de paradojas”, “si no te alineas, no metes gol”, “esquizofrenia existencial”,“ mundo”, y “no me siento capaz de convivir de tiempo completo con una mujer cuya vida entera sea… Yo”.
O sea, el Frank Sinatra y su neoyorkino exitazo my way, se quedó chiquito, chiquitito…
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Una currícula de novela
El Celestino de las Ilusiones Perdidas fue militante del Partido Comunista Francés, gemelo del malentendu Regis Debray, Ghostwriter de García Márquez y Lopez Portillo; fallido Maquiavelo de la profesora Elba Esther Gordillo, el Celestino de Martha Sahagún, la cosmopolita simpatía de Lorenzo Zambrano, un aliado de dominó en la cartera de Carlos Slim, malqueriente de Cuauhtémoc Cárdenas. Un “vecino” de Colin Powell, que parisinamente estrella su copa con Dominique de Villepin, biselado con ese charming de ponerle mute a la lengua de Moliere y largarse a las tuberías de Tepito para ponerle Jorge al niño.
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La Paty Chapoy que todos llevamos dentro
(Una explicación de su debacle) residió en una renuencia consuetudinaria a leer, estudiar, discutir en serio (no debatir y reafirmar sus posturas preexistentes), a rodearse de algo más que acólitos, y a administrar su agenda y su tiempo. Dependía de ellos para saber qué decían los periódicos, los libros políticos, los opúsculos especializados… no niego haberme equivocado en mis cálculos con Elba Esther, esperando demasiado de ella. Pero sus errores la condujeron a la cárcel y al escarnio público, y los míos sólo a fracasos políticos que con gran probabilidad hubieran ocurrido de cualquier manera.
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Monsieur Engagé y la política del avestruz
Mi problema siempre ha sido el timing: me equivoco en el momento de tener razón. Suelo adelantarme a los tiempos, por prisa, ansiedad y prepotencia, creyendo que la fuerza de los derechos y los argumentos, junto con una elocuencia teórica al exponerlos, bastan para el triunfo en cualquier escaramuza política. Como además me desespera la obsesión mexicana por el respeto a las formas y la temporalidad, mi desfase con colegas, adversarios o aliados en México, en mil y un batallas, es marcado y proverbial.
La confesión novelesca me recuerda el bello filme francés Tous le matins du monde, donde inicia con el jeroglífico rostro de Gerard Depardieu. Es una lentísima escena en close up que sólo entendemos cuando se termina la cinta.
Donde asistimos a la melancolía de una insalvable incompletud, por no decir que masticando el fracaso en la crucifixión de la mediocridad.
En este caso, hablamos del dulce futuro de un estudiante mexicano que se ilumina con la filosofía de Louis Althusser en la Ciudad Luz. El intelectual promesa que se da el lujo de viajar por el mundo tras la huella histórica del Che Guevara. El canciller de la insaciable ambición que termina estrellándose con la misma política del avestruz, al preferir abandonar el barco de Fox, para perseguir la quimera del Poder y evitar una confrontación con los gringos que ya les urgía darle en la madre a Sadam… que sin esa ruinosa política del avestruz jamás podrás encantar a esa gran mafia que integran La Casa Blanca, la Iglesia, los poderes fácticos… y el Padre de la Impunidad en México.
En lo que terminó la panacea del voto útil
Menospreciamos la fuerza y el arraigo de los poderes fácticos, que se habían beneficiado demasiado tiempo de una realidad tan inmejorable para ellos, que imaginar su desaparición les generaba urticaria. Y no comprendimos a tiempo hasta qué grado el recurso a las tácticas, maniobras y estrategias imprescindibles para ganar en condiciones terriblemente adversas –elevar las expectativas, reducir todo a sacar al PRI de Los Pinos, simplificar al extremo la exposición de los desafíos por venir– estrecharía después la capacidad transformativa del gobierno futuro, vistas en este contexto, mis pueriles y fallidos intentos de declaración de guerra al PRI y al statu quo estaban condenados no sólo al fracaso: al ridículo.
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Una probadita del “dandy comunista”
Me imagino que desde las vitrinas del Sistema, el inquieto Castañeda se observa como esa mosca impertinente que torpemente revolotea entre los cristales de la probeta-profecía de un Carlos Fuentes:
México es algo fijado para siempre, incapaz de evolución. Una roca madre inconmovible, que todo lo tolera. Todos los limos pueden crecer sobre esa roca. Pero la roca en sí, no cambia, es la misma para siempre.
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“Somos muchos...”, o la enfermedad por llegar al poder
…y cuando Monsieur Engagé fue tocado por la tarántula del poder, por las noches, por la mañana y a toda hora se le aparecía la Virgen de Guadalupe en photoshop devorando una torta y un frutsi, reflejada en los ventanales de una Conasupo:
¡Jorjituuuuuud! ¡La comentocracia te saluda! ¡Georges Castandas! ¡La Perrada y los “abajo firmantes” te saludan!
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De por qué Monsieur Engage disfruta de pronunciar palabras como “La Perrada”, “La Comentocracia”, “Los Marxistas Guadalupanos”
Volamos de Delhi a París, de allí a Niza y en el aeropuerto de la Costa Azul nos trepamos en un minúsculo helicóptero tipo Mosquito, que nos transportó a Mónaco.
Del Times a El País y del Reforma a Le Monde; de Fidel Castro a George Bush; de García Márquez a Martita Sahagún; del Che Guevara a los Halcones del Pentágono, los Amarres perros de Castañeda no se abajan del avión… ni de su esquizofrenia existencial.
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La postal de Bacon
En lo político, la madre de todas mis prioridades consistía en poner fin a la era del PRI. No a las personas, ni al reconocimiento de sus logros –reales y supuestos–, pero sí al sistema; el rito y la liturgia; los poderes fácticos, públicos y privados, el control electoral y clientelar; la falta de definición ideológica o programática; el culto al nacionalismo revolucionario que tanto combatí desde la universidad en Francia, y que tanto perjudicó en la academia, la clase política y la intelectual del país.
Aunque páginas más adelante explota su inexorable rabieta contra Peña Nieto por no darle chamba en el gabinete y consagrarlo como la bisagra del Sistema, luego de varios encuentros que le posibilitó su brother Héctor Aguilar Camín. El áspero despecho también lo llevó a las páginas del periódico El País, donde huérfano del mentado small talk, declaró que Peña Nieto se había aliado con los más ratas del país. Por cierto, la foto que publica el prestigiado diario, devela un rostro deformado por la frustración. El dorado beduino ha perdido la brújula de su veleta. Monsieur Engagé está encabronado. Bacon, se repite la postal de Bacon. Nadie ha trazado mejor la deformación del alma humana que la Pintura del inglés Francis Bacon.