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HEMEROTECA

La Quincena No. 48
Octubre de 2007
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Director:
Luis Lauro Garza

Subdirector:
Mario Valencia

Mesa de Redaccion:
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Relaciones Institucionales:
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Asesor Legal:
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Diseño:
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Fotografía:
Erick Estrada y Rogelio Ojeda

Ilustraciones
:
Chava

Distribución:
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CULTURA

La pantalla

Guillermo Berrones

Qué puede hacer un hombre en viernes con el esqueleto a punto del resquebrajamiento y el cansancio convertido en atonía muscular, con una cita cancelada en la casa de su mejor amigo donde cenaría: “atropellado” con frijoles refritos, una ensalada de chícharos en cama de lechuga bañada de vinagre y aceite de oliva, después de botanear garbanzos y cacahuates enchilados entre tragos de tequila reposado y cervezas conmemorativas embotelladas.

Despojado del lazo asfixiante de la corbata, el aire fluye indulgente oxigenando los pulmones que han ahogado rencores, impotencias, ganas de gritar y llorar o despotricar contra la computadora y el estúpido rostro del jefe durante cinco días seguidos de ocho a ocho, sin tregua.

Aires de libertad y una luna plateada y redonda se adueñan de la noche, del weekend y de la ofensa.Dos cervezas calmarían la angustia y después podría regresar a casa, al orden establecido, de la moral y la decencia, de la responsabilidad familiar.

El desconsuelo y la frustración en un cuerpo cansado podría ser causal de suicidio, pero el hombre es razonable y de buen juicio. El agravio del amigo que pospuso la cena para el siguiente día, bien merecía una venganza, un paliativo que redimiera la programación calendarizada en su cerebro. Opciones, se dijo buscando al interlocutor en su interior, mientras conducía su vehículo sin sentido y rumbo alguno. Unas cervezas, sí, pero dónde y con quién. La compañía será siempre un requisito indispensable, un testimonio de fe que certifique lo que ocurra esa noche, alguien que crea lo que se contará el lunes en las primeras horas de la oficina. Puede que no suceda nada, puede que la compañía estorbe y tal vez la soledad se imponga hasta el tedio en la persona que se siente al lado, pero en este punto es una necesidad.

Y al momento pensó el hombre en que la noche pudiera ser una parranda didáctica, ilustrativa o decentemente turística en la que se convirtiera en guía referencial para el aprendiz o neófito de la fantasía nocturna. Lázaro es un matador del tedio, capaz de morirse en la raya y resucitar con el simple mandato de levántate y anda. Pero nunca trae dinero y a mitad de quincena esas compañías hunden el magnetismo de las tarjetas crediticias quedando embarcado el pagador. Una mujer. Sí, sería ideal invitar a Ifigenia, la cruel de Reyes, la consorte atrevida, capaz de entenderlo y acompañarlo en esa solidaridad afectiva de los amigos para disfrutar de las cosas más extrañas siempre que impliquen exploración y novedad, penetración de los terrenos prohibidos o vedados que retan a la sensualidad femenina.

Y el resto del salón es eso, un espacio áulico, doctrinario, didáctico y enfáticamente pedagógico. Ya quisiera educación de adultos tener esa clientela atenta, respetuosa y diligente que en cada mesa, de uno en uno, con una cerveza fría y sudorosa, mantiene la atención en el pizarrón, o mejor dicho, en la enorme pared del fondo, cerca de la mesa de billar, donde se proyecta en dimensiones por demás exageradas, los cuerpos desnudos de parejas fornicarias. No hay audio, o lo acalla la música viva de los vallenatos que redoblan los timbales y hacen llorar el acordeón de botones. Treinta mesas, treinta alumnos de La Pantalla ilustrándose en posiciones infinitas bajo el auspicio de la pornografía. Falaces felaciones y felones cunnilingus en la desproporción de los sexos exhibidos en La Pantalla. Dos cervezas bastaron para vencer la desolación de aquel hombre abandonado al viernes libertino. Por la misma puerta salió sin ansia, sosegado de haber conocido una más de las ofertas de la noche que esta ciudad ofrece.

(continúa)

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