LAQUINCENA 50

LA VENTANA INVISIBLE

Sin cuenta…

 

Jorge Villalobos

 

No es un tratado de numerología nuestra colaboración de esta vez, pero será acerca de un número, que mide, marca, pone un límite, un antes y un después, una fecha, que determina algo: un aniversario, un ciclo, un periodo, un fin o un principio… ¡Ah! los números, son oráculo y una herramienta, magia y ciencia, entre otras cosas, aunque también sepamos que no hay nada más subjetivo, ficticio, imaginario y hasta fabuloso que los números; algo estrictamente humano, suponemos.

El número 50, que en esencia es el cinco (la quina, V, five), coincide con el hecho de que este medio de comunicación impreso lleva el nombre de La Quincena (tres cincos), el cual, según la numerología, es un número triangular y por lo tanto, de estructura fuerte, y eso ya simboliza algo. Bueno, el caso es que esta revista ha llegado al número 50 (contra todos los pronósticos) y cuyo regocijo es manifiesto por su director y equipo de producción, lo que ha motivado a hacer la petición a los colaboradores de ésta de escribir algo alusivo a tal acontecimiento.

Pues bien, hasta el día de hoy no se tiene la certeza de cómo apareció el concepto de jubileo, periodo de 50 años decretado en la Biblia y utilizado como unidad de tiempo en el libro de los Jubileos . De igual manera, en el legendario libro chino I Ching , el hexagrama 50 denominado Ting , es muy agraciado oracularmente y se augura gran éxito al consultor.

Empero, llegar a la suma de 50 no es cosa fácil en ningún ámbito; en el aspecto de la edad de un individuo, a éste se le comienza a denominar, despectivamente, como un “cincuentón” o “cincuentona”; en el matrimonio, eufemísticamente, se le considera como “las bodas de oro” y en el plano cronológico de la humanidad es un “medio siglo”, lo que se escucha como un cúmulo considerable de acontecimientos y sucesos a través del tiempo. En el caso de una publicación mensual de este tipo, llegar a la cincuentena de números significa casi una epopeya, sobre todo en nuestro país, donde la lectura, en lo general, no es tan socorrida.

En cuanto a nuestra habla cotidiana, el número 50 se ha injertado en muchas expresiones populares, tales como el vocablo anglo “fifty fifty”, que significa para nosotros, coloquialmente, mitad y mitad. Para quienes nacimos en la década de los 50's del siglo pasado nos es familiar la palabra “tostón”, misma que usábamos para referirnos a una moneda de cobre de 50 céntimos, la cual era de tamaño considerable y tenía troquelada la efigie del tatemado jefe azteca Cuauhtémoc en una de sus caras. Posteriormente, se fueron derivando de ésta otras palabras como “tostada” y “tostacha” que denotaban a dicha moneda, así como “tostona”, que aludía, en este caso, a una mujer entrada en carnes y años.

Prosiguiendo el pedimento y en feliz coincidencia con la aparición del número 50 de La Quincena , este año, por ejemplo, se cumple el 50 aniversario del fenómeno OVNI, se llega a la “liguilla” número 50 del futbol nacional, hace cinco décadas John Walson inventa la televisión por cable, y mi hermana cumplió 50 años, etcétera. No en balde el gran Pitágoras decía: ¡Dios geometriza! ¡Todo tiene un número!

Dentro del horizonte de la supervivencia humana, el número 50 se antojaba un tanto más allá de aquel “A la mitad del camino…”, como escribió a los 33 años de edad (se dice) Dante Alighieri en el primer verso de la Divina Comedia; sin embargo, el prolongamiento de la medianía de la vida es debido a que en la actualidad existen los antibióticos, sobre todo, y es un lapso que ha sido rebasado en mucho, poniendo la expectativa de supervivencia de un ser humano actual alrededor del número 50, por lo que auguramos, todavía y haciendo una semejanza, larga vida a esta indoblegable publicación.

Y para epilogar mi modesta participación, viene a mi memoria, inesperadamente, el recuerdo de una charla con mi queridísima abuela Juana, cuando en mi natural asombro de niño, una noche sin luna, oscurísima, que permitía la nítida visión de la brillantez asombrosa emanada de tantos luceros y astros de la bóveda celestial de mi natal altiplano norteño, justo en el patio de la casa donde nos disponíamos a dormir a la intemperie por los calores del desierto, surgió la previsible pregunta:

—Abue, ¿cuántas estrellas hay?

—Sin cuenta —respondió.

—¿Cincuenta? —balbuceé.

—Sí, porque no tienen cuenta —me dijo sonriendo.Q

 

INDICE

HEMEROTECA

 

La Quincena No. 50
Diciembre de 2007
laquincena@gmail.com


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Subdirector:
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Relaciones Institucionales:
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Ilustraciones
:
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Distribución:
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