LA QUINCENA 53

MARZO 2008

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Ni qué decir

Guillermo Berrones

Hoy descubrí que tengo más grandes y arrugadas las orejas. Que se han llenado de unos horripilantes pelos que brotan como una madeja desordenada. Los he recortado, pero vuelven a salir más firmes y retorcidos. Amanecí con sed sin haber bebido anoche y sin haber hecho calor que la produjera. Bebí un litro de agua y el líquido se deslizó en mi cuerpo evaporándose. Comencé a arder, a incendiarme en un fuego crepitante hasta hacer explotar mis venas, se achicharraron los músculos y el viento estruendoso de febrero avivó el fuego en la madrugada.

Hoy me he purificado y empiezo a creer que envejezco. He visto llover e inundarse el patio del vecino. Se ahogaron las rosas y los helechos asoman sus puntitas verdes por sobre la barda. Su mujer se esmera en echar a la calle la turbulencia que casi la ahoga. Abrió la puerta y los borbotones salieron arrastrando la inmundicia acumulada de los años que llevan de casados. Descubrí que mi vecino es enjuto y más viejo, su calva destella burbujas sudorosas que escurren por la nuca. Y su mujer sigue estando en tan de buenas carnes, que el carnaval de marzo incita a despojarla de la pertenencia del vecino.

Hoy espero que amanezca para sufragar por el partido de mi simpatía. Emitiré el voto ciudadano, al que obliga la constitución cuando se ha cumplido la mayoría de edad, y esperaré el recuento de los votos. Un día también voté por el hijo del general que expropió el petróleo creyendo en la esperanza de la democracia en mi país. Y el fraude derrumbó el sistema. Y al sistema lo parió la leva de un pasado irónico.

Hoy me río de mí a carcajada estruendosa porque no tengo zapatos ni calzones. Puedo soñar con la dama y la sirena sin que la chalupa se ofenda. Y el borracho es un soldado decadente que combate a los narcotraficantes pensando que es un acto heroico. La ciudad que quiero huele a mota consumida y sopla polvo blanco en cada mesa de cantina. Los viejos caserones están llenos de putas invidentes y enanos motuleños capaces de ahorcar al mismo papa. Y yo quiero bolearme los pies descalzos.

Hoy pudiera estar feliz de que a Octavio no lo hayan considerado para inscribirlo en las columnas del palacio legislativo con letras de oro porque no fue un paladín de la justicia con traje, máscara y capa de superhéroe. Aunque reconsiderando debieron haberlo incluido entre ese miasma del poder que lo sedujo y donde se sintió como pez en el agua. ¿Hay poetas de México mejores que Paz? ¡Ay, poetas de México, mejoren la paz!

Hoy he descubierto la locura en la ruindad de mis despojos. Arrastro medio siglo de mujeres desmedidas, de pasiones insatisfechas y borracheras inconclusas. Me sale el llanto por los poros y en los ojos brota la malicia. Sostengo un documento en mis manos que me acredita como el gran orate de mi patria y me habilita para mentir y desmentir, para robar ninfómanas ajenas, para humillar con el descaro de los protocolos, desatar pesadillas y sentarme a defecar en medio de la calle u orinar frente al periódico sin que me corran del universo. Hoy tengo libertad en mi locura y puedo sostener la verdad entre mis manos. Hoy no tengo nada que escribir. ¿Sale?

gberrones@hotmail.com

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