LA QUINCENA 53

MARZO 2008

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CajitaEl Evangelio del Niño Fidencio

Felipe Montes

Los abuelitos de Juan Manuel González Mancha lo traen al Rancho los Encinitos, con la curandera Beatriz García Zamarripa de Reyes.

Pedro García Becerra ya lleva treintaiún años de estar enfermo, y viene también con Beatriz.

Ella les abre su puerta.

-Yo ya no curo: ya nació, allá en Espinazo, Aquel Que Sí Cura.

Y cierra.

En la Villa de Almadén cuida un hombre a su padre, quien padece una enfermedad desde hace veinte años. Su hermano, médico, le ha inyectado sustancias en los músculos, en los huesos, pero nunca se la ha quitado.

Mejor llévenselo a Monterrey.

La señora Julia Gallardo lleva años con una bola en una rodilla; ya casi no puede caminar y le duele mucho hacerlo.

La enfermera la ayuda a pasar.

-Es un tumor eso que tiene.

-¿Y qué me va a dar?

-Esos tumores no se detienen: si se lo quito, le va a salir por otro lado.

-¿Y qué tengo que hacer?

-Lo único es amputarle la pierna.

El minero Ignacio Torres lleva ocho días inmóvil. Su esposa le lleva comida, pero él permanece con los dientes apretados.

Ahí yace, recostado, con los ojos abiertos.

Día y noche.

Y es densa esta noche.

Padres Nuestros, Ustedes me han dado Su Fuerza. Padres Nuestros, estén siempre cerca de Mí; guíenme en Mis Curaciones y ayúdenme a aliviar estos males que ningún médico cura. Son Ustedes Los Que Curan; Ustedes Me dan esta Fuerza para continuar con Mi misión; Yo sólo distribuyo la medicina que Ustedes ponen en Mis manos para auxiliar a los que sufren. Socórranme en esta noche también.

Denme días para los ojos secos, días para los endemoniados, días para la fiebre, días para el sarampión, días para el paludismo, días para la pulmonía, días para los estómagos corroídos, días para las parálisis, días para los hígados desgastados, días para la bilis negra, días para la hidropesía, días para el reumatismo, días para la epilepsia, días para la alferecía, días para la bronquitis, días para la tuberculosis, días para hinchazones, días para el lumbago, días para la migraña, días para los bochornos, días para el asma, días para las orejas mochas y las lenguas largas y las lenguas cortas, días para la disentería, días para la diarrea, días para los corazones viejos, días para las deposiciones, días para los ataques, días para la lepra, días para la gangrena, días para las infecciones urinarias, días para las gargantas deshilachadas, días para las cataratas, días para las dentaduras picadas, días para los embarazos, días para los partos, días para las venas y las arterias destejidas, días para las sangres fermentadas, días para los tumores. ¿Qué voy a hacer mañana, que ya viene tanta gente? Voy a aliviar el dolor de Mis hermanos enfermos, curarlos con los medicamentos que Ustedes ponen al alcance de Mis manos: una naranja, una manzana o una pomada sanan cualquier mal si son los medicamentos que me dan Ustedes, Padres Míos.

Yo soy Su instrumento y nada más.

Nunca Me abandonen entre tanta gente.

Y, bajo esta madrugada, el Niño sumerge, en platos con agua, alhajas de oro, plata y algunas otras joyas, para curar al rato con el agua serenada.

Venga, don José Nieves Delgado.

Aquí estoy, Niñito. ¿A quiénes vas a recibir por la mañana?

A los enfermos de la panza, don José.

Y entre aquellas otras oscuridades allá lejos, en la Villa de Marín, Cirilo García sale de su casa, camina hasta cerca del arroyo y toca a la puerta de Virginia.

Ella le abre.

Ya vengo por Benita.

Espérame.

Y Virginia va por su sobrina, quien yace dormida en una colchoneta; su cabello descansa suelto sobre su sábana blanca. Ya tiene catorce años.

La tía la sacude, la levanta y la lleva, enrollada en su sábana, ante Cirilo.

Ahí te la encargo.

Luego te la traigo.

Con ambas manos, Cirilo va sujetando ese cuerpo delgado que, con pasos cortos, avanza hacia la casa.

Y ahí se encierra Cirilo con Benita.

Hilario Sánchez pone a sus animales a pastar en las tierritas de Ignacio Hernández.

Con el dorso de su mano la acaricia; le besa una mejilla. Benita aparta el rostro.

Él estira la sábana.

Ella la aprieta contra sus hombros, pero Cirilo la arranca de ese cuerpo de piel suave.

Benita corre hacia la puerta, pero Cirilo la sujeta y la lleva contra el suelo.

Y la penetra.

Y, de un salto, Fidencio Se levanta del rincón. Ya hay gente a Su Puerta.

Don José Nieves Delgado le lleva al Niño el primer alimento del día: una vaina de mezquite. Fidencio la coloca en la mesita, abre la puerta del cuarto y Se sienta en la banca, bajo el dintel.

Tronos y esclavos vienen a asistir a Fidencio en Sus Curaciones. Mientras los hombres tallan lechuguilla en el monte, las mujeres preparan medicina, lavan ropa, hacen comida y son enfermeras. Allí está una hincada: va a permanecer con los ojos cerrados todo el día. Otra asea la habitación, otras vienen y limpian la casa: entre ellas hay una encargada de los ángeles y otra que cuida a Ulises López de la Fuente.

Consuelo llega con sus otros hijos. Ellos se acercan y Fidencio los abraza y los besa con Fuerza. Recibe en Sus Manos a América, y con Sus Besos la llena de salud para sus años de vida.

América sonríe: esos Labios Rosas acarician su cuello y sus mejillas.

Ella abraza a su Hermano Más Chiquito, El De Los Labios De Flor y, en ese abrazo, la luz envuelve a la familia López de la Fuente Villarreal.

Y, mientras Consuelo y los seis niños mayores siguen su camino hasta que salen de Espinazo, Fidencio, El Más Pequeño De Los Niños, comienza Sus Labores. Una esclava recibe la primera columna que llega. El Niño usa yerbas y raíces solas, mezcladas o agregadas a otras sustancias; las recoge Él o se las traen del campo. Emplea gobernadora; también hojasé, mejorana, cenizo. Utiliza tomate molido y muchos otros cocimientos de frutas. En la vieja cocina hace hervir sus infusiones en cuatro peroles gigantescos. Produce tónico y medicina suficientes para que las personas lo tomen, en vez de agua, cuando tienen sed. Hace distintas pomadas con jabón, con manteca de res, con limón, con tomate y con manzanas, para heridas y enfermedades de la piel y para muchas otras.

Usa esas medicinas para todas las enfermedades.

Fidencio contempla aquella gente: la hilera se prolonga calle abajo. Él mira al que sufre con Sus Ojos Apacibles y lo penetra con Su Fuerza. Él ve y oye y huele el interior de Sus enfermos, las acciones que otros hacen a escondidas, lo que ocurre a gran distancia, lo que viene, los corazones distantes de Sus hermanos.

 

Viento seco.

Alguien te va a matar.

Ramas.

Te voy a matar.

Benita camina. Camina hasta la casa.

Hasta que te vea muerta y con cuatro velas.

Hasta esa puerta de la casa cerca del arroyo.

Hasta que te vea.

Benita toca.

Virginia le abre.

Quien acude al Niño De Rostro Lampiño Ni De Hombre Ni De Mujer se le acerca con la cabeza baja y una sonrisa en los labios: Fidencio se queda con el dolor de su pobreza.

A los tres días desaparece la pesada enfermedad que padeció Pedro García Becerra durante treintaiún años.

Gracias Padres Nuestros y Niñito Fidencio.

Al noveno día, con el noveno dulce, Juan Manuel González Mancha queda sano de su grave dolor en el lado derecho del estómago. Desde su pueblo, vuelve de rodillas ante el Niñito.

Gracias Padres Nuestros y Niñito Fidencio.

Y en veinte días, el señor que vino de la Villa de Almadén se cura de esa dilatación del estómago que padecía desde hace veinte años.

Gracias Padres Nuestros y Niñito Fidencio.

Cada médico es especialista es una sola parte del cuerpo, en una sola enfermedad.

Pero ya está aquí el Niño Especialista En Toda La Persona.

Los médicos venden este medicamento para esto y éste para aquello; y, si no se cura, venga de nuevo.

Fidencio los cura con lo que hay, y a la primera se alivian.

Un día te vas a morir. (Continúa)

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