Los múltiples motivos por los que se delinque en nuestra sociedad, están insuficientemente analizados y culposamente ocultados. Sin estudios que vayan a lo que hay detrás de la conducta delictiva, organizada o no, será imposible diagnosticar confiablemente el alarmante y complejo problema y, lo más grave, las propuestas de solución que se apliquen fracasarán porque surgen de una causa sólo probable, producto de la desinformación.
Para muchos, la explicación del delito se apoya en otro mito más de esos que en su pragmatismo dicotómico nos hacen suponer que los problemas sociales y sus soluciones son simples. Resulta, en ese relato simplón de buenos contra malos, que vivimos en una sociedad abierta, próspera, llena de oportunidades para los buenos que deciden prepararse para ocupar los cargos y empleos bien remunerados que el libre mercado ofrece a todo aquel que desee esforzarse. No obstante, algunos malos (¿cuántos?), flojos e inmorales, en vez de aprovechar las oportunidades que el sistema educativo y laboral les brinda, deciden delinquir y hasta organizarse para mejor hacerlo.
Se trata, según piensan, de personas inadaptadas que en vez de prepararse en los centros de calidad para ocupar uno de esos empleos bien remunerados que están al alcance de todos y de decidir ingresar a un club social y deportivo para hacer cosas de provecho, optan por vivir en las calles, por vagar, deciden prostituirse desde pequeños, empiezan por robar accesorios automotrices y cosas menores, se gradúan en las correccionales y demás instituciones penitenciarias para ascender en la escala de delitos y acabar formando parte de organizaciones criminales dedicadas a giros bien remunerados.
Algunos dudamos de que la opción, si es que eso merece tal nombre, por delinquir sea tomada de esa manera. ¿Tienen de otra? Pongo un ejemplo: nadie ha salido a contestar la dramática pregunta que hace unas semanas formuló Enrique Villa Rivera, director general del IPN, cuando se vio obligado ha rechazar a más de 130 mil aspirantes que aprobaron el examen de admisión a la institución que dirige: ¿Qué vamos a hacer con los que no cupieron?
Está bien que se preocupen por resolver el grave problema social siguiendo la ruta del delito desde que se comete, es decir: acto delictivo, denuncia, investigación policíaca, consignación, juicio, sentencia y purga de la pena con efectos de readaptación social y disuasión. Seguramente, de mucho servirá, y más si se escucha a los que saben, pero eso no resolverá integralmente el creciente problema. ¿Eso es todo lo que debe hacerse? Sí, si nos creemos el cuento. Pero, no en nuestra realidad. |
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