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¿Podemos comprender lo que está ocurriendo sin escuchar la autorizada opinión de sociólogos, antropólogos sociales, criminólogos, penalistas, psicólogos y demás especialistas en los efectos que producen en la sociedad la pobreza, la desigualdad, la injusticia y la falta de oportunidades? ¿La violencia de no existir, de no contar, de no estar incluido en los programas educativos y laborales, de no ser visto ni oído, de cargar con el ancestral y pesado pliego petitorio de respeto a los derechos humanos violados que nadie escucha, tendrá todo esto algo que ver? ¿Por qué nuestras autoridades, medios y líderes de opinión, callan al respecto? ¿Olvido selectivo? ¿Culpa? ¿Miedo?

En una sociedad organizada en torno al Estado de Derecho, en el que la ley se cumple razonablemente y los márgenes de desigualdad son asistibles, basta con castigar la comisión de delitos incrementando el efecto persuasivo que los reduce a niveles manejables. Lamentablemente, no es nuestro caso. En nuestra desigual e injusta sociedad, eso no es suficiente. La ilegalidad, la injusticia y la desigualdad social son de tal magnitud, que hay que combatir no sólo los efectos nocivos del delito y sus secuelas sino también las causas que lo originan, es decir, los motivos por las que se delinque, que no son la simple opción en ejercicio del libre albedrío.

El silencio y la simulación de que nada pasa, no exorcizan a la violencia que ya se generalizó. La descomposición social originada por la creciente exclusión, tibiamente asistida, se debe enfrentar con acciones contundentes de reinserción social. Pero, para esto, primero tenemos que reconocer que en los orígenes de la inseguridad están la desigualdad y la injusticia. Si no es así, ¿por qué en sociedades menos desiguales se delinque menos?
                 
Al ver, por ejemplo, a la colonia Independencia prácticamente sitiada por policías y pandilleros ¿alguna autoridad o medio de difusión recordó las voces, descalificadas por alarmistas, de los que alertamos sobre el peligro social que produce la privatización de los escasos espacios públicos? Esa violencia en las favelas regiomontanas, ¿no tendrá nada que ver con la inmoral y reiterada decisión de destinar bienes públicos para que se hagan negocios privados? Por supuesto que los que lucraron con esas determinaciones no pueden admitir ninguna otra explicación que no sea la de que los delincuentes lo son porque quieren, y la de que todo lo que hay que hacer es castigarlos ejemplarmente.

Los  argumentos expuestos, están abonados por la llamada Teoría de las Ventanas que ha estado divulgando por Internet, el maestro en ciencias penales, Lic. Gerardo López Maldonado, cuya apretada síntesis me permito referir. En 1969, el profesor Phillip Zimbardo de la Universidad de Stanford, realizó un experimento de psicología social. Dejó dos lujosos autos, idénticos, abandonados en la calle de un barrio pobre uno, y en uno  opulento, el otro. Resultó que el automóvil abandonado en el Bronx, en pocas horas empezó a ser desmantelado. En cambio el auto en las calles de Palo Alto, California se mantuvo intacto. Cuando éste llevaba una semana sin que nadie lo dañara, los sociólogos le rompieron un vidrio, lo que desató el mismo proceso destructivo que sufrió aquél. ¿Por qué ocurrió eso? ¿Por qué un vidrio roto disparó el proceso delictivo?

Concluyeron que la causa del delito no es sólo la pobreza, es algo que está en la psicología humana y en las formas de relacionarse en sociedad. El vidrio roto es la imagen de deterioro y desinterés que va rompiendo el código de convivencia, al igual que el abandono de la legalidad en el que se vale todo. Cada nuevo ataque a la integridad de las personas o sus bienes, reafirma y multiplica los actos consecutivos de violencia, hasta que ésta se vuelve total e irracional. El delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden, el rechazo y maltrato son mayores. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se genera el delito que crece si además hay impunidad, dijeron.

Queda claro. Para reducir la violencia de verdad, hace falta algo más. ¿Qué tal si a las acciones que ya se apuntan, le agregamos algunas que abatan la desigualdad y la injusticia de la única manera posible: afectando los intereses de los poderosos oligopolios que tienen sometido al Estado? ¿Qué tal si se aplica la ley a gobernantes y líderes de corporaciones verdaderos delincuentes sorprendidos en flagrancia? ¿Qué tal si regresan el botín? ¿Qué tal si accedemos a todos a una educación de calidad, liberando a los alumnos y maestros de quien los tiene secuestrados y los mueve, respectivamente? ¿Qué tal si en vez de generar más pobreza, para luego mal asistirla, desarrollamos estrategias y programas de reinserción social? ¿Qué tal si le contestan al director del IPN con nuevos Criterios de Política Económica que nos saquen de 25 años de estancamiento y ofrezcan oportunidades a nuestros rechazados jóvenes?

¡Esas sí son opciones!
         
claudiotapia@prodigy.net.mx

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