Jamás me imaginé que alguien que se dice maestra pudiera tener tamaña torpeza hacia su misma profesión, hacia lo que Monsiváis define como “la profesión indispensable”. Alega la señora Presidenta, investida del liderazgo moral que sus paniaguados le han conferido, que “no tiene sentido continuar con una profesión sin empleos distintos a los de meseros y taxistas”. O sea, arremetió contra los miles de mexicanos que aún nos ganamos honradamente el pan de cada día. Yo puedo entender que algún mesero no le haya servido sus alimentos al instante y de rodillas o que un taxista le haya cobrado de más una dejada, cuando era maestra de a pie, pero no entiendo de dónde viene su odio por las escuelas Normales. Francamente no lo entiendo.

Me sorprende también que ningún maestro o líder magisterial haya dicho “esta boca es mía”, excepto las maestras de la Escuela Normal de Educadoras del DF. ¿Me pregunto dónde quedaron los líderes del normalismo? ¿Por qué se tuvieron que morir los Bolaños, Víctor Hugo y Raúl, por qué tuvo que morirse don Ramón G. Bonfil?

Por fortuna, ante el arrebato de la maestra, saltaron a la palestra los grandes periodistas Carlos Monsiváis y Miguel Ángel Granados Chapa, los únicos que hasta el momento han levantado su voz para decirle a la Maestra: “Cerrar las Normales, sería un acto de torpeza insigne y de rechazo a una de las profesiones indispensables”, dice Monsiváis, quien agrega: “Desde luego la propuesta carece de sentido, ni el Estado ni la sociedad lograrían prescindir de la formación de los maestros normalistas, que siguen siendo la vía de acceso a la enseñanza elemental y a los primeros conocimientos básicos. Ante la amenaza de la maestra Gordillo cabe la pregunta: ¿cómo se ha llegado a este grado del rechazo y el desdén por la profesión magisterial?

Granados Chapa, titula su “Plaza Pública” del domingo 24 del presente, con una sentencia por demás elocuente y concluyente: “Transformar a las Normales, no sepultarlas” y abre su texto con los conceptos siguientes. “Motivada por razones personales y políticas, la lideresa del SNTE ha planteado la supresión del normalismo, error en quien se ufana por la labor social de los maestros en el país, pero que sugiere a los futuros docentes encaminarse a otras labores productivas”. Concluye Granados Chapa su extraordinario escrito con una frase propia de su inteligencia: “Hay que procurar, pues, transformar el normalismo, actualizarlo, no despreciarlo y menos aún sepultarlo.”

Desde que se creara la primera escuela Normal Lancasteriana de la Constitución, en 1825, en Zacatecas, hasta nuestros días, diversas escuelas normales han recibido el carácter de “Beneméritas”, como es el caso de la “Miguel F. Martínez”, porque el pueblo y el gobierno han reconocido sus inmensos beneficios. Pero ahora resulta,que por inútiles deben ser enterradas, al menos ése es el ingrato pago con el que la maestra corresponde a las instituciones que han formado al millón de maestros de donde emanan su fortuna y su poder.

Ni modo, como el alacrán de la fábula, ¡ésa es su condición!