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- A 200 años de su partida, Poe es una referencia del ser humano actual
- Supo asumirse con sus fortalezas y debilidades
Su labor como crítico literario incisivo y a menudo escandaloso le granjeó cierta notoriedad, y sus originales apreciaciones acerca del cuento y de la naturaleza de la poesía no dejarían de ganar influencia con el tiempo. La larga enfermedad de su esposa convirtió su matrimonio en una experiencia amarga; cuando ella murió, en 1847, se agravó su tendencia al alcoholismo y al consumo de drogas, según testimonio de sus contemporáneos. Ambas fueron, con toda probabilidad, la causa de su muerte, en 1849.
Edgard Allan Poe estará cumpliendo 200 años de haber visto la luz del mundo el venidero lunes 19, después de vivir una vida entre la excelsitud de la creatividad, de la poesía y la esclavitud de la mente, resumiéndose en él el desdoblamiento dia-bólico / sin-bólico, las personalidades de Dr. Jekyl y Mr. Hide, un padecimiento emocional que corroe a infinidad de individuos y a sociedades del pasado y del presente, que obliga a usar la política, la economía, la cultura, la religión como mecanismos de sojuzgamiento, de aplastamiento, de humillación de los más débiles. Y no lo sé, porque no lo puedo saber, pero Allan se sale del común de los mortales, porque su obra, a pesar de su alcoholismo y drogadicción, deja un legado riquísimo a la humanidad, mientras nuestros enfermos de la actualidad –líderes, políticos, gobiernos, potentados– sólo están destruyendo y construyendo el imperio del Tanathos, de la destrucción y de la muerte, y ejemplos sobran.
El más inmediato es la estúpida invasión israelí a Palestina, con el pretexto de que los palestinos tienen que sufrir aún más. No les basta con que vivan en la pobreza, sin una patria reconocida, sin oportunidades más que ser servidumbre en las ciudades judías. El alcoholismo y la drogadicción del grande Allan Poe es creativo porque, por lo que se intuye en la lectura de la historia, el poeta estadounidense asume la negatividad como parte de la personalidad del ser humano, y lo hace consciente, y nuestros "creadores" actuales –los políticos, los propagandistas de la ideología (la ideología siempre es perversa porque es una reacción instintiva y no una respuesta, una responsabilidad del humano que detenta el poder de la política, del dinero, de la "cultura" del dia-bolismo.
Allan Poe (Boston se sobrepone a su otro yo, al yo hydeiano) muere, después de una muy fructífera vida de poeta (el poeta es mensajero de la Gracia, recreador de la Belleza increada, profeta del Altísimo), a pesar de haber quedado abandonado desde muy tierna edad, por la muerte de sus padres y haber tenido que ser "educado" por John Allan, un acaudalado hombre de negocios de Richmond, y de 1815 a 1820 vivir con éste y su esposa en el Reino Unido, donde comenzó su educación. Después de regresar a Estados Unidos, Edgar Allan Poe siguió estudiando en centros privados y asistió a la Universidad de Virginia, pero en 1827 su afición al juego y a la bebida le acarreó la expulsión. Abandonó poco después el puesto de empleado que le había asignado su padre adoptivo, y viajó a Boston, donde se le volvió a imponer la normalidad y la bondad de Dr. Jekyl, y se dedicó a la ποίηση, para publicar anónimamente su primer libro, Tamerlan y otros poemas (Tamerlane and Other Poems, 1827). Pero, como todo ser humano emprendedor, se alistó luego en el ejército, en el que permaneció dos años. Más éste no era su camino y en 1829 publicó su segundo libro de poemas, Al Aaraf.
En 1832, y después de la publicación de su tercer libro, Poemas (Poems by Edgar Allan Poe, 1831), se desplazó a Baltimore, donde contrajo matrimonio con su jovencísima prima Virginia Clem, que contaba sólo catorce años de edad. Por esta época entró como redactor en el periódico Southern Baltimore Messenger, y más tarde en varias revistas en Filadelfia y Nueva York, ciudad en la que se había instalado con su esposa en 1837. Según Poe, la máxima expresión literaria era la poesía, y tenía razón, aunque ahora gracias a la televisión la poesía ya no incide a los jóvenes a descubrir los verdaderos encantos de la vida, y a ella dedicó sus mayores esfuerzos. Es justamente célebre su extenso poema El cuervo (The Raven, 1845), donde su dominio del ritmo y la sonoridad del verso llegan a su máxima expresión. Las campanas (The Bells, 1849), que evoca constantemente sonidos metálicos, Ulalume (1831) y Annabel Lee (1849) manifiestan idéntico virtuosismo.
Pero la genialidad y la originalidad de Edgar Allan Poe encuentran quizás su mejor expresión en los cuentos que, según sus propias apreciaciones críticas, son la segunda forma literaria, pues permiten una lectura sin interrupciones, y por tanto la unidad de efecto que resulta imposible en la novela. Al regresar a Estados Unidos en el año 1820 estudió en centros privados y asistió a la Universidad de Virginia durante un año. Dominaba a la perfección las lenguas clásicas; su inteligencia le permitía estudiar mientras escuchaba una conversación y leía mucho sobre historia, naturaleza, matemáticas, astronomía y mucha literatura.
Entre la producción poética de Poe destacan una docena de poemas por su impecable construcción literaria y por sus ritmos y temas obsesivos: "El cuervo" (1845), "Las campanas" (1849), un poema que evoca el repique de los instrumentos metálicos, y "El durmiente" (1831), que produce un estado de somnolencia. Escribió además "Lenore" (1831) y "Annabel Lee" (1849). Su obra poética refleja la influencia de poetas ingleses como Milton, Shelley y Coleridge.
Su trabajo como redactor consistió en buena parte en reseñar libros, escribiendo un significativo número de críticas. Uno de sus relatos más famosos es "El escarabajo de oro" (1843). Fue autor además de "Los crímenes de la calle Morgue" (1841), "El misterio de Marie Rogêt" (1842-1843) y "La carta robada" (1844) considerados como los predecesores de la moderna novela de misterio o policíaca. En el año 1847 falleció su mujer y él enfermó. Su adicción al alcohol y las drogas contribuyeron a su temprana muerte.
Falleció el 7 de octubre de 1849, en la ciudad estadounidense de Baltimore. Con su alcoholismo y drogadicción y todo, Edgard Allan Poe, a 200 años de su partida, sigue siendo un parámetro del ser humano que se asume como humano, que acepta las dos personalidades que todos llevamos a cuestas. Si por lo menos nos aceptáramos a nosotros mismos, tal como somos, con nuestras fortalezas y debilidades, otro mundo sería posible porque sabríamos reconocer la diferencia y optar por no hacer daño a la alteridad humana y despertaría en nosotros la creatividad que parieron personajes de la historia como Poe. Un homenaje al hombre completo, con sus virtudes y defectos, pero con la conciencia de sí mismos, de su entorno, con la conciencia de que el otro no es el infierno, sino el camino al Paraíso.
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