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- El próximo domingo, Samuel Ruiz García cumple 49 años de obispo
- Y sus amigos preparan el Jubileo de sus 50 años para el 2010
Este domingo 25 de enero se cumplen 49 años de la consagración del Dr. Samuel Ruiz García como obispo de Chiapas, hecho que significó un parteaguas en la historia de la Iglesia católica de ese estado, entonces (¿y ahora?) el más rezagado por excluido del modelo de desarrollo económico de los gobiernos de la Revolución, revolución que en Chiapas fue contrarrevolución, porque quienes se levantaron en armas fueron los hacendados en defensa de sus territorios y todo quedó intacto. La jerarquía católica hasta ese 25 de enero de 1960 era la principal aliada de los caciques, en un modelo casi medieval. jTatic Samuel, como cariñosamente le llaman los indios, rompió la historia y rompió los lazos, el amancebamiento de la jerarquía eclesiástica con los explotadores de la mano de obra no pagada, regalada, o pagada con migajas. Esta revolución ciertamente le costó al obispo muy caro porque, principalmente los barones y damas de la alta sociedad coleta, la sancristobalense, le quitó el habla; muchos sacerdotes entraron en pánico y huyeron a otras diócesis y Samuel se vio en la necesidad de reconstruir todo. Cerro el Seminario Conciliar que absorbía pingües recursos y producía escasísimos resultados y se apoyó en las directrices del Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Bueno, Juan XXII, para refundar el abominable estado de cosas en que se encontraba la iglesia chiapaneca, sólo al servicio de los poderosos, con sus raras avis por supuesto que no estaban nada de acuerdo con esa pastoral exclusivista, explotadora, denigrante, que llegaba a considerar inclusive, a 60 años de haber comenzado el siglo XX, como animales de carga y esclavos de las casas de las "buenas" familias a los indios, que tenían que bajarse de la acera cuando veían venir de frente a un ladino, a un caxlán con su manteo negro y su botas con espuelas.
Los siguientes años después de la consagración del obispo fueron para él muy difíciles. Años de aprendizaje, de descubrimientos a la luz del aggiornamento concebido por los padres conciliares. Para empezar, hubo muchos católicos que sufrieron el síndrome del scandallum pusillorum porque la misa comenzó a celebrarse en español y de cara a la audiencia. Luego vino la desilusión por el cierre del Seminario, que fue suplido con la creación de un seminario interdiocesano, en Puebla, en donde los planes y programas de estudio de las ciencias y humanidades, de la filosofía y la teología comenzaron a ponerse a tono con las nuevas concepciones evangélicas de Juan XXIII. Y Samuel comenzó sus recorridos casi cotidianos por los pueblos y comunidades indias en donde descubrió que él no era quien iba a evangelizar a los indios, sino que éstos eran los que lo estaban evangelizando a él en medio de su pobreza, de su miseria, de su indigencia; en medio del racismo, de la exclusión y del desprecio que muchos sacerdotes ejercían con ellos, ya no digamos la práctica de la sociedad de los caxlanes (ladinos) que mantenían a los indios en verdaderas reservaciones y que sólo trataban con ellos para extorsionarlos, expoliarlos, golpearlos, violar a sus mujeres.
La historia es muy extensa. Se han escrito libros y libros sobre esta experiencia evangélica, liberadora, de la vida de un hombre que se hizo pobre con los pobres, indio con los indios. Samuel aprendió al paso del tiempo todas las lenguas indígenas de Chiapas y fue el detonador para que los indios se atrevieran a levantar su voz en un primer encuentro llamado Congreso Indígena, en donde ya no hablaron los que siempre lo hacían, los caciques, los líderes populistas y manipuladores, los curas de misa y olla, sino los propios indios y comenzó la liberación de los oprimidos como lo manda el Evangelio de Jesucristo. Samuel se puso, no al servicio de los indios y de los pobres de los más pobres, sino que a tono con Francisco de Asís, se hizo pobre con los pobres e indio con los indios. Renunció a las ventajas de obispo y asumió todas las desventajas de los indios y el odio y el resentimiento de los antiguos explotadores que jamás volvieron a pisar el suelo de la Catedral de San Cristóbal los domingos porque ésta estaba llena de indios y los indios "apestan" y el obispo no entiende que los indios no tienen alma y que los únicos sujetos de salvación son los poderosos.
Este 25 de enero, se cumplen 49 años del inicio de esa revolución teológica basada en el hombre, en sus idus de marzo, en su origen y destino, en la toma de conciencia de que los seres humanos somos iguales en dignidad y libertad, porque la doctrina evangélica dice que todos son hijos de un mismo Padre. Y luego vino la auto organización de las comunidades y pueblos y se creó el Diaconado indígena, el catecumenado, los catequistas que se encargaban de coordinar el estudio de la biblia en pequeñas comunidades, como las Comunidades Eclesiales de Base, y encabezaban paraliturgias en donde no había un sacerdote que celebrase la Eucaristía, pero sobre todo se abrió el mundo para los indios, que por fin pudieron hablar alto y claro.
Los amigos de jTatic, desde Sicsal, principalmente, han empezado a preparar el Jubileo de los 50 años para enero del 2010 con la esperanza de que Samuel esté presente aún y digo esto porque su salud no está muy saludable, pues ya cuenta con 83 años, cuando yo le recuerdo como un jovencito de 36 años, revestido con los vestidos talares de obispo, negros y morados, yendo y viniendo por veredas o abriendo brechas con machetes por en medio de la selva para estar con sus maestros, los indios y las indias de su diócesis.
jTatic vive ahora retirado, como Obispo Emérito de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, pero continúa su labor pastoral con quienes lo invitan a participar en encuentros de toda índole, desde servicios litúrgicos hasta reuniones nacionales e internacionales. Preside el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas y continúa dedicado a servir a todos, sin exclusiones y con un espíritu solidario inspirado por el Eros y el Pathos que inspira a los seres humanos magnánimos, en comunión con su interioridad y sus alteridades. Es uno de los dos obispos que quedan (el otro es Raúl Vera López) como testimonio de que la Iglesia no son las grandes investiduras vaticanas, las ampulosas catedrales, el boato y el poderío del Vaticano, sino los pobres, con el convencimiento de que "únicamente el Dios que libera al débil y al pobre de la mano de sus opresores es verdaderamente Dios", como acertadamente los confirma Jorge Pixley.
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