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| 499 18 de marzo de 2010 |
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ANÁLISIS A FONDO La cultura de la tolerancia Francisco Gómez Maza
Y hay hechos provocados, conducidos y concretados por la inteligencia humana que, sin hacer a un lado el dominio, casi siempre perverso, de la ciencia y de la técnica, que instala el predominio de los poderosos sobre los expropiados; del Estado, de la Soberanía, de las Instituciones, demuestran que lo que comienza a prevalecer sobre la razón – el Logos – es el Eros y el Pathos. El lenguaje del Corazón sobre el lenguaje primitivo, salvaje, egoísta, ególatra, egocentrista, “irracional”, de la razón, del Logos:
Uno de ellos es la despenalización del aborto en diversas partes del planeta – ciudad de México es un paradigma mundial -, como un reconocimiento explícito de los derechos reproductivos de las mujeres, dueñas de sí mismas, de su identidad y de su cuerpo, hecho que, por supuesto, ha tenido que enfrentarse con la ignorancia, la incomprensión, la intolerancia de individualidades y de instituciones que se han constituidos en autoras, dueñas, perros guardianes de la verdad, de la “moral”, sin darse cuenta de que ésta bien pudiera ser un árbol que produjese moras, aunque las moras se den en arbustos.
Otro es la legalización y legitimación del matrimonio entre individuos del mismo género que, igual que la despenalización del aborto, significa el reconocimiento a la pluralidad, a las diferencias, al ser humano como templo del espíritu, no obstante que aún persisten, y continuarán persistiendo, la cultura de la resistencia a los cambios en la historia humana, y la intolerancia, esa contracultura del deseo que produce miedo ante la posibilidad de que no sea satisfecho, o engendra pánico de ser perdido aun cuando esté complacido.
Dos botones de muestra de que la humanidad transita de la contracultura de la racionalidad de la razón a la irracionalidad del Corazón. Se trata de conciliar la ciencia y la técnica con el lenguaje del Corazón y de borrar de nuestra lexicografía, de nuestra demonología, de los juicios y actitudes la corruptibilidad y desvergüenza de la política, la prepotencia de la extremosa lujuria de la riqueza material, la inconsciente perversidad de las falaces concepciones de Estado, Soberanía, Instituciones (de las que hemos ya hablado profusamente en este espacio) y dar sitio a la dulzura del amor, que es paciente, amable, nada envidioso, nunca jactancioso, ni engreído, decoroso, desinteresado, jamás irritable con las alteridades, comprensivo, justo, verdadero, que todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta, de acuerdo con la filosofía, la teleología, la teología paulina.
En estos tiempos de extremo estado inconsciente de autobautizados “gobernantes”, de autonombrados “dirigentes” políticos, de salvajismo de reducidos grupos de identidades “institucionales” y “fácticas”, guiadas por la avaricia que los lleva a bañar de sangre a la sociedad, a sembrar de cadáveres esta tierra nuestra, a desaparecer a luchadores sociales, a secuestrar personajes de cualquier condición, a asesinar inocentes y a matar mujeres, el movimiento de la humanidad (en este caso, México) va en el sentido de las manecillas del reloj. De la brutalidad a la dulzura, de la rapacidad a la generosidad, del egoísmo a la solidaridad, de la rudeza a la ternura, movimiento que no es visto por la llamada opinión pública (otro sucedáneo de la inexistente colectividad, masividad), porque no es “noticia” para los manipuladores de la mediática de los medios masivos de publicidad y propaganda de la ideología.
Con todo, la humanidad, y concretamente la humanidad avecindada en este gran país llamado México, no se traga ya muchos “sambenitos”. Y comienza a moverse sola, sin la tutela del “Estado benefactor”; fuera de la estructura institucional que todo lo que toca lo hace mierda. Y podemos palpar este movimiento liberacionista en muchos hogares, en donde las decisiones que afectan a la pequeña comunidad familiar comienzan a tomarse democráticamente, y en la plaza pública, en donde la irracionalidad del Corazón toma su lugar, frente la racionalidad de la razón de quienes están absolutamente “convencidos” de ser dueños de la verdad absoluta.
En esta tesitura, la contracultura de la intolerancia cede sus espacios dia – bólicos, tanáthicos, a lo sin – bólico, al Bíos, al respeto a las diferencias. Se va abriendo más espacio al Eros, a los amorosos; al Pathos, al convivir con los demás en armonía, sin renunciar a la propia identidad, a las propias convicciones; a la compasión que no es otra cosa que hacer propio el dolor del otro, la alegría del otro, la felicidad del otro. Y vemos con frecuencia infinidad de pequeños grupos de hombres y mujeres reunidos para estudiar la realidad y plantear alternativas al hambre, a la miseria, a la indigencia y a la pobreza, al margen de las institucionalidades, a cuyos padres no les quedará más remedio que hacerse a la idea de que el mundo ya no es el mundo del autoritarismo, del fundamentalismo, de aquí sólo mis chicharrones truenan, porque yo soy el dueño de la verdad, el guardián de la fe, el único dios verdadero.
http://analisisafondo.blogspot.com/
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Ni duda cabe que la humanidad experimenta cambios trascendentes y definitorios. Aquella contracultura del deseo, de la avaricia, del miedo, que lleva a la intolerancia entre los seres racionales que habitamos esta casa común, que es la Tierra, maravillosa casa en la que la Naturaleza nos dio la oportunidad única, irrepetible, incomparable de ser concebidos, nacidos, crecidos, amados y amantes, enamorados, multiplicados, con paso vertiginoso está dando lugar a la cultura de la convivialidad, la cordialidad, el respeto a las diferencias, la común - ión, la ternura. “Hay que endurecernos, pero sin perder la ternura”, diría uno de los seres humanos más humanos que han dejado una estela de libertad y de liberación en este mundo, el doctor Ernesto “Che” Guevara.
