578 12 de julio de 2010 |
Lucha por la nominación Samuel Schmidt
López Obrador anuncia su aspiración presidencial para el 2012. Ebrard se expresa inconforme aduciendo la existencia de un pacto para que la izquierda presente un solo candidato. López Obrador reconoce el pacto pero igual sigue con lo suyo. Ambos sostienen que están promoviendo los mejores intereses de la izquierda. La paradoja es que ninguno de los dos es de izquierda.
Ya sé que ahora me toca definir qué es la izquierda y la verdad es que cuesta trabajo hacerlo porque se necesitaría partir de una base comparativa concreta para llegar a precisarla. Costará trabajo comparar al PRD con el PSOE o con el Partido Comunista Francés. Quedándonos a nivel nacional tenemos que si Chucho Ortega es de izquierda, tendríamos que considerar su paso por el Partido Socialista de los Trabajadores y éste era el ejemplo de la corrupción política, vendía conflictos en los que se involucraba y recibía dinero de fuentes gubernamentales; si izquierda son Bejarano y Padierna debemos reconocer su gestión de un movimiento inquilinario que explotó el paternalismo mexicano y con él medraron de forma corrupta para posicionarse políticamente; será de izquierda Cuauhtémoc Cárdenas, que gobernó como priista y perredista sin que hubiera el menor rasgo de diferencia en su estilo de gobernar, aunque navegó con ambas banderas. O Pablo Gómez, que emergió desde el Partido Comunista para convertirse en un inquilino legislativo desde donde no ha promovido ninguna agenda izquierdista.
Ya sé que las comparaciones son odiosas y cualquiera podrá sostener que tanto AMLO como Ebrard tienen antecedentes priistas que podrían ubicarse en la “izquierda” del partido, igual que Muñoz Ledo. ¿Los califica de izquierda ser opositores de Carlos Salinas? Este nombró a su hijo Emiliano en honor al líder revolucionario y creó el nacionalismo revolucionario, ¿eso lo hace de izquierda aunque le entregó el país a Estados Unidos. Ebrard trabajó para Salinas, ¿eso lo hace neoliberal?
Si la indefinición es preocupante también lo es el conocimiento de la existencia de un pacto. ¿Qué dice el pacto? Si se estableció para manejar la sucesión presidencial bien merecemos conocer su contenido. ¿Quién nos lo hará conocer?
Si la existencia del pacto es problemática, todavía más lo es que sea secreto. ¿Qué nos dice el que los políticos hagan arreglos en lo obscurito? ¿Nos ilustra como si ese fuera su estilo de gobernar?
Total que si uno resume, Ebrard y AMLO son tan iguales entre ellos como lo son con los demás políticos. Brincan de un partido a otro con gran facilidad, especialmente si así conviene a sus intereses personales, porque ninguno de los dos demuestra ninguna ideología.
Hay evidencias de las similitudes: aunque han construido mucha obra pública, lo que sin duda se reconoce, no lograron eliminar la corrupción, ni la de bajo nivel ni aquella que enriquece de manera escandalosa a los políticos y sus socios de ocasión.
Ambos tienen aliados obscuros y conexiones que arquean las cejas. Ebrard con Manuel Camacho, teórico de los neoliberales, personaje super cercano a Carlos Salinas, aparentemente se curó de sus inclinaciones políticas cuando se enojó porque no lo nombraron candidato presidencial. Al parecer la cercanía no se ha perdido, aunque se ha vuelto un asesor fundamental de AMLO.
Luego entonces, uno se pregunta sobre en cuál cancha juega. Todavía más intrigante es el salto mortal del politólogo del régimen priista neoliberal a vocero actual de la izquierda, esa misma izquierda a la que se dedicó a combatir desde el gobierno y Ebrard le ayudaba.
Ebrard y AMLO actúan en conciliábulos secretos y hacen arreglos bajo la mesa, igual que cualquier otro político.
Hay quien piensa que México necesita de una izquierda que equilibre al sistema. Frente al avance de la derecha se dice que la izquierda es fundamental. Pero resulta que no hay una sola izquierda como no hay una sola derecha.
No es lo mismo hablar de derechistas ilustrados –muy pocos por cierto- que de yunquistas fanáticos y promotores del odio; igual que no es lo mismo hablar de una izquierda radical guerrillera que una izquierda vende huelgas que se acomoda con facilidad con cualquier gobierno.
¿Cómo calificar a las huestes perredistas que ofrecen bloques de votos a cambio de una compensación económica?, ¿en que se diferencian de los que le venden votos al PRI o al PAN?
Hecha esta salvedad, aceptando la heterogeneidad de las fuerzas políticas y considerando que los políticos se comportan como truhanes facciosos que antes que nada promueven su egoísmo, hará poca diferencia quién sea el candidato de esa alianza aberrante PRD-PAN. AMLO o Ebrard, o Juan Ramón de la Fuente, de cuyo caso nos ocuparemos en otra ocasión.
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