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19 de julio de 2010
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ANÁLISIS A FONDO

Madriguera diabólica

Francisco Gómez Maza

 

Alicia en el país del horror

Antes que “Estado fallido”, “estado de ánimo”

 

mazaimgDecir “Estado Fallido” es una fantasía, en este México en donde quienes detentan el poder político han perdido el rumbo, y dan vueltas y vueltas en una rueda sin fin, como el ratón de feria, o el ratón con el cual muchos padres logran perversamente que se divierta el niño, inyectándole todo el veneno a su mente y a su corazoncito. México no es un “Estado fallido”. Más bien es un estado de ánimo, que vive en la más profunda de las depresiones emocionales, que el más depresivo de los seres humanos pueda experimentar: ansiedad, falta de aire, miedo, nostalgia, desesperación, ausencia, soledad, desesperanza, ganas de suicidio y todas los síntomas horribles de un episodio emocional que no le deseo ni al más acérrimo enemigo, si es que lo tuviese.

 

Aquí, en este país, otrora grandioso, de profundos filósofos, de poetas excelsos, de mujeres bragadas, de juventudes vibrantes, de culturas infinitamente superiores a las del llamado “viejo continente” (los mayas inventaron el “0”) y de bellas ciudades, más luminosas que la propia Madrid, o París, o Londres, hace poco más de cinco siglos, pareciera que a todos nos está llevando la chingada, mientras los ratoncitos caminan desconcertados dentro de la rueda sin fin para ir a ninguna parte, y arrastrarnos al despeñadero de un abismo sin fondo.

 

No sólo pareciera que México no tuviera remedio, como dicen que alguna vez dijo Luis Donaldo Colosio de Manuel Camacho Solís, sino que estuviese al borde del cataclismo. Y el estado de ánimo empeora. Ahora las presuntas “bandas de la delincuencia organizada” hacen estallar carros bomba y con ello demuestran una infinita superioridad bélica. Y nosotros, los seres humanos que tuvimos la fortuna (¿o el infortunio?) de nacer, vivir y morir en este gran país formado de países, ricamente dotados por la Naturaleza, estamos a merced de las bandas criminales, organizadas y no organizadas, narcotraficantes, blanqueadores de dinero sucio (el sistema financiero y bancario), “gobiernos” integrados por politiqueros corruptos e impunes, pederastas, tratantes de personas, secuestradores, sindicatos blancos, partidos politiqueros, que no políticos, entre toda una fauna dia–bólica, perversa de toda perversidad.

 

¿No le dice algo parecido esta narración de Charles Lutwidge Dodgson, bajo el más conocido seudónimo de Lewis Carroll?  “El rey y la reina de corazones, así como sus súbditos, son naipes de una baraja inglesa. Aunque los corazones son el único palo mencionado expresamente en el texto (de Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas), gracias a las ilustraciones de este capítulo se deduce que los palos de tréboles, picas y diamantes también se encuentran en el jardín.

 

En la entrada del jardín, Alicia encuentra a un trío de jardineros pintando un rosal. Los jardineros habían plantado un rosal blanco donde debía haber uno de color rojo, por lo que estaban pintando las rosas apresuradamente, antes de que la reina descubriera el error. Sin embargo, los reyes de corazones y su cortejo pasaron por allí. La reina, al descubrir la treta de los jardineros, ordena que sean decapitados. Para evitarlo, Alicia esconde a las cartas en una maceta, y los verdugos, para salir del aprieto, hacen creer a la reina que ya cumplieron con la sentencia. La reina ordena entonces que la comitiva vaya hacia donde se jugará al croquet, invitando a Alicia a participar en el juego.

 

Alicia acompaña al grupo, y percibe que a su lado va el Conejo Blanco (el que la llevó a su madriguera sin fin), quien estaba aterrado por la imponente presencia de la reina. El Conejo casi no habló en el trayecto, más que lo suficiente para informar a Alicia que la Duquesa había sido hecha prisionera por llegar tarde al juego. Una vez en el campo, Alicia vio que el juego tenía características peculiares: en vez de bolas, se usaban erizos; y en vez de mazos, flamencos. Tampoco había arcos, pero en su lugar, los naipes se colocaban en cuatro patas para marcar el curso del juego. Todo el mundo jugaba sin ningún orden, discutiendo continuamente, los erizos escapaban cuando podían, y la Reina de Corazones ordenaba que le cortaran la cabeza a todo el que se le ocurría.

 

En medio del caos, apareció en el aire la cabeza del Gato de Cheshire, y Alicia se sintió aliviada de poder conversar con alguien conocido. El Rey de Corazones se sintió intrigado por el gato. La reina, al ver al gato, como era su costumbre, ordenó que le cortasen la cabeza. El verdugo y el rey se confundieron terriblemente, pues el gato sólo había hecho aparecer su cabeza y no era evidente que hubiera un cuerpo de dónde cortarla. Alicia sugirió que para aclarar la confusión, habría que preguntarle a la Duquesa que, al fin y al cabo, era la dueña del gato. La reina ordenó entonces que se liberase a la Duquesa de la cárcel. Sin embargo, cuando la Duquesa llegó al jardín, el gato había desaparecido nuevamente.

 

¿Le parece, amigo lector, un galimatías sin solución el texto que lleva leído? Pues tiene usted toda la razón. Es una jerigonza, como el galimatías o jerigonza de “gobierno”, de relaciones “Poder” (con la mayúscula que a los poderosos les encanta ponerle) –sociedad (gente de carne y hueso), en donde todo es al revés volteado, en una madriguera de conejo en la que, como Alicia, nunca llegamos (creo que no llegaremos en este modelo de relaciones) al final; donde todo es absurdo; donde los poderosos presumen de ser los dueños, los patrones, y los partidos políticos son ramas de la misma ortiga, y se preparan para repetir la historia del absurdo país del Conejo Blanco de Carroll.

 

Y lo más grave es que los miembros de la clase política insisten, porfían, en un camino que no tiene final. Van a ninguna parte, aunque abulten sus cuentas bancarias del dinero que aportan, ad ovum (sólo algunos terminan en la cárcel, porque sería muy obvio que continuaran robando con la más supina impunidad), los contribuyente y con ellos se llevan entre las patas a los millones de individuos que integran lo que fantasiosamente llaman “el pueblo”, “las masas”, “la colectividad”, entidades tan inexistentes como el Estado, o la Teoría del Estado, o la ciencia política.

 

Si no fuera pos la sangre derramada –Amigo: ¿qué piensa usted de los datos oficiales de la mortandad: 24 mil 826 asesinatos vinculados al “crimen organizado” en lo que llevamos del sexenio, 7 mil 48, sólo de enero al 16 de este fatídico julio?). Y dónde quedó Alicia. Me temo que, a pesar de Lewis Carroll, aún anda viendo alreveses en la madriguera del Conejo Blanco. Ah, País de las Maravillas convertido en el País del Horror…

 

Y agréguele usted, amigo, todo lo que se le ocurra a este texto absurdo, surrealista, que no tiene final, ni lo tendrá…

 

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