601 12 de agosto de 2010 |
TRANSICIONES ¿Sin sentido? Víctor Alejandro Espinoza El diálogo es un activo imprescindible de la vida democrática; sin diálogo, sin argumentos, sin propuestas, no hay convencimiento. Según el Diccionario de la Lengua Española, el término significa: “Discusión en busca de avenencia”. Es normal que en un régimen democrático, los diferentes actores se sienten a dialogar para llegar a acuerdos que permitan enfrentar los problemas que aquejan a una sociedad. Bajo regímenes autoritarios, y no se diga dictatoriales, existe la imposición o el sometimiento.
A más de tres años de iniciado su gobierno, el presidente Felipe Calderón organizó una serie de jornadas con distintos representantes de la sociedad mexicana que llamó: “Diálogo sobre seguridad”. Evidentemente, el tema es el más relevante de la agenda de gobierno y se ha convertido en la principal preocupación de los mexicanos. Los números de la “Guerra contra el narcotráfico” que inició desde el primer día de su gobierno son elocuentes: según el CISEN, hasta la semana pasada se contabilizaban 28 mil muertos; una cifra que nos sitúa ante la magnitud del problema. Pero incluso otras fuentes reportan cifras más altas: 30 mil 104 (Semanario Zeta, 6-12 de agosto/2010, p. 32A). Sin embargo, más allá de los datos, la gran preocupación de los especialistas es que de proseguir con la misma estrategia las cifras podrían multiplicarse.
Nadie pone en duda que es necesario el diálogo para construir propuestas alternativas a una guerra que no podrá ganarse; o si se prefiere, que conduce al abismo. Cuando el presidente insinuó la posibilidad de una discusión con los principales actores políticos, hasta Andrés Manuel López Obrador dejo entrever la posibilidad de responder a un llamado que prometía una nueva forma de encarar los asuntos nacionales. “Seguridad democrática” se le empezó a llamar a un enfoque donde se buscaba la corresponsabilidad política y social. Sin embargo, días después el nuevo secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, aseveró que la actual era la estrategia correcta. Aun con ese evidente desacierto, el llamado del presidente prosiguió y se materializó en el mencionado “Diálogo sobre seguridad”.
Por primera vez tuvieron foro diversas propuestas, entre otras, la necesidad de legalizar las drogas. Hubo posiciones a favor y en contra, como sucede en el resto de la sociedad. La posición oficial se inclinó hacia el lado de la no legalización. Sin embargo, llama la atención que muy pronto las expectativas despertadas por la apertura gubernamental a debatir quedaron frustradas. En su reciente visita a Colombia, a donde asistió a la toma de posesión del nuevo presidente, Felipe Calderón dejó de lado las posiciones conciliadoras y nuevamente sostuvo que la guerra frontal es la única alternativa ante el narcotráfico. Ello desactivó los posibles efectos positivos del diálogo reciente.
Estamos de nuevo ante una situación delicada sin alternativas. No hay acuerdos acerca de la mejor estrategia para enfrentar la grave inseguridad y el deterioro institucional ante el que estamos. No hay dialogo; o más bien lo que parece regir es el “Diálogo de sordos” definido también por el citado diccionario como “Conversación en la que los interlocutores no se prestan atención”. Asistimos a iniciativas, foros, consultas, etcétera, donde se presentan sesudos estudios, estadísticas, propuestas de políticas públicas, pero al final todo sigue igual. Se busca simplemente legitimidad para lo ya decidido. Esa es la historia política nacional. No hay avance. Y mientras el país se desangra y se camina hacia ninguna parte.
Y luego nos extrañamos de que los ciudadanos evalúen negativamente a las instituciones públicas, que valoren a la política como algo sucio e indigno, que consideren que al final “todos los políticos son iguales” y que no acudan al llamado de las urnas. En este país acordar es sinónimo de “transar en lo oscurito”. Si llamamos al diálogo y a la concertación, se debe actuar en consecuencia.
Requerimos acuerdos nacionales; escuchar todas las voces y no sólo a los aduladores en turno. Urge una discusión a fondo no sólo de lo que queremos como país, sino de las vías por las cuales podemos acceder. Lo han hecho en otros países, no seríamos una excepción. Sin diálogo no saldremos del hoyo en el que nos encontramos.
Investigador de El Colegio de la Frontera Norte victorae@colef.mx
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