602 13 de agosto de 2010 |
ANÁLISIS A FONDO: ¿Derrotar a la criminalidad? Francisco Gómez Maza La estrategia policial militar, el camino más fácil pero sin destino Urge una estrategia integral que incluya una revolución espiritual
Resulta inquietante y preocupante el criterio policial militar presidente Felipe Calderón, quien de manera automática se presenta convencido de que está “a tiempo para enfrentar y derrotar a la criminalidad". Lleva tres años y ocho meses intentándolo “con toda la fuerza del Estado” y la criminalidad no sólo no ha sido vencida, sino que se ha fortalecido e, inclusive, ha estructurado un Estado dentro del Estado. Veintiocho mil muertos, ni en Irak, ni en Afganistán. Y los muertos, aunque sean “necesarios”, o en infinidad de casos, “daños colaterales” son un indicador muy significativo de que el gobierno no está ganando esta guerra.
Los asesores del presidente tienen ojos y no ven; oídos, y no oyen. No se trazan una estrategia integral. Creen en la menguada fuerza del Estado; de lo que llaman Estado, que ya hemos dicho aquí que es sólo una palabra hueca, una especie de concepto para legitimar la expropiación del poder del pueblo. Pero dejando de lado los conceptos. Ellos, las autoridades, el propio presidente de la república, los miembros de los otros “poderes”, los legisladores y los jueces, están obligados a escuchar la voz de los expertos, de los activistas sociales, de los periodistas que analizan cotidianamente la realidad y dar un salto cualitativo. Olvidar que al crimen organizado no se le puede combatir sólo con las policías y los soldados. Muchos de éstos están coludidos con las bandas, e inclusive muchas autoridades locales. Y muchos jóvenes que están metidos en el comercio de las drogas o en las bandas de sicarios lo están porque no tienen otra oportunidad de vida. Son parte del lumpen, son parte de los desheredados, de los expropiados y no les queda más que involucrarse so pena de morir de hambre o de morir asesinados.
Ayer jueves el presidente Felipe Calderón se reunió con gobernadores del país, ante quienes dibujó su concepto de “estrategia”, pero no profundizó en el problema. Se quedó en el plano de lo policial militar y en el de la justicia penal. Soslayó los factores más importantes; las verdaderas causas del narcotráfico y del crimen organizado. Ciertamente es válida su preocupación por los problemas, “muy serios”, dijo, para aplicar el nuevo sistema de justicia de penal y los presupuestos para ello. No dudo de que la acción policial militar es importante para perseguir a los criminales y que el sistema penal lo es para juzgarlos. Pero con ello jamás se vencerá la criminalidad, porque todo está corrompido: policías, soldados, jueces, miembros de tribunales, presidentes municipales, gobernadores. Y habrá que hacer una estrategia integral en este rubro. Pero no queda ahí la cosa.
En este espacio hemos reiterado que la adicción a cualquier tipo de drogas es una enfermedad incurable, progresiva y mortal, que jamás se curará con cárcel, con balas. Hemos dicho que los adictos consumen no porque quieran consumir, sino porque una vez que comenzaron se van aficionando y enferman de ansiedad y compulsión por las sustancias adictivas.
Muchos de ellos quisieran liberarse y es ahí donde las llamadas instituciones, todas, no sólo las de salud tienen que jugar su rol para crear las condiciones para ayudar a la legión de adictos a recuperarse mediante la formación de grupos de autoayuda en todo el país, y para ello tienen que asesorarse de quienes tienen la experiencia, particularmente la comunidad de Alcohólicos Anónimos representada por la Central Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos.
El Conadic (El Consejo Nacional contra las Adicciones) no me dejará mentir y estará de acuerdo en que este camino es el más eficaz para ayudar a los adictos. Es infinitamente más importante esta tarea que los operativos para detener a un capo, porque con la detención de uno de estos individuos no resuelve nada. Y menos con su asesinato.
Los gobernadores están errados cuando le piden al presidente más apoyos materiales y de fuerzas de seguridad. Eso no sólo no resuelve la broca sino que la hace más patética y lo mismo que el gobernador Marcelo Ebrard, jefe de gobierno de Distrito Federal, plantee que es necesario frenar el flujo financiero a los criminales (verdad de Perogrullo), pero que las autoridades hacendarias y financieras no han podido ni podrán hacer porque la experiencia dice que los financieros de los grupos criminales tienen más imaginación que los economistas de la Secretaría de Hacienda o del Banco central. Inclusive, las reservas internacionales de éste se han abultado exponencialmente por el flujo de dinero sucio en la economía, a través del blanqueo de dinero en las instituciones financieras.
La estrategia actual no sirve. Es inútil. No le gusta a Felipe Calderón que uno diga que es una guerra fallida. Pero muy a mi pesar debo aceptarlo y decirlo: es una guerra fallida. Y ya prácticamente se ha terminado el tiempo de Calderón, por lo que es el momento de que quienes aspiran a sucederlo tomen en cuenta las críticas, los análisis que del fenómeno del crimen organizado y el narcotráfico hemos hecho muchos a ciencia de parecer contumaces, porfiados, de ir contra corriente. Pero hay razón.
La estrategia tiene que incluir todos los aspectos de la vida económica y social. La pobreza en que vive la mayoría es un factor de criminalidad. Y no sólo no se está haciendo algo por abatir la pobreza. Se está haciendo todo por concentrar la riqueza en muy pocas manos. Un pobre muerto de hambre no tiene salidas en su vida. Tiene que robar. Tiene inclusive que matar. Tiene que aceptar la invitación de narcotraficantes a hacerse sembrador, cosechador, trasegador, mula – como les dicen a los que transportan pequeñas cantidades de droga, a veces en la maleta, a veces en el estómago.
El gobierno tiene que analizar la situación y las alternativas. Lo político, lo económico, lo cultural, lo religioso. Todo. No dudo en ningún momento de lo que dice Calderón en el sentido de que es necesaria la coordinación y trabajar sin titubeos. De lo que estoy cierto es de que apoyar el trabajo de las decenas de miles de efectivos de la Policía Federal, del Ejército y la Marina para ofrecer seguridad a los "ciudadanos, no es la solución. Es el camino más fácil, ciertamente, pero al fin un camino que no lleva a ningún destino.
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