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9 septiembre 2010
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El valor de la libertad
Carlos Leal Velazco

El discurso del Bicentenario merece una reflexión crítica propositiva en torno al valor de la libertad e independencia. Si hacemos un repaso, de menos a más, ambos son términos subjetivos, abstractos, son parte de la utilería política, pertenecen a todos y a nadie, es una enorme vorágine que poco a poco nos va envolviendo, nos gusta este ser mexicano, el culto a México con o sin foquitos, matracas, cornetas bailando al son de La Negra.

Creemos que a partir del grito de independencia seremos distintos que la magia del tequila, mariachi y banderas surtirán efecto, y al día siguiente el país cambiará, los problemas serán cosa del pasado precisamente porque todos los mexicanos contribuimos a darle cuerpo al discurso esperanzador del bicentenario. Es como una poderosa e ineludible fuerza vital que se expresa en energía renovadora y aún le brindamos sacrificio, si se quiere, a los guías libertadores, llámense Quetzalcóatl, Tezcatlipoca, la Guadalupana, o Hidalgo.

La libertad es una noción histórico-jurídica que dice que el hombre, por el simple hecho de nacer, la adquiere. También se es libre por decreto, por ser un ente orgánico, por derecho, por economía ecológica, porque libre se manipula mejor, por mandato divino, por lo del libre albedrío, porque es la moda. Pero lo que no se dice es que libremente el Estado le impone un nombre y apellido, libremente se le escoge su religión y futuro educativo,  libremente lo obliga a ser sujeto jurídico y tiene libertad de escoger qué tipo de sujeción le acomoda. Finalmente, en libertad total, “debe” decidir los créditos, compras y bancos que manejen su dinero.

La libertad es un discurso cascareado, funcionalista, reutilizable y no nos sorprende que al hacer una retrospectiva histórica vemos que no éramos libres desde mucho antes de la llegada de los españoles, y a partir de 1510 comienza a escribirse la historia cíclica con una violenta y progresiva sustitución de imágenes religiosas y culturales, desmantelamiento de la estructura social y política de los aztecas, que culmina el 13 de agosto de 1521. Así lo afirma Francisco Javier Clavijero y Bernal Díaz del Castillo.

En 1610, a consecuencia del multi mestizaje, se abre un conflicto sostenido por el modelo español medieval, disputa entre órdenes religiosas ostentosas, congregas de indios injustas, evangelización agresiva, sociedad dividida en castas, latifundios escandalosos y mano de obra esclava, por un lado; y del otro, un enfrentamiento entre indígenas, la herencia de señoríos, ritos paganos de sacrificios y pago de impuestos que produjo levantamientos sangrientos y represiones. La disputa criolla y la separación de distintos reinos se agudizó en 1710, a la llegada de más españoles, franceses, árabes, judíos, negros, piratas, lo que va a traer consecuencias en leyes, salud, economía, y comercio; así, las discrepancias desde Europa impactaron en los habitantes de la colonia con el Rey.

El 15 de septiembre de 1810 se rompieron 300 años de dominio con el "Grito de Independencia". Es un hecho que la libertad  para el cura Hidalgo consistía en pasar a un nuevo contrato colectivo de gobierno. Desde luego, era una excelente oportunidad para los poderosos que tenían otro concepto de libertad.

Buscaban la libertad para dar sustento jurídico, en el derecho internacional, a la nueva nación, una vez establecido el cambio social, religión, administración, definido el país, territorio y población, con la finalidad de proteger sus intereses.

La masa se unió en búsqueda de libertad; ¿pero cuál libertad?, ¿para quien? Cierto es que fue un proceso largo y doloroso inspirado en la Revolución Francesa, cuando se emitió la célebre Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, el 26 de agosto de 1789; tomando en cuenta que España había perdido su libertad y otros motivos más económico pragmáticos que filosóficos e ideológicos. Hidalgo, a pesar de que suprimió las castas en toda América y declaró abolida la esclavitud y lo reafirma Morelos en Sentimientos de la Nación, en 1814, es el cura Fray Servando quien tiene una noción más clara de la libertad: “Si la libertad es un autopoder, yo Ruego a Dios nos mantenga no solo la independencia sino la Libertad. Nosotros no queremos la Independencia por independencia, sino la independencia por la libertad, una onza de oro es una cosa muy preciosa, pero si el que me la da me prohíbe el uso de ella en las cosas necesarias, lejos de ser un regalo es un insulto. Nosotros no hemos estado por once años tiñendo con nuestra sangre los campos de la Anáhuac y si no se nos da, la guerra aún no está concluida, los héroes aún no han muerto todos.”(1)   

Y qué libertad y qué independencia hemos logrado si hasta ahora, a doscientos años de distancia, el sistema, la sociedad, la cultura, economía y religiosidad aún le deben a esos mexicanos quienes sin conocernos pagaron caro por intentar lograrla; para que aún esté incompleta, inconclusa, inacabada.

Precisamente por fallas humanas, de ambición morbosamente desmesurada, corrupción incubada en nuestra genética, una historia triunfalista y ficticia, leyes huecas, anti sociales, lascivas, selectivas y discriminatorias. Aún así, seguimos creyendo que sólo los hijos de la clase poderosa tienen el derecho de apropiarse de nuestra libertad.

Preguntamos: ¿dónde, cuándo, o quién cambió “nuestra” independencia por dependencia, libertad por sumisión; valentía por temor, debilidad y vasallaje? ¿Quiénes son los que manejan la Independencia de México desde “la globalización”? ¿Quién puso en manos de los niños y jóvenes en vez de cohetes, granadas, metralletas y cuernos de chivo? ¿Por qué convocar a una fiesta apretada, cuidándose de las bombas? Acaso no fuimos capaces desde 1910, durante la Revolución Mexicana, de quitarnos el complejo de inferioridad que maneja Octavio Paz.

Yo grito ¡Viva México!, celebro la esperanza de una Independencia de los bancos mundiales y de las decisiones de países poderosos y que nos afectan para que parezca que somos un país fuera de la ley. ¡Viva Hidalgo!, porque ahora cualquier sacerdote puede excomulgarnos si hablamos de los derechos que tienen los grupos del tercer milenio. ¡Viva la Corregidora y la Leona!, porque ahora descubrieron que tenían amantes y eran mujeres liberales.

También grito por el chúntaro, el colombiano, el fresa, los políticos, el deportista, maestro, profesora, doctor, enfermera, ingeniero, vendedor de elotes, chofer, el policía, soldado, el narco, el intelectual, pintor, escritor, teatrista, los enfermos, drogadictos, hasta por las televisoras y sus artistas, el gobernador y el presidente. Por todos ellos levanto mi voz en este Bicentenario para que se les conceda libertad para escoger en el deber la Independencia de razonamiento, de economía, de ideas, de anhelos y de amores.

No importa cómo estemos, México y los mexicanos somos el único país que exporta su “grito de Independencia” por todo el mundo: Rusia, China, Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Houston, París, Roma, Grecia, España, Argentina, Colombia, India, Sudáfrica, Alemania, Suiza, Inglaterra, Cuba; Nuestra libertad es más amplia que el país. Muchos podrán decir: ¿Qué celebran estos mejicanus, si están matándose? Envidian  nuestra fiesta porque ya no es sólo un acto público en el zócalo, transmitido en pantallas súper gigantes o parques millonarios.

Otros se preguntarán: ¿celebrar, festejar o boicotear? Yo digo: es fiesta porque es parte esencial de la cultura popular, es celebración por su enorme contenido histórico; y en cuanto al boicot, me parece que es una actitud ajena, tendenciosa, derrotista y cobarde, pues les aterra el compromiso histórico de cerrar el ciclo. Creo firmemente que es un acto de embalaje, resistencia, aguante, porque ya lo traemos genéticamente, lo sabemos porque renueva la vitalidad de las instituciones; entonces ¡Viva!, madre patria, porque vas a parir otro México. 

Viva México, además, porque tenemos muchos boxeadores, porque alguien declaró una guerra, porque la Miss Universo es de Jalisco, porque somos el primer país de obesos, porque en la prueba de conocimientos sacamos casi el último lugar, por uno de los de más baja productividad, el que más toma cocacolas, donde hay más choques, asesinatos del crimen organizado, bloqueos, maltrato infantil, temblores, inundaciones; y lo peor es que siempre pierde el Tri.

Aún así, yo grito porque soy alegre, porque vivo rodeado de personas que deseamos y trabajamos para lograr un país mejor, creemos en los jóvenes, somos multiculturalmente ricos, con una gran historia, una diversidad ecológica sorprendente, lindas mujeres, pintores, músicos, artistas, escritores, artesanos, indígenas, campesinos, empresarios y ciudadanos honestos. Por eso: ¡Viva México!

Sin caer tampoco en el exceso de optimismo, sólo el justo medio, la pregunta sería: ¿tú por qué y por quién gritas?, ¿cómo usas tu libertad?, ¿en el bien colectivo o eres egoísta? Qué hay de tu independencia: ¿la encadenas con deudas, preocupaciones y depresiones, o la mantienes ejercitada, ágil y solvente? No importa si las circunstancias son adversas, no dejes pasar la oportunidad y aunque sea en el baño, en el avión, en el país que estés, saca tu bandera, ponte un listón o un sombrero y has un acto íntimo de tu México y si quieres, multiplícalo por los más de 120 millones de mexicanos que sí vamos a celebrar.

¡Viva México!  

 

Notas
1.- Fray Servando. Biografía, Discursos y Cartas. Edición Conmemorativa. Gobierno de Nuevo León. Universidad Autónoma de Nuevo León. Monterrey, México, 1977. Discurso Autobiográfico pronunciado durante la sesión del primer constituyente el 15 de julio de 1822.  p. 153

Antropólogo. Master en Ciencias y Doctorando por la Universidad Pablo de Olavide, España. Investigador de la UANL.

 

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