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13 septiembre 2010
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SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Crece la desigualdad
Edilberto Cervantes Galván

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) acaba de presentar un Informe sobre el Desarrollo Humano en América Latina y el Caribe. Se dan a conocer las brechas que existen en los niveles de desarrollo dentro de los países de la región. También se incluyen otros indicadores que se utilizan para explicar la desigualdad, como son: el origen étnico, el género, el lugar de residencia, el acceso a servicios básicos e infraestructura.

El aspecto más relevante de este Informe es la extrema desigualdad social que se presenta en los países de la región (México incluido). La disparidad de ingresos y la concentración de la riqueza, por un lado, tienen su correspondencia en la falta de satisfactores y la extendida pobreza, por el  otro. América Latina se sitúa como la región con la más elevada desigualdad en el mundo.

La desigualdad social en la región de América Latina es: a) 65 por ciento más elevada que en los países considerados de ingresos más altos (países más ricos, pero con una desigualdad mucho menor); b) 36 por ciento mayor a la observada en países de Asia Oriental; y, c) 18 por ciento más alta que en el África Subsahariana (países más pobres que México, pero menos desiguales).

En el Informe del PNUD se afirma que esta desigualdad extrema en América Latina no sólo es pronunciada sino también persistente; casi no ha habido ningún cambio en esta situación, ni para bien ni para mal, desde hace más de cuarenta años. No se percibe cómo pueda cambiar en el corto o mediano plazo.

La situación en México es de extrema desigualdad. De acuerdo a un informe dado a conocer en marzo pasado por el Banco Mundial, entre el año de 2004 y el de 2008, los mexicanos más acaudalados incrementaron sus ingresos en un 39.1 por ciento. Mientras que en el 2004 la décima parte de los mexicanos con mayor riqueza recibió el 35.4 por ciento del ingreso total nacional, en sólo cuatro años esa participación se elevó hasta el 41.3 por ciento del ingreso total nacional. Esto refleja un proceso de concentración de la riqueza muy acelerado. Lo más significativo o doloroso es que se da en un periodo en el que la economía nacional casi no crece.

En el otro extremo, en el mismo lapso, la población de menores ingresos en México vio disminuida su participación en la renta nacional. La décima parte de los mexicanos más pobres recibió en 2004 el 1.5 por ciento de la renta nacional y cuatro años después su participación se había reducido a sólo el 1.2 por ciento. Una pérdida proporcional del 20 por ciento.

La diferencia en la participación del ingreso nacional entre la décima parte de la población más pobre y la décima parte de la población más acaudalada se ubicó así en 34 veces.

Una situación similar se presenta en el caso de los sueldos y salarios. Los ejecutivos y funcionarios reciben sueldos muy por encima del que reciben los escalones más bajos de la escala laboral.

La desigualdad en el ingreso se expresa en desigualdad en el acceso a bienes y satisfactores. No sólo es una cuestión relativa de poco y mucho sino de carencias a veces absolutas: de alimentación; de acceso a la educación y de permanencia en la escuela, de oportunidades de empleo y de permanencia en el empleo (entre 2000 y 2006, cada año logaron emigrar a Estados Unidos, de manera ilegal, alrededor de 600 mil mexicanos).

El reporte señaló que uno de cada seis latinoamericanos depende en la actualidad de programas de ayudas sociales, como Oportunidades, en México, o Bolsa Familia, en Brasil.

Esta desigualdad social marcada por la inequidad en la apropiación del esfuerzo de la nación se asocia con el mal desempeño del país en aspectos fundamentales. Hace unos días se comentaban los resultados de la evaluación de los estudiantes de primaria y secundaria: una situación de atraso, de insuficiencia, de la cual no parecen estarse haciendo esfuerzos efectivos para salir (desde hace años). En el mes de agosto pasado el tema fue la falta de espacio en las instituciones de educación superior para recibir a todos los aspirantes.

También se acaba de dar a conocer el índice internacional de competitividad en el cual México ha venido perdiendo terreno de manera acelerada. Otra deficiencia de fondo, que viene desde siempre, es la escasa inversión en investigación científica y desarrollo tecnológico. Si a esas debilidades se le agregan los costos de la corrupción sistémica, la inestabilidad social que provoca la violencia de la guerra interna y la ausencia de políticas públicas, resulta claro que no se trata de aspectos desvinculados entre sí.

 

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