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29 octubre 2010
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El Halloween y las bodas
Guillermo Lozano Jr.

Cuando Mijail M. Bajtín (1895-1975) escribió acerca del carnaval y la trasgresión hace casi un siglo, tocó un punto crucial en cuanto a la esencia del acto festivo. No se trataba –como en nuestros días los raves o ese desfile de cuerpos y olores llamado “salir de antro”– de la fiesta por la fiesta; sino de jugar con lo prohibido: trasgredir, parodiar y burlarse de las conductas deseables, los roles sociales y el estatus jerárquico de los poderosos y sus reglas en el medioevo.

Como una reminiscencia de esta original y espontánea trasgresión al orden y aún sin tintes sociales, queda, por ejemplo, la catarsis que provoca olvidar que se es una papa para bailar y en (d)efecto, saltar al centro de la pista para dar de brincos sin importar que aquello parezca el inicio de una irremediable epilepsia en potencia. Esto, pensando que ganan las ganas de hacer el sabroso ridículo y no el ego de salir a lucir las mejores galas o el des-vestido más mini. 

No, mis estimados vecinos de “colonias bien”, no, mis deliciosas y siempre deseables Barbies narcisistas; esto no era –desde la esencia del carnaval festivo- la idea de “portarse mal”  o la tan consumible, efímera y comerciable idea contemporánea de la libertad de ser.

El goce libre, desde la perspectiva carnavalesca bajtiniana propuesta en su texto “La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento” (1990), no consistía tampoco en lucir el mejor disfraz cada noche de Halloween, en la que lo único monstruoso es la vendimia. De todo esto a la auténtica idea del carnaval, quizá sólo queda el dejar de ser uno mismo por un rato al disfrazarse. La monstruosidad, lo grotesco y lo festivo consistían en el reto alegre y siempre irónico a los opresores, los moralistas y las “buenas” costumbres: la mofa  al clérigo corrupto, al gobernante megalómano y explotador, a la reina moralista pero promiscua, al soldado represor pero ebrio y tonto y al travestismo oculto del “macho”. La fiesta en Bajtín, o en el carnaval medieval, tocaba –y trocaba– los límites de lo socialmente permitido; esa área de lo humano que está después y antes de la cultura llamada tabú.   

Así pues, llama mi atención que dentro de la institucionalidad arcaica del ritual nupcial de nuestros días en la cultura mexicana, haya una leve reminiscencia inconsciente de todo aquello cada vez que se canta y se baila lo prohibitivo para los cónyuges unidos en bendecida y feliz ceremonia: al ahora esposado no le dirán “el venado, el venado”, porque su ahora esposada jamás le pondrá los cuernos; las potenciales novias, ex novias y amantes vueltas a “mejores amigas” del ahora esposado, sólo podrán imaginar o recordar que le cantaban al oído esa de: “qué bello cuando me amas así y muerdes cada parte de mí”; la ahora esposada imagina a su vez que es virgen porque se casó de blanco, pero aventó el liguero a la perrada de manos de su ahora esposado quien, en tal arrojamiento, les dice simbólicamente: pero se fregaron –¡perros!– es mía; y la alegría de “Macarena” y todas esas “cosas buenas pa darle a su cuerpo” serán para el esposo, después de su esposamiento, sólo un sueño; y demás mensajes ambiguos que, a ebullición de alcohol, sudor, perfumes, humo y niños corriendo con globos largos y cornetillas, bailamos en las bodas.

Quizá, aun dormida en el inconsciente colectivo, la trasgresión dentro de la norma sigue viva sólo para recordarnos que a veces no somos lo que aparentamos del todo.                         

Nota biográfica: Mijaíl Mijaílovich Bajtín; (Orel, 1895 - Moscú, 1975) Teórico literario ruso, conocido también por su seudónimo V. Voloshinov o Vorochilov. Tras graduarse en la Universidad Estatal de San Petersburgo, Bajtín se trasladó a Vitebsk, importante centro cultural de la época, donde organizó junto a otros intelectuales un importante espacio de debate sobre arte y literatura. En 1929, fue arrestado y deportado a Kazajastán. Conocido por sus análisis de la naturaleza dialógica y polifónica de la producción literaria, ocupa un lugar fundamental en la teoría de la literatura a partir del reconocimiento de su obra en Occidente con la reedición en 1963 del libro Problemas de la poética de Dostoievski (1929). Bajtín superó la crítica formalista, que predominaba en la Rusia de su época y preconizaba la existencia del arte y la literatura como entidades independientes del mundo exterior, en favor de una concepción para la que el lenguaje, la forma y el contenido son reunidos por la figura de un autor, dotado de una historia y un imaginario particulares, que convierten toda obra en un modo de expresión singular. Fuente: http://www.biografíasyvidas.com

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