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2 Noviembre 2010
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Altar en Aula Magna
Luis Valdez

30 de octubre
¿Ya hizo un altar para sus muertos? Goyo dejó Cempoala, Veracruz hace más de diez años. Al final del concierto de Paloma Negra se acerca para preguntar si en algún panteón de Monterrey se festeja el Día de Muertos.
Cempoala, Veracruz (también se escribe Zempoala) fue el primer poblado importante visitado por Hernán Cortés en tierras mexicanas. La carrera de ventas sacó a Goyo y su familia de ahí para traerlo a Monterrey. Hoy día es una ciudad afectada por los huracanes que han pegado en el golfo de México. Es decir, hay más difuntos.

Este año, Goyo no podrá ir al panteón familiar a festejar a sus muertos, pero le ha gustado el concierto que Paloma Negra ofreció en Aula Magna. El escenario estaba rodeado por papel picado, veladoras y flores de Zempazúchitl. Al centro, un cráneo de papel color morado sonreía de manera desdentada lo mismo a un Gabriel Contreras en segunda fila, que a un José Garza que buscaba la ubicación ideal para sentarse sin tapar a las personas a sus espaldas, o a un Porfirio Sosa (a quien imagino ideando un poema fúnebre). El auditorio huele a incienso. Copal, le digo a mi mujer. Incienso, aclara ella. Recuerdo el primer día de cada mes, en que mi madre rondaba todas las habitaciones de la casa con un pala humeante de copal (no tengo idea clara de para qué).

El concepto que Paloma Negra maneja para el disco Altar, es a manera de un tradicional altar de muertos, conformar ofrendas musicales para conmemorar a los que no están. Para esto, hicieron una selección de temas musicales que durante los últimos tres años han estado presentando en el Panteón Valle de la Paz, cada 1 y 2 de noviembre, a festejo del Día de muertos.

Se abre el telón y aparecen Araceli Collazo (voz principal) y Rosario Staines (coro) para interpretar a capella “La lucha”. Al fondo se encuentra la poetisa Irma Pineda, que ha llegado desde Juchitán, Oaxaca para intercalar la música con poemas suyos escritos en zapoteco y castellano.    
Entre varias canciones de Violeta Parra, con el concepto del concierto resultaba lógico que no faltaría la interpretación de “Llorona”. A los extremos del escenario, dos catrinas (una con sombrero y otra con trenzas de Adelita) hacían una especie de marco que al fondo hacía lucir una cruz naranja de bordes morados y corazón negro. Es tan embellecedora la idea que tenemos de la estética de la muerte. Recordé la ocasión en que dije a mi mujer que todos teníamos “cara de la muerte”. Por supuesto que ella se alarmó. Nunca la he vuelto a ver tan aterrada.

Creo que en ocasiones uno abuza de los gustos personales por la estética fúnebre. No digo con eso que haya sido darketo alguna vez, pero sí la rara emoción de descubrir una mañana, que a sólo un par de metros de donde habías acampado por la noche, se encuentra el panteón ejidal de Soto la Marina; o los obsesivos paseos por el Panteón del Carmen hasta que encuentras la tan mentada Tumba del Rock, que no tiene fecha de nacimiento ni defunción.

Sí, es casi imposible tener el mismo nivel de gustos fúnebres. Por eso entiendo algunas estrofas de la poesía de Irma Pineda, que hojea su libro y a un lado de la cruz naranja suelta frases al estilo de “Amo… su exquisito cadáver”.

Ha llegado el momento de interpretar el tema “Te vas, ángel mío”, de Cornelio Reyna, y Araceli Collazo llama al escenario a dos músicos amigos suyos: Tony Hernández y El Campa (miembros de El Gran Silencio). También cerró junto con ellos, la canción festiva “Paloma ausente”. Así, conformado por 14 temas, el concierto tuvo tres etapas que como ofrenda funcionaron muy bien: Música de temática fúnebre (“La lucha”), la muerte romántica (“La boda negra”), y el festejo por la muerte y la vida (“Gracias a la vida”).

Y para los que como Goyo, buscan un lugar dónde festejar el recuerdo de sus difuntos, les queda el Panteón Valle de la Paz, en San Pedro.

31 de octubre
Ya había hecho un cálculo morboso y crítico de cuántos niños iban a tener prohibido salir a las calles a pedir Halloween. Los padres prefieren tener encerrados a sus niños sin disfrazarse, que correr el riesgo de que los secuestren o caigan en el asfalto víctimas de una balacera. En ciudades como Tijuana y en todo el estado de Tamaulipas, se ha prohibido que los adultos vistan disfraces. Zombies se escribe con Zeta, pero la gente tiene más miedo de los primeros que de los segundos.

A unas cuantas horas de diferencia, de que los niños de la colonia Valle de Las Brisas rondaran por las casas cercanas, varias ráfagas de armas de diferentes calibres, y más de cinco explosiones de granada, cimbraron el sueño de los habitantes del rumbo. Esto no es un juego ni una festividad. Este es el contacto directo con nuestras muertes.

En el cruce de las calles Puerto Loreto y Puerto Trinidad, los elementos del ejército encontraron el cuerpo de uno de los participantes del enfrentamiento. En días de hacer ofrendas a nuestros difuntos, otros hacen de la violencia nuestro pan (de muerto) de cada día.

 

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