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9 Noviembre 2010
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Lo importante es el trabajo
Héctor Franco Sáenz

Gratos recuerdos quedan de las enseñanzas del Maestro Humberto Ramos Lozano de cuando nos decía, basado en la obra de Federico Engels, la importancia que el uso de la mano tuvo en la transformación del mono (o alguna especie cercana) en hombre, utilización que lleva al desarrollo neurofisiológico y afirmación de la personalidad conforme a los estudios de Arturo Rosenbleuth, científico a quien admiraba.

Con el avance de la humanidad, las artes (ars, techné, hacer) se fueron dividiendo en artes serviles (manuales) y liberales, división que colocó en situación de subordinación y de menor categoría al trabajo manual, ya que solo los hombres libres tendrían acceso al conocimiento y desarrollo del espíritu. Esta dicotomía estuvo presente, a no ser que todavía exista, cuando a las escuelas que formaban en habilidades prácticas, se les denominaron de “artes y oficios”, de menor estatus que las escuelas superiores o universidades, que también surgen como gremios.

A pesar de las diferencias expuestas, poco se reflexiona en el sentido de que en la base de muchas carreras “largas”, como Medicina, su origen y propia denominación indican la importancia que las habilidades manuales tienen en el ejercicio del oficio, como en este caso lo denota el título de “Cirujano Partero”, conocimiento de origen (y hasta el momento), esencialmente práctico, manual, como Noah Gordon lo describe en “El Médico”

Hasta antes de 1940, por ejemplo, en México quienes otorgaban el título profesional eran quienes ejercían el oficio, los colegios (collegium, colegas, agrupación) o gremios de determinada actividad, ya fuera ésta la de abogados, ingenieros, médicos, dentistas, contadores, etcétera, hecho que denota la importancia que la práctica tenía para acceder al ejercicio de cierta profesión.

Con el paso del tiempo las cosas han cambiado, más que a la práctica se pone más atención en el título, y la idea de que los hijos se conviertan en estudiantes profesionales, fue propiciando el abandono de los oficios que se aprendían y heredaban en las propias familias, olvidando la importancia que el trabajo representa para ser alguien en la vida y tener de qué vivir.

Cualquier tipo de trabajo es digno y debe concebirse como un escalón para salir adelante, propio de una de las etapas de la vida, vocación que se fue perdiendo cuando ante el afán de mandar los hijos a la escuela (per se) se les dejó de enseñar con el ejemplo, de formarlos en el oficio que de padres a hijos se heredaron por generaciones y que constituyeron un importante punto de partida para lo que después pudiera emprenderse.

Así fue como los hijos de zapateros eran zapateros o músicos, albañiles, panaderos, soldadores, comerciantes, joyeros, químicos, boticarios o talabarteros, en fin, así sucedió en las diferentes actividades profesionales. Por mucho tiempo, antes de que se extendiera la escolaridad, quienes “más estudiaban” lo hacían en “carreras cortas”, de dos años después de la primaria, como Contador de Comercio o Tenedor de Libros, para luego, ya con esa base, si se deseaba y se podía, estudiaban una “carrera larga”, como Don Víctor Gómez Garza.

El trabajo en la historia, siempre fue una formación para la vida con base en las enseñanzas que se recibían en el gremio, a donde entraban los niños de 10 o 12 años como aprendices, a los 15 llegan a ser oficiales (encargados) y cuando llegan a la mayoría de edad, “casualmente” se convierten en “Maestros” en determinado oficio, preparación que les permitía vivir decorosamente y formar una familia; los grados mencionados tienen correspondencia con las etapas del desarrollo de la personalidad del individuo; un auténtico “curriculum profesional”.

Cuando el estudiar se presenta como una posibilidad, padres que consideraban importante enseñar un oficio a sus hijos, los orientaban a “estudiar y trabajar” sin ser excluyentes y esta combinación (trabajo y estudio) se fue constituyendo como la vía más adecuada para alcanzar el éxito; quienes así lo hicieron nos lo demuestran.

Hace 20 años, Fausto (propietario de una carnicería), nos preguntaba: “¿qué hago maestro?, mi hijo mayor quiere estudiar una carrera universitaria, le digo que está bien pero que primero me ayude y conozca el negocio y en la tarde se vaya a estudiar para que aprenda a cómo administrarlo”. La razón se impuso, su hijo conoció el oficio, estudió Contaduría y ahora administra varias carnicerías.

Como este existen muchos casos que resultan ejemplares, como el de Eugenio Garza Sada que primero tuvo que trabajar como empleado para conocer la empresa. Ante la crisis que se vive es necesario revalorar estos ejemplos, como el de don “Pepe” que con sus hijos “ha sembrado anacuas” por varios rumbos del área metropolitana. También está don “Bucho” y su familia con las carnicerías “San Juan”, o “Mundo” Reyna con su familia en su empresa, líder en venta y fabricación de productos de limpieza que cuenta con sucursales en otros lugares del país.

Nuevo León siempre ha contado con gente emprendedora, otro ejemplo es el de don Carlos Eliseo Rodríguez, originario de Los Ramones, quien fundó el “San Carlos”, quien orgulloso debe estar donde en paz descansa, porque su hijo del mismo nombre, vive decorosamente ejerciendo el oficio que su padre le enseñó.

Cabe mencionar que no sólo en las actividades manuales se heredan los oficios, también esto se presenta en personas que estudian en la universidad, rasgos que se fueron desdibujando cuando el estudio pasó a ser más importante que la práctica. Hubo abogados que empezaron como meritorios desde sus primeros semestres y como negar la importancia que la práctica tiene en esa noble profesión de la Medicina.

Una sociedad más ordenada y sólida existía porque el trabajo es clave en la formación de la personalidad; con trabajo no hay vagancia, forma disciplina y buenos hábitos que tanta falta hacen ahora que nos desenvolvemos en una profunda crisis y los programas de empleo no pasan de ser un pretexto más para la publicidad oficial, lo cual se denota desde el énfasis con que lo dicen.

Trabajo y buenos ejemplos es lo que falta, si se conocieran los jóvenes no sería presa de la delincuencia, ¿pero quién tira la primera piedra?

he_franco@hotmail.com

 

 

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