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25 Noviembre 2010
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TRANSICIONES
Pasión por la historia
Víctor Alejandro Espinoza

Hacer historia es una aventura placentera, gratificante. Se hace verdadera historia con pasión o el producto es perecedero. El libro Tijuana. Historia de un porvenir, está llamado a ser un referente vivo para la comprensión de nuestro pasado, y sobre todo, de nuestros antepasados; una obra sin parangón en la joven historiografía regional. El título no podía ser más apropiado. Sin duda este libro es el acontecimiento editorial más importante del año. Son cerca de 600 páginas, bellamente ilustradas y que reúnen a un grupo de 22 reconocidos escritores e investigadores de la región (y de ambos lados de la frontera).

Gracias al esfuerzo de sus coordinadores generales, Francisco Manuel Acuña Borbolla y Mario Ortiz Villacorta Lacave; al monumental trabajo iconográfico del primero de ellos; a la asesoría de José Arturo Acuña Borbolla, Antonio Padilla Corona y Paul Vanderwood y a un extraordinario trabajo de diseño gráfico de César Chávez Valdez, contamos con un documento inusual en la historiografía regional mexicana. El libro nace bajo el sello editorial del XIX Ayuntamiento de la ciudad.

No es común que las autoridades municipales decidan apoyar un esfuerzo editorial como el que nos ocupa. Menos que los contenidos no se conviertan en simple propaganda gubernamental. Como un regalo al porvenir, el XIX Ayuntamiento decide apoyar este esfuerzo donde se publican por primera vez mapas, dibujos, fotografías, grabados, cartas de personajes centrales, postales, etc. que resultan de un trabajo minucioso de archivo y de fuentes de primera mano logradas por los editores. Trabajo que resume vocación, pasión y un profundo amor al terruño tijuanense.

Dividido en 12 escenarios, el lector irá desde el reconocimiento de los paisajes de una Tijuana desconocida hasta las visiones del porvenir. Esta obra es un homenaje lúcido, inteligente, documentado y profesional a nuestro pasado y a nuestra gente con la que debemos construir un mejor futuro sin demagogias, pero reconociendo lo que hemos sido y lo que podemos ser. Este es un libro para disfrutar, para atisbar realidades desconocidas a través de los artistas pioneros, de los coleccionistas, de los geógrafos, de los fotógrafos, artistas plásticos, de los biólogos, de los poetas, de los urbanistas, de los profesionistas aventureros, de los comerciantes, de sus funcionarios…Es una biografía social donde todos podemos reconocernos.

Creo que esta magnífica obra cabe bien en la clasificación que propusiera el padre de la microhistoria mexicana e historiador universal, Luis González y González: la historia anticuaria (que subsiste al lado de otros géneros historiográficos: la historia crítica, la historia de bronce y la historia científica). Dice don Luis que “en la actualidad la especie cenicienta del género histórico es la historia que admite muchos adjetivos: anecdótica, arqueológica, anticuaria, placera, pre científica, menuda, narrativa y romántica. Es una especie de género histórico que se entretiene en acumular sucedidos de la mudable vida humana, desde los tiempos más remotos. Por regla general escoge los hechos que afectan al corazón, que caen en la categoría de emotivos o poéticos”.

Este es la tercera obra de una saga que tanto Francisco Manuel como Mario nos han regalado: Tijuana. Senderos en el tiempo, publicado en 2006 y Tijuana. Identidades y nostalgias, de 2007. Si las instituciones educativas tienen visión y deseos de trascender, deberían emular a los Ayuntamientos y lanzarse a la gran aventura de rescatar nuestra historia. Es una inversión redituable y trascendente. Los libros, son un vehículo invaluable para la formación del espíritu cívico y para la sana convivencia. Este tipo de obras son el nutriente y el cemento para la construcción de una nueva ciudadanía responsable y participativa. Es el abrevadero por excelencia de las nuevas generaciones.

En entidades tan jóvenes como la nuestra, rescatar el pasado a través de sus múltiples historias, proezas cotidianas, mudanzas a veces imperceptibles que los acuciosos historiadores son capaces de recuperar, son alimentos para una nueva civilidad; por ello este tipo de obras no son  artículos decorativos. La mejor herencia intelectual para nuestros niños sin duda es ofrecerles la posibilidad de acceder a las fuentes y entornos donde crecieron y trabajaron sus abuelos y sus padres. Este es un gran regalo.

En medio de tantas calamidades por fin encontramos un remanso y un aliciente para recordar que desde la historia, la belleza y la inteligencia pueden caminar juntas.

Investigador de El Colegio de la Frontera Norte. Correo electrónico: victorae@colef.mx

 

 

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