|
Lógica del buen apostador
Efrén Vázquez
Monterrey.- Al ambiente de angustia e inseguridad que padecemos los nuevoleoneses se ha añadido un nuevo mal: la ludopatía. Esa enfermedad que produce un impulso incontrolable a creer que en la vida todo depende de la buena suerte, además de que en los últimos años ha llenado la ciudad de casinos, ha acabado con la idea de que los logros en la vida son resultado de la buena “formación”, la “planeación” y el “esfuerzo”; ahora, irreprimiblemente, muchos creen que todo, desde los proyectos de vida hasta los proyectos de nación, depende del azar. Hasta algunos asuntos de la justicia, como el que tiene en vilo al alcalde de Monterey, se cree que pueden decidir en un juego de dados.
El buen apostador confía en su buena suerte, no pone todos los huevos en una sola canasta, le apuesta a todo; cree que hasta con nada en el bolsillo, tan sólo con el poco de dinero inicial que algunas casas de juego regalan a los apostadores, se puede llevar la parte del león. Esta es la lógica de Fernando Larrazabal, quien con la videograbación que lo incrimina en probables actos de corrupción, nada tiene a su favor para ganar la partida. Sin embargo él apuesta a que en tres días cambiará su suerte; o por lo menos a que en estos tres días podrá negociar la “inmunidad” de cuello blanco para él y Jonás. Por eso ayer declaró que hasta el sábado decide si pide o no licencia para separarse de su cargo.
Séase o no apostador, la suerte existe; pero no todo depende de la suerte, más importante que la suerte es el actuar congruente y moral de las personas, de lo contrario las circunstancias desnudan a cualquiera ante la mirada de todos. Antes del 25 de agosto, es decir, antes de que en el estocástico mundo de la corrupción e impunidad que pulula en el país produjera la muerte de 52 personas en el incendio del casino Royale, provocado por integrantes del crimen organizado, Fernando Larrazabal se podía dar el lujo de despreciar un escaño en el Senado. Era el más fuerte aspirante a la gubernatura de Nuevo León. Ahora, en menos de 15 días, es considerado uno de los responsables de esta tragedia (por omisión en el desempeño de su función), por lo que tendrá que deslindar su responsabilidad ante la justicia, si es que no se decide por medio de los dados.
Sus enredos verbales relativos al hecho de que a su hermano Jonás se le ha exhibido públicamente recibiendo una gruesa faja de dinero en uno de los casinos de Monterrey, lo hace sospechoso de actos de corrupción. Y por si fuera poco, la coartada de Jonás, consistente en que los cuatrocientos mil pesos recibidos eras producto de la venta de queso y mezcal de Oaxaca, lo único que tuvo como reacción fue indignación y carcajadas.
Con todo esto en su contra, ¿a qué le sigue apostando el alcalde Fernando Larrazabal? La apuesta a que su amigo el presidente Felipe Calderón lo va a sacar el atolladero está perdida. Ya franqueamos el quinto informe de gobierno, el presidente, antes de pensar en salvar a los sus amigos, tiene que pensar en salvarse él al terminar su mandato. La apuesta a que su salvación está por el lado de la guerra mediática entre dos de las poderosas empresas noticiosas de Monterrey, El Norte y Multimedios, ludotópicamente fundada en la creencia en que los ciudadanos aún creen que la luna es de queso, está completamente perdida, pues ningún medio, por muy poderoso que sea, va apostar todo su capital “crediticio” a una causa perdida, como la de Fernando Larrazabal.
Todo le ha salido mal al alcalde para evadir su responsabilidad. Su primer estratagema fue culpar al Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Estado, principalmente al depuesto magistrado Alfonso Solís. Dada la mala imagen que tiene dicho Tribunal, al principio sí le rindió frutos. Después enderezó sus baterías contra Protección Civil del Estado, por no haber revisado antes las instalaciones; pero resulta que era el municipio el que por ley la tenía que haber hecho esas revisiones. Al final dice que los “casineros” le pusieron una trampa, en venganza porque nunca se dejó corromper, lo que también mueve a risa e indignación, pues por más trampas que se pongan nadie, si no tiene cola pachona que le pisen, cae en ninguna de ellas.
Lo cierto es que en el Royale las alfombras no tenían el químico anti inflamable, no había extinguidores, las salidas de emergencia estaban bloqueadas con un muro de concreto, no había señalamientos que indicaran las salidas de emergencias, no había empleados preparados para el manejo de contingencias, es decir, el casino funcionaba bajo una ausencia completa de normativas de protección civil; he ahí, entonces, la responsabilidad, por omisión, tanto del estado como del municipio.
Pero además, un hecho incontrovertible es que Jonás Larrazabal fue videograbado recibiendo dinero del propietario de un casino, y que Jonás es hermano del alcalde. Por lo que estos dos hechos, debidamente probados, hacen presumir la probable participación del alcalde en los mismos hechos por todos conocidos y repudiados. Desde luego, esto no significa que se le esté transfiriendo una responsabilidad de Jonás a Fernando, como él ha sostenido en diversas entrevistas, sino que más bien se trata de su propia probable responsabilidad que por el bien de la buena imagen de la justicia debería aclararse.
Vistas así las cosas, la única apuesta que el alcalde puede ganar es la inmunidad de cuello blanco para él y su hermano Jonás, a cambio de que renuncie a su cargo. Fernando sabe bien que la versión defensita de Jonás lo más que puede proporcionar es una verdad legal, una verdad que, dado nuestro sistema actual de impartición de justicia, permite que verdaderos delincuentes sean absueltos de los procesos y que gente inocente se encuentre recluida en los penales.
¿Desea dar su opinión?
|
|
|