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906 14 Octubre 2011

EL CRISTALAZO
La plaza y la lana
Rafael Cardona

Ciudad de México.- En la cima del cerro del Tepeyac hay una tumba olvidada. Quizá desde ahí a la manera como hacen los muertos –no lo sabemos— cada anochecer nos mire burlesco y vengativo don Antonio López de Santana, para quien de seguro nuestra realidad es cosa de carcajada.

Pero mientras los espectros se divierten con su herencia, hay quienes no quitan los dedos del renglón financiero. Uno de ellos es el Arzobispo Primado de México, Norberto Cardenal Rivera Carrera quien acaba de consolidar su poderío económico en la arquidiócesis más grande del mundo.

Su primer paso lo dio al desbarrancar la figura de Guillermo Schulemburg quien  creía gozar de condición  vitalicia en la abadía y cometió el error de soltar el pico en una entrevista hecha por Javier Sicilia para la revista “Ixtus” en cuya verbosidad  abandonó la teología, se metió a la antropología y negó la existencia del milagro y con ello de los cimientos de la tradición espiritual mexicana, basada en las apariciones de 1531. No aprendió de Fray Servando.

Lo echaron abajo y desde entonces las finanzas de la Basílica, entonces autónomas, se administran, con tino y visión, desde el arzobispado.

Ahora se inaugura la Plaza Mariana, descrita por el arzobispado como un regalo de don Carlos Slim a la ciudad de México.  Tiene esa área una historia cuyo breve relato ha hecho el cardenal Rivera frente al presidente de la República, Felipe Calderón,  y el jefe de gobierno, Marcelo Ebrard. Agua y aceite unidos en la Basílica milagrosa.

“Sean bienvenidos todos ustedes, hermanos, hermanas, a la entrega oficial de este gran regalo que Dios nos ha hecho llegar, a través de la generosidad de don Carlos Slim...

“Hace años, el señor Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, sensible a las necesidades de los vendedores ambulantes, sensible a las necesidades que iban aumentando por el número de peregrinos, quiso llegar a un acuerdo de ceder el terreno que correspondía al Distrito Federal, y a cambio de ello, recibir la construcción de un mercado.

“Hoy, don Carlos Slim, hará la entrega oficial de ese mercado para la ciudad. Es un gran regalo para la ciudad, que hace don Carlos”.

La trenza de los poderes –intacta desde el virreinato--, se mostró de manera clarísima en esa ceremonia. El Estado, la Iglesia y el Capital. Quizá por eso se reiría Santana.

Para darnos una idea de la forma como se administran esos negocios, quiero relatar una anécdota del difunto Schulemburg durante la construcción de la Basílica. El extinto Banco Mexicano Somex fue el conducto para llevar al patronato el dinero para la construcción del nuevo edificio.

Cuando pasado el tiempo (no olvidemos, la nueva basílica se comenzó a hacer en tiempos de Echeverría) el banco no recibía los pagos correspondientes, el secretario de Hacienda, José López Portillo, le llamó a Schulemburg en plan de cobranza.

--Señor secretario, le dijo éste. Gracias a don Benito Juárez, a quien Dios tenga en su gloria, la iglesia no tiene dinero ni bienes. La Basílica es del Estado. Nosotros carecemos de propiedades, así que si quiere puede proceder al embargo…

Hoy la entrega de esta plaza –mercado le llama don Norberto quizá olvidando aquello de Cristo y los mercaderes en el templo--, es ocasión para el fortalecimiento de la imagen de los políticos.

Marcelo Ebrard acude con su esposa Rosalinda, elegante en su discreto y bello vestido negro, con la melena recogida sobre la nuca; el Presidente Calderón se solaza en la exhibición  presidencial de su devoción y recuerda el guadalupanismo de su señora y todos caminan con pasos monacales por el nuevo mercado.

El conjunto ha sido así descrito por su constructor, el señor ingeniero Slim (a quien  auxilió el arquitecto Fernando Romero):

“El proyecto contempla cuatro grandes edificios independientes por sus funciones…

“El Centro de Evangelización, que es donde estamos, que va a tener usos múltiples; el Museo Guadalupano; el mercado público que albergará numerosos locales comerciales para atender a los numerosos visitantes; y el área de la plaza, un espacio más para los peregrinos que en su parte inferior tiene los baños. En este edificio hay comedores para ellos; hay los más de 120 mil nichos, capillas, y cuya comercialización se destinará a mejorar la atención y servicios de los visitantes, así como el entorno del Santuario Guadalupano.

“Son, así, cuatro edificios separados y comunicados por una cruz asimétrica; la Cruz Mariana de Juan Pablo II”.

Nada importa. No sólo París vale una misa.

 


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© Luis Lauro Garza Hinojosa