EL CRISTALAZO
La Belisario, ¿para qué?
Rafael Cardona
Ciudad de México.- Devaluada por entregas inexplicables sobre cuya ocurrencia no tiene ya caso insistir ni indagar, la presea Belisario Domínguez con la cual el Senado de la República por lejana iniciativa de los legisladores chiapanecos, distingue en grado superlativo a quien por su obra en beneficio nacional lo merezca, recobró hace unos días, indudablemente, su prestigio.
Por encima de todas sus palabras y las de aquellos quienes en torno de la presea se expresaron, una breve línea de sus memorias, me hubiera parecido suficiente para definir el temple del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas sobre cuyo pecho cuelga desde hace unas horas la distinción nacional:
“Fraude es fraude”.
Por eso no es posible admitir la presea como una forma del desagravio nacional. La gravedad de aquellos hechos no se elimina con un homenaje en el cual no se propone explícitamente aquella como la causa y motivo de la distinción.
Se ha dicho sin embargo, la medalla fue una forma de disculpa por el fraude del 86. Pues vaya tardanza si así fuera y vaya majadería con don Belisario y con todos los demás.
-¿Entonces los reconocimientos son tardía medicina para un delito histórico de tan alta calificación como un fraude electoral?
Pues si ese fuera el remedio histórico, en el 2029 alguien va a recibir otra medalla.
Pero más allá de las imposibles reivindicaciones valen la pena en esta ocasión las palabras del ingeniero en torno del tema nacional de mayor hondura y gravedad: la violencia incontenible e intolerable (“la situación prevaleciente resulta insoportable e inadmisible”), en la cual vivimos sumidos en el agobio y la tristeza y la impostergable necesidad de lograr una estrategia eficaz.
“La democracia, la seguridad y la justicia –ha dicho CCS--, son asuntos de la autoridad civil. El combate contra la criminalidad organizada debe librarse por un cuerpo específicamente creado y preparado para ello, al que debiera evaluarse y supervisarse por medio de mecanismos externos de carácter civil… las Fuerzas Armadas, por lo tanto, no deben seguir expuestas a riesgos derivados de una función que no le corresponde, y fortalecerlas como el cuerpo que resguarda y garantiza la integridad de la Nación…
“La delincuencia organizada ha establecido presencia en territorios cada vez más extensos, extorsionando a productores, poniendo en riesgo la actividad económica y alterando gravemente la convivencia social…
“Este no es el México que la mayoría de los mexicanos queremos y no es ni puede ser el destino final de nuestra Patria".
Y sumidos en un proceso electoral los mexicanos también deberían reflexionar sobre estas frases y propuestas cuyo alto contenido cívico no le puede ser regateado a un hombre cuyo trabajo y ejemplo son realmente dignos no de condecoración, sino de atención:
“¿Por qué, más allá de proseguir con los procesos internos, no se abre un diálogo para identificar las coincidencias respecto a lo que debe hacerse hacia adelante? ¿Por qué no se empieza al interior de cada partido con la identificación de las visiones que comparten quienes hoy aglutinan simpatías distintas? ¿Por qué no pensar en que propuestas que concentren coincidencias puedan alcanzar el respaldo de mayorías ciudadanas y por qué no pensar que pueda establecerse un compromiso común de partidos y candidatos presidenciales?".
Y esta es una gran pregunta cuya respuesta impediría o al menos disminuiría la tendencia de frivolización mediática de las campañas en curso:
“Que con franqueza nos diga, si alguien así lo pensara, que es destino ineludible seguir resbalando por el tobogán por el que ha estado resbalando el País en los últimos tres decenios".
Coincidencias
Llama la atención el asunto, los protagonistas del fraude del 88, Cárdenas y Salinas, ocupan hoy espacios simultáneos en los medios.
Uno, como ya se dijo por la presea republicana con todo y sus dorados fulgores de reconocimiento y respeto, y el otro (Salinas) metido en una pendencia interminable contra los fantasmas de su pasado y también de su presente.