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943 6 Diciembre 2011

ANÁLISIS A FONDO
El candidato no tiene quien le lea
Francisco Gómez Maza

Y a Peña Nieto le siguió el señor de los 6 mil pesos
Para un país de incultos, un presidente inculto

C
iudad de México.-
Qué semana, la pasada. Y qué semana la que comienza. Se caen los presidenciables. Y habrá que esperar las encuestas. Quien no debe ponerse a reír es el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, porque...

El priista Enrique Peña Nieto se llevó el palmarés de la incultura. Se enredó en su propia telaraña.

Y le siguió el perínclito Ernesto Cordero, el porfiado delfín calderonista para la candidatura del PAN.

El lunes, entrevistado por el gran lector y uno de los periodistas más cultos, el inmemorial Sergio Sarmiento, amigo y compañero en estas andanzas periodísticas, Cordero rebautizó a la escritora colombiana Laura Restrepo, autora de La isla de la pasión, como Isabel Restrepo.

Y aún más. Cuando Sergio le cuestionó: “¿La isla de la pasión, de Isabel Restrepo? Y el señor de los seis mil pesos respondió: “Sí. Es muy bueno. Deberías darle una hojeadita”.

Pero, siempre cábula, el traductor de El Corán ─¿sabían que Sarmiento es uno de los traductores del libro sagrado de los musulmanes?─ hizo rectificar a Cordero: “¿Quizá la autora no será Laura Restrepo? Y Cordero corrigió: “Claro. Es Laura… perdón”.

Tropezó el panista con la piedra que hizo trastabillar a Peña Nieto. Y eso que durante la entrevista con Sarmiento, en el programa noticioso matutino de Radio Red, Cordero criticó a más no poder al priista por sus dislates en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

“Pudo ocurrirle a cualquiera”, dijo Peña Nieto. De acuerdo. Pero Peña Nieto no es “cualquiera”. Es el candidato del PRI a la presidencia de la república. Es el candidato que encabeza las preferencias de los votantes, muy por encima de López Obrador. Es la “esperanza” de muchos mexicanos que están hartos del gobierno de Felipe Calderón.

Y un personaje de la “talla” de Peña Nieto no puede darse el lujo de cometer el menor dislate, producto del estado inconsciente en el que se mueve, ensoberbecido por su ventaja en la carrera hacia la reconquista priista del poder presidencial.

Pero Peña Nieto siguió dando coces contra el aquijón y le dijo a Óscar Mario Beteta, de Radio Fórmula, que “no tiene trascendencia la pregunta de si leo. Claro que leo ocasionalmente y en las limitaciones que mi responsabilidad me da, pero hago algunos espacios para leer algún libro”. Upaaaaaa.

Pero no hay que alarmarse. México es una sociedad en la que los lectores de libros son muy escasos. Y la mala educación es floreciente, como lo comprobó el retoño de Peña Nieto, Paulina Peña Pretelini, quien le dijo a todos los tuiteros que criticamos a su padre: “Un saludo a toda la bola de pendejos que forman parte de la prole y sólo critican a quien envidian”.

Pero si nos gobierna, nos manda, nos sojuzga un presidente que lo fue “haiga sido como haiga sido”, qué puede esperarse de su sucesor. Mejor “cállate, chachalaca” (aclaro que este dicho no es un insulto, sino una forma muy tropical de decirle a los amigos que no digan pendejadas).

Y si es preocupante la incultura de los candidatos presidenciales, más preocupante resulta que la mayoría de los ciudadanos vaya a darle su voto a “cualquier” inculto.

Lo bueno para mí es que no creo en la democracia. No existe la democracia en México. Ni siquiera la representativa. Aquí gana el que reparte más despensas…O el que tiene detrás todo el poderío de esa entelequia llamada Estado. La historia mexicana se escribe de chanchullo en chanchullo.

Y si no hay democracia representativa, menos democracia real. Los políticos que “ganan” las elecciones asumen el poder y se constituyen en amos y señores, dueños de vidas y haciendas, y no se mueve una hoja de los árboles sin que ellos no lo ordenen.

En una democracia real, los políticos serían empleados de los ciudadanos, de los que votaron a su favor y de los que votaron en su contra, y para mandar tendrían que obedecer a los ciudadanos.

La realidad del feneciente 2011 es evidente: en México (y en la mayoría de los países del planeta) no existe la menor participación de la población en sus gobiernos. A lo más a lo que llega este sistema que se presenta falsamente como democrático es a la posibilidad de elegir, y esto de “elegir” es muy cuestionable, a una oligarquía formada por pequeños grupos de gobernantes y supuestos representantes, quienes, una vez “elegidos”, someten y roban al pueblo.

Pero como dicen en mi terruño: qué querías por un tostón…

analisisafondo@cablevision.net.mx

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