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DE MUJERES, CANTINAS
Y LOCURA
(ENTREVISTA CON EL POETA RAUDEL GRIMALDO CRUZ)
Armando de León
RAUDEL (de pie, ante la ventana de su cuarto): Era un sueño. Eran dos. Eran tres… Era un beso. Eran dos. Eran tres… Era un poema. Eran dos. Eran tres… Era una noche. Eran dos. Eran tres… Eras tú. Eran dos. Eran tres. Simplemente sucedió.
ARMANDO: Eso suena muy lorquiano, ¿no te parece?
RAUDEL: Sí. Tiene esa característica.
ARMANDO: ¿Qué te inspiró a hacer esos versos?
RAUDEL: La mujer. Es la belleza de la mujer la que me inspira a hacer poesía.
ARMANDO: ¿Se encuentra esa mujer sólo de noche?
RAUDEL: No, también de día. Y es igual de hermosa.
ARMANDO: ¿Qué tanto te inspiran las cantinas?
RAUDEL (sonríe): Algo. Sobre todo por la música regional. Hay algunas que tienen mujeres muy bonitas. Y ya con el alcohol encima uno se desinhibe y se inspira.
ARMANDO: Algunas cantinas son emblemáticas en tu andar personal. ¿Cuáles son?
RAUDEL: En realidad no tengo ninguna, pero sí hay algunas mejores que otras.
ARMANDO: ¿Te consideras un poeta marginal?
RAUDEL: De hecho lo soy, pero no lo siento así. Yo escribo para mí; para sentirme a gusto y lo disfruto.
ARMANDO: Actualmente llevas un tratamiento neurológico, ¿cierto?
RAUDEL: Sí, tengo años en tratamiento psiquiátrico.
ARMANDO: No lo quería decir así, por la connotación.
RAUDEL: Pero es así. Qué más da.
ARMANDO: ¿Qué tanto te mueve esa situación para escribir?
RAUDEL: Al principio quería escribir sobre eso: sobre lo que es la locura real, pero tenía el temor de que la sensación volviera a aparecer. Pero ahora que he mejorado quizás escriba algo, tal vez un cuento sobre la locura.
ARMANDO: ¿Hace cuánto que fuiste pensionado?
RAUDEL: Hace como 13 o 14 años.
ARMANDO: ¿Qué medicamentos ingieres?
RAUDEL: Son varios. No son de elevada dosis. Y son del tipo sedante.
ARMANDO: ¿Cómo son tus sueños?
RAUDEL (sonríe): Son algo muy fuera de la realidad. La mayoría no están ubicados en cuestiones reales, en cosas comunes de la vida rutinaria. Son de otro tipo, pero parecen reales por la forma en como se entrelazan las situaciones y las alegorías.
ARMANDO: ¿De qué tratan?
RAUDEL: Tratan de gente que no conozco y que nunca he visto. Al menos así los vivo. Inclusive he platicado con gente que escribe y que me habla de sus escritos.
ARMANDO: ¿No te aterrorizan?
RAUDEL: Cuando era niño sí. Soñaba con espectros que me querían ahogar u ahorcar. Y como eran seres invencibles no podía yo aniquilarlos. Eso sí me preocupaba, pero sucedió en otra etapa de mi vida.
ARMANDO: ¿Ya no viven contigo esos espectros?
RAUDEL: No, ya no. Ahora vive otro ser que la enfermedad me produjo. Es un ser muy extraño, parecido a mí.
ARMANDO: ¿Una especie de dopelganger?
RAUDEL: No. Más bien una especie de demonio que me habla. Si estoy en una cantina lo hace a través de la radiola; si estoy en la casa, a través del estéreo. Es algo fuera de lo real. Sabe de mi vida cosas que sólo yo sé.
ARMANDO: ¿Lo percibes como una entidad ajena o como algo que viene de ti?
RAUDEL: Está fuera de mí. Al principio, cuando desarrollé la enfermedad, lo vivía en mí. Veía cosas extrañas. Pero siempre estuve claro de que eso no era real y hoy que estoy en otra fase, donde tengo mi propia identidad, sé bien lo que pasa fuera de mí. Posiblemente tenga algo que ver conmigo, pero en todo caso se trata de un desajuste cerebral. Quien vive esta clase de locura percibe algo que cree que es, pero yo siempre he tenido la certeza de que eso no es. Hay gente que opina: “síguele el juego” o “diviértete”, pero yo lo que trato es de ignorarlo.
ARMANDO: ¿Qué tan difícil fue aceptar esta situación de enfermedad?
RAUDEL: Fue difícil porque dejé de ser creativo.
ARMANDO: ¿Durante cuánto tiempo te paralizó?
RAUDEL: Aproximadamente por espacio de ocho o nueve años. Tampoco podía comunicarme con mis amigos, por lo mismo. Tuve que aislarme y me costaba bastante trabajo vivir día con día. Era algo muy penoso. El escuchar simplemente la caída del agua era algo que me lastimaba los oídos. La desesperación era constante.
ARMANDO: Has dicho que esta enfermedad se te manifestó por vez primera en el pueblo de Real de Catorce.
RAUDEL: Sí. Yo estaba allí de paso. Iba para Querétaro, pero antes me fui a Real con un primo. Y cuando estábamos comiendo en el pueblo le pregunté si le habían servido lo que pidió, y me dijo que sí. Fue cuando noté que algo extraño me estaba ocurriendo, porque veía al señor que nos atendía como flotando; caminando, sí, pero como que se desplazaba por el aire. Comencé a sentirme mal, y de ahí en delante esto no ha terminado.
ARMANDO: ¿No pensaste que pudieron haberte puesto peyote en la comida?
RAUDEL (titubea): Al principio sí, pero luego entendí mejor la situación al recordar que había tenido un accidente. Y ese accidente fue lo que me provocó el daño. Sólo que cuando me atendieron no sangré y continué con mi vida normal, pero con el paso del tiempo tuve dolores en la frente. Tenía manifestaciones raras que terminaron evidenciándose en Real de Catorce.
ARMANDO: ¿El hecho de que la experiencia se haya manifestado en ese lugar, considerado mágico, es una gran casualidad?
RAUDEL: Pues sí, fue mera coincidencia.
ARMANDO: ¿Qué tan favorable es el hecho de vivir permanentemente en un estado modificado de conciencia?
RAUDEL: No creas que lo es. Como decía Heminway: la enfermedad te paraliza para cualquier actividad, no nada más para escribir. Quedas en stand by.
ARMANDO: Volviendo a la poesía, ¿qué les dirías a las nuevas generaciones de poetas que están surgiendo en el país?
RAUDEL: Que le echen ganas. Que no se preocupen tanto por querer ganar becas o porque la gente los conozca. Que se sientan a gusto, y que si tienen un don que lo disfruten y aprovechen.
ARMANDO: Al principio leíste un epigrama que no quedó grabado. ¿Lo puedes repetir para cerrar esta entrevista?
RAUDEL: Claro: Me observas con tu mirada de maga, descubridora de vías lácteas, unicornios y pegasos.
ARMANDO: Te deseamos muchos años de vida, Raudel. Gracias por aceptar la entrevista.
RAUDEL: Muchas gracias a ti.
Raudel Grimaldo Cruz y Armando de León, en 1987. Foto de Aristeo Jiménez.
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