METAMORFOSIS
Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.
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DONES
Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría
ingenua; su ironía
amable: su risueño y apacible candor.
¡Gran ofrenda la suya! Pero tú, madre mía,
tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.
Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,
el anhelo nervioso e incansable de amar;
las recónditas ansias de creer; la dulzura
de sentir la belleza de la vida, y soñar.
Del ósculo fecundo que se dieron dos seres
-el gozoso y el triste- en una hora de amor,
nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres
quien me ha dado el secreto de la paz interior.
A merced de los vientos, como una barca rota
va, doliente, el espíritu; desesperado, no.
La placidez alegre poco a poco se agota;
mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota
de mis ojos la lágrima que la madre me dio.
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REDENCIÓN
Te quiero porque en tu alma vive el germen
de ternura infinita,
como diáfana gota de rocío
sobre una flor marchita;
te quiero porque he visto doblegarse
tu espléndida cabeza;
porque sé bien que en medio de la orgía
te invade la tristeza;
porque has pasado por la senda estrecha
en los grandes zarzales de la vida,
sin desgarrar tus blancas vestiduras,
sin hacerte una herida;
porque has ido pidiendo por el mundo,
con el candor de un niño,
a cada corazón a que has tocado,
un poco de cariño;
porque indica profundo sufrimiento
tu pálida mejilla;
porque en tus ojos que placer irradian
también el llanto brilla.
Te quiero; nada importa que cansado
tu espíritu se aduerma;
yo lo habré de animar, yo daré aliento
a tu esperanza enferma.
¡Mariposa que fuiste entre las flores
dejando tus bellezas y tus galas,
yo volveré a poner el polvo de oro
sobre tus leves alas!
Luis G. Urbina
Luis Gonzaga Urbina (1868-1934) nació en la ciudad de México, el 8 de febrero de 1868. Fue cronista y crítico teatral en diversos diarios y revistas. Perteneció al grupo de la Revista Azul, fundada por Manuel Gutiérrez Nájera. Secretario particular de don Justo Sierra durante la gestión de éste como Ministro de Instrucción Pública. Profesor de Literatura Española en la Escuela Nacional Preparatoria. Director de la Biblioteca Nacional (1913). En 1915 se expatrió a La Habana (Cuba), en donde vivió de escribir en los periódicos y de clases particulares. Radicó también en España y Argentina e Italia. Murió en Madrid, el 18 de noviembre de 1934. El 11 de diciembre del mismo año llegó su cadáver a Veracruz. Está enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres.
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