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SIN LUGAR PARA NOSOTROS*
Sara Sefchovich**

pltkEn el siglo XIX, fray Servando escribió que “somos un pueblo queriendo vivir de empleos” y el doctor Mora dijo que lo que nos caracterizaba era la “empleomanía” —que la gente prefiriera una chamba en el gobierno que cualquier otro trabajo.
Hoy día las cosas no han cambiado y ese sigue siendo el patrón. En nuestro país sigue siendo realidad que el gobierno o un sindicato corporativo son los empleadores más convenientes. Porque tener una chamba con ellos significa saberse seguro de que se va a cobrar la quincena y el aguinaldo y hasta heredar o vender el puesto.
La diferencia entre el XIX y hoy es que el gobierno ya no es el lugar de los sueños sólo para los pobres, sino también para los ilustrados. Hoy día ser magistrado, consejero, representante o autoridad es la única garantía de sueldos seguros y elevados (y en constante aumento aun en tiempos difíciles), además de tener prebendas. ¡No en balde todos quieren estar allí!
Hemos visto que se aguanta cualquier humillación con tal de ser consejero electoral o de transparencia y acabamos de ver la rebatinga por diputaciones por igual entre jóvenes sin experiencia que entre vejestorios dinosaurios que hicieron lo indecible por resultar electos. Cómo será la cosa que hasta un rico heredero quería una curul y un ex ministro de la Suprema Corte que ya se jubiló con enormes beneficios aun quiere más y va a ser diputado.
Pero la verdad es que no extraña. Porque como son las cosas en México, fuera del gobierno o sin la protección de un sindicato corporativo no se puede vivir. Ser un ciudadano normal que trabaja o que tiene un negocio significa tener problemas, vivir perseguido y amenazado por las autoridades. Si pones una escuela o una tamalería, te la clausuran con cualquier pretexto; si abres una fábrica, te revientan entre los Wal-Mart que no te pagan y los inspectores del gobierno y delegados sindicales que te extorsionan, en el banco eres siempre sospechoso de haber obtenido tu dinero por la mala, y para pagar tus impuestos hay que dar vueltas y más vueltas a oficinas a hacer trámites porque cada día inventan que una clave nueva o que un procedimiento distinto.
Acabo de enterarme de un ciudadano al que la Secretaría de Hacienda acusa porque su declaración de impuestos “no coincide con lo que el patrón dijo que le pagó”. Entre que se define dónde estuvo el error, quien tiene que hacer los trámites infinitos es él, en medio siempre de amenazas y multas.
Algo está chueco en un país en el que se atosiga de esta manera a los ciudadanos, precisamente a los que trabajan, cumplen con sus obligaciones, pagan sus impuestos y quieren estar en orden con la ley. Algo está chueco en un país en el que conviene más una chamba en el gobierno que abrir un negocio o estudiar una carrera. Algo está chueco en un país en el que le va mejor a un político que a cualquier ciudadano. Algo está chueco en un país en el que no hay espacio para la gente decente y en cambio los pillos se la pasan de lo más bien.
¿Acaso Elba Esther Gordillo tiene que formarse en la Tesorería? ¿O al diputado le revisan si es cierto que lo que pagó de impuestos corresponde a su sueldo? ¿O le piden cuentas de dónde sacó su dinero al gran empresario y al líder sindical? ¿Acaso alguien revisa si la empresa Bimbo le pone harina integral al pan que anuncia como tal pero a la panadería de la esquina la multan? ¿Alguna vez han clausurado una transnacional como hacen cada tercer día con los comercios pequeños? ¿Acaso alguien pone un alto a los magistrados en lo que gastan y se adjudican?
Para nada.
Esas cosas sólo se hacen a los ciudadanos. Porque en este país a nadie le interesan, no hay lugar para ellos, no hay lugar para nosotros.
Por eso somos y estamos condenados a seguir siendo “uno de los organismos sociales más débiles, más inermes, dentro de los que viven en la órbita de la civilización”. Esto no lo digo yo (aunque estoy de acuerdo), lo dijo Justo Sierra hace un siglo.

* El Universal, 19 de julio de 2009
** Escritora e investigadora en la UNAM
sarasef@prodigy.net.mx

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