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983 31 Enero 2012

EL CRISTALAZO
Abstente a las consecuencias
Rafael Cardona

C
iudad de México.-
Los periodistas, a diferencia de los escritores de ficción, no mantenemos ninguna relación con  las musas. Ni Calíope, ni Erato, ni Melpómene rellenan nuestros vacíos ni inspiran nuestras líneas. Por desgracia, dirán algunos.

No sabemos aquello de la inspiración al 10 por ciento y la transpiración al otro 90. La realidad suda por nosotros y cuando más nos preocupamos de analizar los hechos sin alterarlos (demasiado), ni contaminarlos con nuestras fobias o con nuestros compromisos.

Pero eso no nos vuelve invulnerables a los hallazgos perturbadores, a esa extraña circunstancia de la cual se nutrió hace años un efímero movimiento literario llamado “found poetry”, cuya síntesis más simple es el descubrimiento y posterior utilización, con otros fines, de textos involuntaria e inadvertidamente poéticos a partir de frases, lemas, trozos de diarios; canciones y fragmentos cuya intención original no guardaba relación ni con la literatura ni con sus intenciones.

Todo esto me vino a la cabeza por un hecho fortuito y poco literario: un texto con aroma de “infomercial” publicado el domingo pasado en la revista semanal del diario español El País, en el cual Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina promueven su más reciente disco en pareja. “La orquesta del Titanic”, se llama.  

Al final de ese reportaje se refiere un recuerdo de Sabina, quien alguna vez escuchó a Lola Flores “La Faraona”, quien dijo algo verdaderamente sensacional: “hagas lo que hagas ‘abstente’ a las consecuencias”. Un verdadero “poemínimo” huertiano.

Como un dato sin importancia debo explicar, nunca vi a Lola. Algunos amigos míos la conocieron y una tarde escuché a Antonio Ariza hablar por largo tiempo de aquella maravillosa mujer cuyo porte, duende y genio gitano fueron legendarios y por eso la frase no me suena del todo extraña en una mujer como ella quien fue capaz de decir en medio de una fiesta de bodas: “Si me queréis, irse”, y cuya defensa en un  juicio por líos fiscales fue atenerse a la remota posibilidad de una peseta por cada español para saldar su deuda con creces. Con eso les pago.

También recordé a un  alto ejecutivo de la televisión, quien se quejaba de cómo tras una fuerte lluvia “se abnegó” el estudio y se atrasó una telenovela. Cuando veo las nuevas producciones quedo convencido de la abnegación absoluta y resignada  de los estudios de TV (otro poemínimo).

Pero la frase de Lola es toda una enciclopedia, no sólo de la poesía involuntaria sino del contenido práctico de la política, sobre todo de la politiquería nacional, cuyos autores se complacen en demostramos cómo se puede ser un canalla toda la vida y llegar a los últimos días de bata y pantuflas con la tranquilidad de conciencia (cuyo primer paso consiste en carecer de conciencia) gracias al cumplimiento de aquella sentencia: “abstente a las consecuencias.”

Eso han hecho todos aquellos a quienes he visto desfilar por cargos públicos en más de 40 años de observación periodística. Y la frase, con perdón por la insistencia, simplemente me deslumbró: nunca creí hallar en tan pocas letras la síntesis de tantos y tantos años de cinismo, de innominada desvergüenza, de caras duras y lenguas falsas.

Eso hicieron todos a lo largo de nuestra historia y en días recientes cualquiera cuya fotografía salga en los diarios de hoy o de mañana. Por eso los grandes cínicos han dicho con toda razón: en México nunca pasa nada. Y es cierto, al menos nada consecuente.

¿Cincuenta niños calcinados en una guardería? Abstente a las consecuencias, les dicen sus poderosos parientes a los administradores de la trampa y todo como si nada. ¿Se murieron los chavos en el “News Divine”? Pon cara de santo y autonómbrate el mejor alcalde del mundo. Con eso estás hecho.

¿Cincuenta mil muertes violentas en cinco años sin el correspondiente número de culpables aprehendidos y procesados? Abstente a las consecuencias y tira para adelante.

El hallazgo ya dicho  tiene, por otra parte, la gracia inevitable de la casualidad, pero también del genio para prenderla al vuelo. Quizá su concepción se debió a esa forma de hablar de los sevillanos y la gitanería, en cuyo dejo se disuelven las letras y se mecen los sonidos como si el idioma mismo se hiciera con un puro sonar de palmas, como acompasan los aficionados a los toreros en la plaza de Ronda. Quién sabe.

Pero hoy, cuando vemos un enorme repertorio de disparates y terquedades en la vida pública de los mexicanos, cuando nuestros gobernantes y políticos (me rehúso a llamarla “clase política” pues su falta de clase es evidente) solamente tratan de comprar los espejos de cuerpo entero en los cuales no se verán como los adefesios reales, Lola Flores me parece “post mortem” la gran crítica moral de nuestros días.

Obviamente el mundo está lleno de gente cuya capacidad para evadirse o abstenerse del producto de sus acciones es muy notable. Los vemos en la España de Aznar, en la Cuba de Castro y en el Miami de los fulleros; en la Argentina donde les pidieron a todos, mejor váyanse, o en las horribles repúblicas africanas de corta duración; en el tigre de Miguel Nazar con los ojos cerrados; en los horribles alegatos de Berlusconi, o en la impresentable catadura del señor Bejarano, por ejemplo.  

¿Se habrán enterado de esto los diseñadores de las plantas de Fukushima a la orilla del mar? ¿Lo sabrían quienes encallaron el Costa Concordia en el mar de  Italia? ¿Reflexionaría el Santo Padre sobre las consecuencias reales de la pederastia clerical?

No lo sé, pero sí veo cómo muchos se abstienen y  tejen en torno de su disimulo una negra túnica tras la cual, como hacen los magos, se ocultan antes de presentar el desenlace del último truco, o convocarnos a participar en el cercano proceso electoral donde habrá más de lo mismo.

 

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La Quincena Nº92

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