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1153 25 Septiembre 2012

 

Reforma laboral y capitalismo salvaje
Efrén Vázquez

Monterrey.- A decir de Manlio Fabio Beltrones, coordinador de la fracción priísta en la Cámara de Diputados, la aprobación que esta semana se hará del dictamen de la Ley Federal de Trabajo dejará a salvo el contenido del texto del artículo 123 constitucional. 

Es decir, ninguna de las letras que componen el enunciado normativo del artículo 123, ni siquiera un punto o una tilde, será modificada.

¿Esto quiere decir que la posición de «no modificar» el artículo 123 (que asume Beltrones) garantiza, entre otras cosas, que los trabajadores tengan un salario digno; que se respetará el derecho de huelga y la libertad sindical; que de facto, no sólo de jure, se favorezca a la parte más débil de la relación laboral, es decir, al trabajador?

La respuesta a cada una de las anteriores preguntas es No, porque lo que se busca con la reforma laboral es flexibilizar las relaciones laborales a favor de la empresa, justificada esta pretensión con el nuevo contexto socioeconómico de la globalización de los mercados; se cree a ciegas, por quienes impulsan esta reforma, que para impulsar la productividad, y con ello las ganancias, es necesario proporcionar mayor confianza a los inversionistas.

Pero, ¿cómo se ha de proporcionar mayor confianza a los inversionistas, según los reformadores? Eliminando el concepto de indemnización por despido; desaparecer el concepto de salario caído; flexibilizando, a favor de la empresa, el proceso de recisión de contrato; prohibiendo en la ley la huelga por solidaridad, algo que en la ley no escrito desde hace tiempo está prohibido no sólo para este tipo de huelgas; haciendo que los sindicatos de trabajadores estén al servicio de los intereses de la empresa, lo que también de facto ya existe; implementando políticas de flexibilización de la jornada de trabajo; implementando el salario por hora. 

En síntesis, la clase patronal quiere que se establezca en la ley sólo contratos temporales por hora o jornada reducida; que se racionalicen las causales de recisión de contrato (léase que se deje a su antojo las causales de recisión); que se limite, también a su antojo, la responsabilidad en juicios laborales por concepto de salarios caídos; que desaparezca el Contrato-Ley; que se establezcan contratos de capacitación sin que ello implique la existencia de una relación laboral; eliminar la cláusula de exclusión por ingreso o separación del trabajador…

Además, en  lo que respecta al concepto de salario remunerador, el cual hoy en la ley es letra muerta, se propone que sea substituido por la idea de un salario en función con la productividad y las condiciones económicas de la empresa.

Quisiera no verme predispuesto a plantear el rechazo de todas estas propuestas de reforma, Por lo que esta última puede vérsele como aceptable,siempre y cuando los trabajadores cuenten con un órgano contable y de fiscalización que les permita saber a ciencia cierta de los activos y ganancias de la empresa, cultura que por desgracia en nuestro país no existe pero que habría que impulsar.

En México, desde hace poco más de veinte años se ha tratado de imponer estas novísimas reformas laborales, sin que haya sido posible su aprobación por el Congreso de la Unión. Lo que no significa que las relaciones laborales, siempre a favor de la empresa, hayan encontrado obstáculos en la ley o en la Constitución; pero ahora, al final del sexenio de Felipe Calderón, y estando a la espera de un nuevo gobierno del PRI, parece ser que sí se harán todos los esfuerzos para que las reformas laborales se aprueban.

De no aprobarse, sería más difícil su aprobación en el próximo sexenio; ello debido a que el próximo gobierno de Enrique Peña Nieto carecería de legitimidad democrática y de los apoyos necesarios por parte de las izquierdas, para su aprobación.  

He aquí, en síntesis, las exigencias del capitalismo salvaje para salvar a México y a todo el mundo de la debacle económica; para salvarnos del cataclismo, que significaría, ni más ni menos, tener encima de nosotros, estando tirados en el suelo, las pezuñas de los cuatro caballos del apocalipsis. Y para que no llegue el fin del mundo, tenemos que allanamos a sus exigencias.

 

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