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1154 26 Septiembre 2012

 

Leyendo a José Alvarado
Eligio Coronado

Monterrey.- Uno no puede leer a José Alvarado y seguir siendo el mismo. Su prosa es tan sugestiva y su estilo tan elegante, que nadie puede sustraerse a su influjo.

Alvarado es un periodista muy literario o tal vez un escritor cuya pluma prefiere la inmediatez de la crónica.

En Crónicas. México de día y de noche. Luz sobre el cine*, otro escritor, José Guadalupe Martínez (Monterrey, N.L., 1942), recopila 271 textos donde el México de ayer se vuelve presente: cine, música, literatura, costumbres, acontecimientos, personajes, economía, política, espíritu.

Alvarado (Lampazos, N.L., 1911-Ciudad de México, 1974) tenía el oficio adecuado para capturar los hechos cotidianos y las circunstancias en que se daban: “Pobres señoritas sin novio, (…) unas esbeltas como juncos que ya no se mencionan; otras robustas como sacos de olvidada harina” (p. 307), “no habrá economista sobre la faz de la tierra que pueda convencer a una señora de que una “josefita”, plateado y anémico cinco, puede servir en el mercado” (p. 220), “una carcacha es un objeto alegre. Vedla, si no, rodar desenfadada y ruidosa por las avenidas, en medio de automóviles relucientes” (p. 216). 

De pronto, aquí y allá, sus textos se tiñen de realismo: “el payador murió, acaso en una tarde de octubre, gris y lluviosa, como la que acaricia con su viento frío al transeúnte” (p. 202), “Según (…) la leyenda, el mes de noviembre tiene que ser nublado, frío y triste. Y durante sus días grises (…) deben acaecer terribles desenlaces” (p. 284), “Son los rincones de cierto México nocturno donde gachupines con grasienta chamarra expenden habanero compuesto por alumbre, tintura y extrañas esencias” (p. 168).

El lenguaje de Alvarado, ya se ve, es práctico, pero con recursos literarios que le dan otra profundidad: “He aquí a la lluvia vespertina de septiembre. (…) es, no cabe duda, una bella lluvia digna de todos los prestigios retóricos” (p. 191), “una chaqueta escéptica de solapas mal cortadas y alma seguramente vil, se mece burlonamente en su gancho de madera” (p. 203), “Tal vez sean los miembros de un cortejo que perdió el cadáver; tal vez el cadáver, joven aún y esperanzado, huyó ante acompañantes tan fúnebres” (p. 200).

Así es la prosa de Alvarado: una prosa que fue trabajada a diario y que por ello transita libremente por todos los temas con la fluidez y naturalidad del observador curioso y experimentado. Una prosa donde campean el humor sutil y la observación oportuna, no exentos de calidez. Una prosa cuyo autor alcanzó el año pasado (2011) el primer centenario de su nacimiento.

*José Alvarado. Crónicas. México de día y de noche. Luz sobre el cine. J. G. Martínez, comp. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2011. 370 pp.

 

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