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1186 9 Noviembre 2012

 

HORIZONTE CIUDADANO
El machismo de los políticos
Rosa Esther Beltrán Enríquez


Con una enorme felicitación a mi querido colega
de Vanguardia, Jesús  Peña, por el merecido Premio
Nacional de Periodismo obtenido en reconocimiento
a su profesionalismo.

Saltillo.- Esta semana el diputado federal priísta, Salvador Arellano, comparó a las mujeres con la tierra de cultivo, señalando que: “la tierra es como las mujeres, también hay que trabajarlas, abonarlas para que den buenos productos”.

Arellano, diputado jalisciense, es integrante de las comisiones de Agricultura y Sistemas de Riego y desde la tribuna solicitaba el apoyo del pleno para aprobar su punto de acuerdo relativo a los recursos de Procampo, pero su comparación generó el enojo de las diputadas, que de inmediato exigieron que retirara sus palabras.

En efecto, Purificación Carpinteyro, diputada del PRD, descalificó la expresión del diputado priista y  solicitó que en base al artículo 115  retiraran las palabras del legislador por ser ofensivas para las mujeres y Luisa María Alcalde Luján, de Movimiento Ciudadano, reiteró la exigencia agregando que  Arellano ofreciera una disculpa pública; la diputada panista, Beatriz Zavala agregó que “La mujeres no somos comparables al campo porque no estamos solamente para dar productos”.

El bochornoso episodio concluyó con la aceptación del diputado de que sus palabras fueran eliminadas del Diario de Debates y su disculpa a las diputadas.

La cultura mexicana machista aflora en todas partes, así que las Cámaras del Congreso de la Unión no tienen por qué ser la excepción; lo bueno es que ahora estas expresiones no pasan desapercibidas y que además hay quien exige que se corrijan y se elimine la discriminación; así se va forjando una nueva cultura, gracias a la pluralidad de las fuerzas políticas en las Cámaras y a la cuota de género que permite la inclusión de más y más diputadas y senadoras ahí.

No se puede olvidar a las llamadas “juanitas”, en honor a Rafael Acosta “Juanito”, quien fue candidato a jefe de una delegación en el Distrito Federal (Iztapalapa), con la condición de renunciar si ganaba, en favor de su sustituta; en Coahuila tuvimos a la ahora senadora Hilda Flores Escalera, que dejó su curul a Noé Garza Flores, el que después la dejó vacía. El machismo en la política está en todos los partidos.
Las dirigencias de los partidos, gracias a la cuota de género, se vieron obligadas a abrir los espacios parlamentarios a las mujeres, aunque en realidad consideran que las mujeres no tienen las capacidades para ocupar esos espacios, creen que no pueden tomar decisiones.

La cultura actúa como un resorte que impulsa estereotipos, estigmas, y prejuicios para que las mujeres seamos apartadas de los derechos las libertades y los bienes obtenidos por el esfuerzo común.

Tenemos una clase política machista que involuntariamente el diputado Arellano evidenció con claridad; también Enrique Peña Nieto tuvo expresiones machistas y misóginas estando en campaña; en entrevista con el diario El País, justificó su desconocimiento sobre los precios de productos de la canasta básica con la frase “no soy la señora de la casa”; y no hay que olvidar a Vicente Fox cuando se refirió a las mujeres como “las lavadoras de dos patas”.

En México, ni las instituciones ni el derecho han sido capaces de desbancar la discriminación política hacia las mujeres; ha sido la lucha, nuestra lucha la que ha ido abriendo los espacios en la política, derribando los muros que nos alejan en todo de la democracia, las barreras de entrada que confirman al nepotismo y los privilegios como fuente principal de las oportunidades.

Vencer al autoritarismo y las relaciones políticas de dominio exige visibilizar, conocer puntualmente, mapear esas estructuras para así diseñar políticas públicas que detengan la epidemia de la discriminación, cuyos tentáculos atrapan a la mayor parte de la población de este país.

Por cierto, el próximo jueves el inefable profesor Humberto Moreira hará su multiofrecido informe sobre la megadeuda que heredó a los coahuilenses. Quizá diga cuánto mandó a la campaña de Peña Nieto, cuánto a la de Zacatecas y Michoacán, o tal vez será una página más de sus argucias para auto eximirse de cualquier irregularidad. ¡Pobre víctima inocente!

 

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